El creacionista del día. Alex. Fabiola Morales G.
Viola tenía una luminosidad color ámbar cada vez que lo veía pasar. Su piel lila resaltaba y el rayo de sol que poseía por cabello brillaba aún más. Su cadencia modulada del vuelo de su falda la hacía parecer como si flotara y el cabello recogido en una gruesa trenza color trigo la hacían parecer una flor agradecida bajo la temperatura cálida de ese agosto. Pero al parecer eso no era suficiente para llamar su atención, ni así el volteaba a mirarla. El sólo corría tras mujeres pálidas de ojos cafés o aquellas de piel trigueña y cabello negro.
Durante todas esas largas vacaciones, la acariciaba un espíritu de sol cada vez que se encontraba en su discreto pero sensual traje de baño rojo, frente a la alberca. Ella esperaba el milagro de que él se quitara las gafas y la viera como el ángel que realmente era. Pero nada, nada podía seducir a ese frío hombre. Así que Viola desesperada se sometió a dos operaciones y varios tratamientos para cambiar el bello lila de su epidermis por un simple tono normal. Para rematar, se pinto el cabello de la más negra ala de cuervo. Armándose de valor ante su nueva apariencia, pasó frente al él, pero ni aun así volteo a verla. Incrédula y conmocionada ante el fracaso, se soltó a llorar bajo la luz de luna creciente.
Entonces fue cuando vio al hombre delgado de piel verde-agua con las bermudas de flores y cabello con crepúsculo de marzo. Aquel varón había pasado varias veces frente a ella y nunca antes lo notó tan hermoso. La luz de la luna le susurró al rayo de sol de su cabello que el lila y el verde son excelente combinación. Su luminosidad color ámbar brilló con más fuerza.