El creacionista del día. Agatha Cervantes.
1ER. ACTO.
El viento arreciaba la dulce cofradía de un amor incierto. Arrastraba consigo el etílico aroma de la desilusión, disuelta a gotas sobre el largo vasito, ahí iban contenidas todas mis lágrimas, aquellas que no lograba sacar porque anhelaba que el rumor del tequila las secara y las marchitara trago a trago.
El recuerdo me trajo sin advertir, así como de golpe el trago hacia mi conciencia, el vago recuerdo de su viril miembro en mi boca, fue un atisbo de ansia mezclada con tristeza; presentarme en su casa fue una osadía para mí misma, todavía no daban las 10 de la noche cuando llegué, asi que no me pareció tan tarde como para molestarle mi presencia, ya que llevaba tres semanas sin haberle visto; al estar frente a su puerta, remarqué mas la idea de que mi visita no le fuese incomoda. Mis motivos únicamente eran para poder escucharle y hablarle, enternecerme con sus miradas; aunque fueran pocas las que depositaba en mí, eso a veces me daba la sensación de que era mejor salir corriendo, de esfumarme in so facto, pero eso nunca sucedió.
Abrió la puerta, me saludó con un beso en la mejilla y como siempre se disculpó por el olor a gatos y al desmadre por las continuas borracheras de fin de semana, que se gestaban por parte de sus colegas.
En ese instante imaginé o hablé para mis adentros ` seguramente charlaremos, habrá la displicente risa frecuente y los besos repentinos harán su aparición ´. En verdad esperaba el tan ya clicheado repertorio antes de que se sucitara una escena conyugal en su alcoba. Sin embargo volvió a disculparse nuevamente por el desorden y casi al instante me tomó por los hombros y me empujó directo hacia el lecho, sin conversación.
Traté por todos los medios de alargar lo ya subyacente, pero fue inútil, ridículo, cuando de sus labios salió: “Mejor bésame todo”, con pocos preámbulos mi querido “amante” (realmente no sabía nunca como definirlo y esa etiqueta le quedaba demasiado grande, ya que debía de haber por lo menos correspondencia pasional para cada encuentro, esta vez no fue asi) sin mas preámbulo se desnudó quitándose la playera; inicié, con la desilusión palpitandome en el corazón la avalancha de besos, plantando uno a uno con todo lo que contradictoriamente sentía, a pesar de su precipitada ligereza al desnudarse; su excitación fue traducida a quejiditos, lo que me hizo fácil envolver la razón, y desecharla, diciendo en silencio : “ ya que me importa, voy a hacerlo disfrutar el momento”
Aunque sabia perfectamente que acabaría por decepcionarme yo sola después; tomé la decisión , me valio y seguí recorriendo su piel con mis labios, de pronto de entre la linea divisoria del jeans se asomo su pene, dispuesto a protestar por derecho de excitación a un beso de los ya antes plantados.
Queria retrasar mas su placer, así, que después de despojarle de lo demás, me quede ensalsando con solo el roce de mi boca las cercanías de su miembro; le sentí excitadísimo, entregado, abandonado a toda la composición que iba albergándole con sumo cuidado, como si fuera algo tan tenue y cristalino.
Interrumpi las eufóricas caricias con una pregunta que el no esperaba y yo no esperaba a su vez hacer tal petición.
― ¿Tienes tequila? ―el me contesto diciendo ―¿Quieres tomar?― menee la cabeza en señal de un si y en un santiamén, trajo una botella de mezcal casi a medio acabar, un poco mas de la mitad; la tome por el cuello y di un trago largo para continuar con la faena.
Con el calor del alcohol trepando por mi cuerpo, me desnudé y le solté de a poco la lengua sobre el glande, toques pequeños, casi imperceptibles; en un solo “shot” quería mezclar el sabor de su pene y el del mezcal solo para degustarlo imperativamente, tejiendo en mi memoria un único e indefinible momento, que de mi parte jamás sería reiterativo en otra piel, porque lo coseche en una sola noche, en un solo instante; que espero perdure y mejore mas que cualquier licor, tomadolo a veces a cucharadas para aliviarse un dolor próximo al alma.
Pasados algunos minutos le tome de las riendas y halé con la lengua sobre y alrededor de su miembro, estuve asi una pizca de tiempo, hasta que acuciado por las ganas me tomó por la cintura y poniéndose detrás mio, inició la proeza repetitiva y penetrante que sobre el espejo se reflejaba para placer de ambos. Finalizada la hazaña, suspiré, quedé medio inmersa en el vacio del tiempo, de su voz , de cosas que se platicaron postcoito, mientras la vigilia y el sueño consecuente se presentó.
Al día siguiente como de costumbre, ya estaba mucho mas despierta que él; la noche para mi habia sido un diluvio de preguntas sin respuesta, una en particular daba vueltas en mi cabeza y le daba al mismo tiempo cuerda a mi corazón “¿Por qué no intercambiamos besos, de tu boca a mi boca?” suponía que era estúpido preguntarme eso después de lo sucedido. Debatiendome entre seguir desnuda en aquella cama (visitada varias veces) o de lo contrario levantarme y por fin salir echa la mocha; opté por hacer o tratar de conjuntar ambas, y como resultado paso que por el movimiento de mi cuerpo, al no querer despegarme de su lado, y alzando la mano para tomar la primera prenda; señal de que el acto daba por terminado, èl despertó como esperaba ; hablamos un poco sobre el quedarme la doble vuelta de repartición de mas besos sobre su espalda y yo le contrapuse que debía ir con una amiga , que tenia que acompañarla al medico por un problema reciente.
Así sin mas, los dos elegimos la salida rápida, quizá yo mas que él, nunca lo sabré y con la misma prontitud y de súbito cogi un taxi , no antes de que él me insistiera tomarme un poco mas de tiempo para tomar el autobús, yo decliné casi de inmediato esa posibilidad. Solo quería apartarme, no de él, si no de la nociva e involuntaria sensación que se me encajaba en la espalda y en el corazón, de la misma manera la duda de aquellos besos que nunca llegaron, prolongaba ese enervante vacío. Al partir solo un beso, un fantasma de labios con el que se despidió de mi antes de que subiera al taxi, pero que no dejó de serme por completo tierno, alagador e itinerante.
De esa manera cerré mi boca a su nombre y a su recuerdo; solo la abro cuando mis labios prueban un poco de mezcal, un poco de tequila, lo mismo da.