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viernes, 25 de noviembre de 2011

EL ÚLTIMO VUELO

El creacionista del día. Marcela Patricia Vélez Díaz

Por primera vez hoy no envidio el vuelo de las aves, me siento tan ligera como barco de de papel, como si la gravedad hubiera desaparecido;  estiro mis manos y mis dedos llegan hasta la punta del ciprés, podría recorrer toda la ciudad, escalar montañas, alcanzar una nube y beber agua de cielo. Mañana a estas horas, estaré tan lejos. Las cartas de despedida de mis alumnos saben a nostalgia en sus letras, la niña que me habita quisiera llorar un poco y quedarme con ellos sin crecer jamás, los extrañaré, su recuerdo será mi fantasía. Pero ahora estoy solo a un paso de realizar mi sueño de tantos años, la jubilación que pospuse con mil pretextos. Pero todo llega, quién lo diría, es hora de saltar al vacío…

Desde hoy ya no habrá noche, ni día, dueña del tiempo, el camino es infinito, mis pasos dibujan historias nuevas, ahora no exijo nada, todo hace juego con mi alegría, esta maleta de suspiros, mis pies sedientos de aventura, el aquelarre de duendes danzando dentro, si hoy tuviera un nombre me llamaría gratitud. Voy rumbo al aeropuerto, siento como si este momento ya lo hubiera vivido, cada vez que me fugaba detrás de un colibrí, sabía que algún día también estaría en el aire, mi corazón está inquieto, danza una canción extraña que no alcanzo a comprender, tiene prisa, una infinita prisa por alcanzar las estrellas, calma, estamos cerca, ¿acaso habrá alguien que me impida ser feliz ahora?

Abro los ojos sin saber donde me encuentro, todo está tan oscuro, lo último que recuerdo es el paisaje que observé desde el avión, un mar de nubes violetas que hicieron explotar mis ansias contenidas. Ahora todo es tan confuso como los laberintos de mi existencia que se pierden en la nada, escucho el silbido extraño de mi respiración entrecortada, se me antoja como una melodía de violines que se extingue poco a poco, no sé si lo que me duele es el cuerpo o el cansancio de la vida, me percibo como una gota de lluvia que  cae infinita sobre mis recuerdos y luego se evapora vestida de silencio; abrazada a la levedad de la noche para entrar a la luz.