El creacionista del día. Alma Carbajal
Ese temblor le reconoció, la obligo a sentarse en la cama, luego de ingerirle a modo de poción las sensaciones de la espalda. Acuciado el cielo no espero, el infierno tampoco. Ania entre cerró los ojos para ver el reloj que le quedaba un poco lejos; las 4:30 de la mañana. Tocó sus parpados y la hinchazón del llanto había bajado, la sombras le empaparon de refrigerio los ojos y se sintió plena, pero casi de inmediato, él estaba ahí esperándola en el marco de la puerta, aquel que ella convoco hace ya tantas angustias atrás.
La voz de aquel ser penetro en su cabeza, la sumergió en la marea de sus pensamientos y le habló claramente en un murmullo de inquietud:
- No, no lo hay. Pero te di la jadeante idea de que aún existe.
Ania se llevo la navaja que ocupaba para sus ataques de pánico y justo cuando quería retomar el silencio metiéndosela en la cabeza, tratando de acallar la mentira o la verdad, la recorrió el espasmo desde la médula hasta el pie izquierdo. Él, aquello, le sonrió, agito el dedo índice en señal de reprobación, un no rotundo emergió de sus ojos.
- Vengo contigo, voy a tu lado, el tiempo nunca ha sido problema, lo has sido tú, tus nombres, tus felonías, tus innumerables ojos abstrayendo todos mis palpitares, en carne, cuanta carne me has hecho desperdiciar.
Todavía no amanecía pero en la cortina se dejo ver una partitura tornasol de un color que Ania jamás vio, la mezcla iba haciéndose más intensa y, cuando se acerco para ver el exterior, las nubes se habían disipado las fronteras aparecían sin cejas, la cara del mundo no tenia expresión solo una sonrisa roja sembraba el panorama y el ambiente de las sombras habían recortado su contorno de un blanco pálido. Ania sacudió las cortinas en un acto desesperado, esperaba sacar las tonalidades y que la noche regresara y esta volvió. Eso... Él, se dio la media vuelta para marcar su salida; Ania lo tomó del brazo, aquello se le escurrió de la mano y volvió a tomar la figura de una silueta oscura, de un hombre. Ella regresó a tientas a la cama, sabía que no dormiría ya, porque el temblor se incrusto tan violentamente que no lo sacaría en un par de horas, miro como eso se alejaba del umbral de la puerta, mientras este se iba, dijo :
- Ya que la decepción te abruma, déjame decirte que dormirás esta noche, no tan bien como en tu recuerdo, pero sentirás que has dormido. ¿Yo? solo te he dicho la parte media, la verdad y la mentira no existen. Tú existes, por encima de tus pensamientos, estoy Yo. Ya que lo has perdido, que más te queda que sonreír a medias.
Él, se alejo susurrando una melodía. Ania reconoció la sinfonía fáustica. Piano, violín y una voz, retocaba la rima, que cambio a un silbido. Ella durmió, tal como esperaba, artificialmente. La vaga luz de una vela le desfiguraba el sueño. Las llamas negras son para quienes se quedan aquí, mirando el ir y venir de los días sin rostro.