Un ladrido, dos ladridos, tres mordidas.
así dio inicio al concepto de amistad,
entre aquella parte que falta al ser humano,
fidelidad digna.
Recorrimos juntas nueve años,
desacuerdos en las mañanas,
avisándome uno a uno los sonidos inermes de la ciudad;
recomponiendo mis ratos de tristeza
con ojos de botón,
nariz de Niagara, Niagara,
lengüetazos que imprimen consuelo,
el más verdadero, sincero, e indeleble.
Una tarde todas esas sonrisas que causaste
se apagaron con la brisa cruel de los años,
ya no eras la misma de antes,
tu ladrido cayo en el silencio,
tus patas, y colita ya no se movieron con su
estrepitoso jubilo de siempre.
La definición de muerte piadosa, te arrebato de mis brazos,
el rumor de tu sufrimiento cesó con un pinchazo,
y tu respirar se quedó suspendido,
en el último pétalo de una sustancia indefinida en "paz".
No pude contener tus cenizas, pero te fuiste recomponiendo y quedando
en la brisa de mi recuerdo.