Crucificado de bruces sobre un viejo
tablón,
mi destino está a mis pies
y en las manos con que otros lo
destruyen:
tan lleno de un vacío de todo.
Me probé el vestido de la felicidad
pero en ella parece no haber poesía.
Como estrella de cinco puntas haciendo
implosión,
mi patria es la muerte:
sólo allí la sumisión, la entrega.
No aprender a mentir.
Pues la mentira es de la vida compañera.