En cuanto lo vi supe quién era.
Todos lo conocen y han hablado de él alguna vez.
Pobre cabrón - piensan algunos - Pinche borracho - dicen otros.
Yo lo veía venir y tomé otra cerveza.
Bastó con darle un poco de confianza para que entrara en mi hogar.
Comprobé lo que todos decían;
bebía sin control, y hablaba estupideces.
No conocía la decencia ni los modales.
A pesar de todo no era una amenaza física, no coordinaba,
la mente y el cuerpo estaban totalmente dislocados,
sólo se levantaba de vez en cuando para tomar otra cerveza, o un vaso de vino, daba igual.
Luego ofendió a mis amigos con insultos tontos,
acosó a mis amigas con sus obscenidades,
y me separó de mis amores tan pronto como los conocía.
A veces nos quedábamos solos en casa a beber y charlar,e
era un magnífico charlista.
Para sorpresa mía, era más profundo de lo que se podía esperar,
era un genio, un sabio,
pensaba miles de cosas antes de que tú siquiera entendieras una.
Y yo aprendía de él con solo estar cerca,
- no eres un hombre, eres un animal, y como tal,
aprenderás viviendo, sintiendo cada golpe y festejando cada victoria - me dijo una vez.
Me aprendí la frase para citarla cada noche, y justo después él aparecía,
luego voy por papel y pluma, y anoto todo en ella cada frase que sale de su decadente voz.
Al día siguiente se lo muestro a mis amigos,
a todos les gusta,
y cuando me preguntan quién ha dicho eso, yo respondo:
- Un borracho anoche.
Ellos de inmediato saben a quién me refiero,
no obstante, aunque no lo aprueben,
aceptan que ha salido algo bueno de aquel desgraciado.
Otra almas más preocupada por mí,
me piden casi a ruegos que me deslinde de esa amistad.
Yo asiento resignado.
Luego llego a casa,
bebo algunas cervezas,
tomo la libreta y la pluma,
y en silencio,
cito la oración.