La he recibido con enorme gusto. Me dicen que sus flechas
indican la orientación al norte, sur, este y oeste, no estoy seguro que signifique eso pero
supongo que es bueno. Todo principiante debe tener maestro que seguir.
Hacia el este va la mirada.
El espíritu en oración espera la verdad y la revelación de la consciencia
humana. Hacia el norte la humildad. Durante años he esperado las respuestas y
dispuesto estoy a recibirlas.
El universo se ha revelado. Centauros, árboles milenarios,
dríades, montañas, valles, ríos, faunos, aves
emigrando, desiertos, oasis, escarabajos, palmeras, océanos, ballenas, medusas multicolores, peces naranjas.
Inmensidades fluorescentes, novas estrellándose en mis moléculas, hidrógeno, helio, polvo y
densidad molecular. Las palabras no alcanzan. La mano de Dios jugando con
dados. Epifanía manifiesta. La eternidad me envuelve.
He desarmado el maldito
aparato, he desparramado su sentido de orientación, su latido golpeándome
lento las venas. Odio que me señalen dónde
debo de estar. Locura. No hay tiempo, no hay espacio. Sus dedos apuntan hacia
todas partes y ninguna. He matado a la brújula y su palabra. No me extravío en
la oscuridad. Armar la brújula. Reencarnar
es lo que resta.