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jueves, 1 de septiembre de 2016

GOTA DE AGUA

El creacionista del día. Gerardo González  - Aikas 









Y estás ahí de pie en medio de la alberca. El aire sopla suavemente un tenue y húmedo frío que recorre tu piel. Ese hormigueo que tanto conoces comienza a recorrer las terminales nerviosas de tu cuerpo. La fuerte lluvia de apenas algunos instantes ha aminorado, hasta solo ser un húmedo recuerdo traído por el viento.



Ella también está ahí, a unos escasos metros de distancia. La luz blanca de los reflectores ilumina toda el área de la alberca. No hay sombras, no hay donde esconderse ni lugar alguno para ocultarse.


Por más que lo intentas, sus expresiones te hacen mirarle. También, de pie en la misma alberca ella te mira. Su cabello largo y negro acaricia con sus puntas el nivel de agua de la alberca.



El arrebato de correr durante la lluvia y lanzarse corriendo a la piscina ha disminuido pero aún los corazones se encuentran acelerados. Lo sientes, ese bombeo intenso que lleva tu sangre por todo tu cuerpo, como si cada glóbulo rojo fuese un automóvil de la Formula 1.



El agua de la alberca está tibia pero a veces hay pequeños pinchos de agua fría que acarician tus piernas. Las gotas remanentes de agua de lluvia, se funden para siempre por el momento;  inmensa distancia  te separa de ella.


Tu respiración no puede relajarse, sigues estando acelerado. Tratas de bajar la mirada pero al mínimo intento, aquellos labios que tienes frente a ti te obligan:


-Mírame.


No puedes dejar de hacerlo, te lo ha ordenado. Le miras y  sientes una descarga eléctrica a través de tu cuerpo, como si un rayo hubiese impactado en la alberca. Su playera blanca se adhiere a su cuerpo como una segunda piel y su cabello se pasea suavemente entre las caricias del viento. El frío hace lo suyo y se levantan orgullosos sus finos pero no pequeños pezones.


Hace un amago de cubrirse y por instinto, pena y vergüenza tratas de mirar a otro lado.

-Mírame.

Obedeces de nuevo.


Ella mete sus manos bajo el agua y las junta como si quisiera llevarse algo de agua a la boca pero te das cuenta que se detiene justamente en el pecho y comienza a darle de beber a su pecho.
Tragas saliva, algo está carburándose en su interior. Lo sabes, sabes cómo va a terminar esto y una lucha comienza en tu interior. Tu pulso aumento y dejas de tener frió. Sientes como tu respiración se acelera e inmediatamente cierras la boca. Le miras directamente a los ojos y esperas su respuesta.


-Ven.



Sabes lo que viene y ella también. Tu cuerpo comienza a prepararse para el éxtasis que se avecina. A pesar del agua fría que sientes a cada paso que avanzas, tu calor no disminuye, tu pulso no baja, tu respiración no se relaja. Te acercas hasta sentir el fino rose de sus pezones en su pecho y el aliento de su boca en tu barbilla. Sus miradas no claudican, las manos de ella caen a ambos lados de su cuerpo en señal de rendición, de apertura. Las tuyas se levantan poco a poco hasta tomarle del cuello. Acaricias sus mejillas con tus pulgares y levantas su rostro hacia el tuyo. La piel es tersa y suave a pesar de estar algo mojada. Acercas tus labios a los suyos tan lentamente que sientes como su aliento se va convirtiendo en tu respiración. Apenas se tocan pero tú ya sientes toda la descarga de sensaciones en tu ser, en tu alma.


Finalmente tras aquel prolongado intercambio de vida, la besas.



Tu lengua se entrelaza con la de ella y caen como dos gotas de lluvia más que se funden en la inmensidad limitada de aquella piscina se sensaciones.