El creacionista del día. José Luis Pérez.
Vida, tan misteriosa como el inmenso universo
que se encuentra a nuestro alrededor,
tan versátil como las grandes olas de mar que produce el océano,
tan impredecible
que sin darnos cuenta todos los días jugamos a la ruleta rusa,
por conseguir aquello que llamamos felicidad,
sin saber que el mundo no solo es alegría, si no también agonía,
pues esto y el dolor
que surge al dar un paso en nuestro sendero de vida,
no es más que una muestra de que realmente estamos con vida,
y que tal vez, haya algo más que el simple hecho de vivir atados,
a la superstición de conseguir todo lo que queremos,
sin tener una verdadera razón por lo cual hacerlo,
lograrlo para buscar algo más
...que el reconocimiento de las personas,
o sentirte realmente satisfecho contigo mismo
por lograr algo aún sabiendo que no será suficiente
pues nunca estarás satisfecho con nada,
es solo una farsa que se repetirá por el resto de nuestras vidas,
hasta que llegue la muerte, y descubramos
lo que realmente le dio un significado a nuestras vidas.
C
lunes, 11 de febrero de 2019
Ilusión de vida
Etiquetas:
Creacionistas,
El Creacionista,
El Creacionista 2019,
Escritores,
Escritores de México,
Escritores de Puebla,
Febrero,
José Luis Pérez,
Lírico,
Marzo,
Poesía,
Puebla
Apostándole a lo mismo
El creacionista del día. Ricardo Durán
Sabía que la encontraría todos los martes por la mañana a la misma hora en la bodega de la zapatería. Le tocaba acomodar los zapatos nuevos que llegaban. Yo
trabajaba en el turno vespertino, pero cada martes iba con algún pretexto para
verla y platicar con ella. Al comienzo le parecía extraño que alguien que
entrara en la tarde llegara tan temprano a trabajar. Con las semanas se
fue acostumbrando y nos fuimos haciendo amigos. Nunca se dio cuenta que
me gustaba y que me ponía caliente. Rosa estaba casada con un tipo que
limpiaba las oficinas de un lujoso corporativo al sur de la ciudad. Así
que no me preocupe por competir con un bueno para nada como yo. Fui
paciente y con los meses, Rosa me contó que su esposo la estaba
engañando con una mujer de su trabajo. Estaba destrozada porque ella lo quería
mucho. La abrace y le dije que no se preocupara, que hablará con él y si lo
quería que lo perdonara. Y así fue. La semana siguiente en la bodega me contó
con lujo de detalles aquella noche de reconciliación que tuvieron. No
desistí y seguí esperando mi turno. Meses después volví a escuchar su
llanto y está vez era algo serio, su esposo había vuelto a salir con la
misma mujer. Rosa comenzó a llorar desconsoladamente y la abrace. Le
dije algunas palabras de consuelo cuando me calló con un beso. Me empujó
hacía un estante vacío y algunos zapatos cayeron sobre mí. Su mano
derecha me desabrochó el pantalón para meterla y buscar mi pene. Se
separó de mí, se alejó y cerró la bodega por dentro. Rosa era una mujer muy
joven, ni buena ni fea, pero con unas grandes tetas que siempre me habían
calentado. Me quité el pantalón y ya estaba listo para penetrarla. Rosa se
quitó el suyo, se hincó y se puso en cuatro. Llegué y se la metí toda.
Rosa agarró un libro de Shakespeare y lo mordió fuertemente mientras se la metía toda a gran ritmo. Terminamos de coger y nos vestimos. Salí de la bodega a fumar un cigarro.
Minutos después entré y no volvimos a hablar más esa mañana.
La semana siguiente llegué como de costumbre a la bodega y me
encontré con una sorpresa. Rosa ya no estaba en la zapatería. Había
renunciado. En su lugar estaba un pinche gordo apestoso y hablaba mucha
mierda. Así que esa mañana me fui y regresé a trabajar por la tarde.
Pasaron los meses y no supe más de Rosa. Parecía que se la
había tragado la tierra. Salí de viaje con mi novia a la ciudad de
Querétaro. Ella tenía familia en esa ciudad. Llegamos a la mañana y
fuimos a desayunar a un mercado tradicional de la zona. Terminamos y
salimos a dar un paseo por la zona. Llegamos al parque del centro y caminamos
un poco. Nos sentamos en una banca vacía. Sorpresivamente me topé con
Rosa y su esposo. Ambos nos vimos y a lo lejos sonreímos. Rosa sentada
con su esposo en una banca. Se levanta y va hacía la nevería. Al verla me
levanté y fui hacia donde ella. Rosa tenía tres paletas de limón en la mano y
esperaba a que le dieran su cambio. Al entrar fui directo a ella.
—Rosa, necesitamos hablar.
Rosa me miró y sonrió. Tomo una de las paletas con la otra
mano y me la dio.
—Para ti. Tú compra la paleta de tu puta.
Rosa salió de la nevería y cruzo la calle hasta llegar al
parque en donde se
encontraba el cabrón de su novio. Él se levantó y ambos se perdieron de mi vida
para siempre.
Yo compré una paleta de grosella y se la di a mi novia. No
quedamos gran parte de la tarde sentados en el parque, viendo a las
palomas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)