La amenaza recorre el pabellón de la oreja
el sentido se congela
y mi libertad queda colgando como piedra preciosa.
Asustada espero,
pero todos han cabalgado hacia el cerco de plástico,
quiero gritar,
mi garganta se estrella ante un muro de violencia.
Un "te lo dije" pasa con velocidad,
en las cercanías de concreto de mi mente,
todo se encharca del barro de la confusión.
Figuras negras, figuras blancas,
figuras, figuras,
todas abren la boca paladeando la "justicia" la "razón",
miro mis manos nadie tiene la ultima palabra
todos desfiguran los conceptos.
Miro mis manos, lloro porque el miedo se ha metido en mi cara,
corazón, en los labios que han parado de gritar, de apoyar la "causa justa"
¿Quien en sus manos tiene en verdad la libertad y la justicia?
Miro mis manos,
la pancarta cae, simulando un terremoto,
los otros juegan a la guerra con la policía,
soldados de un programa de entretenimiento universal,
el fastidioso noticiero que se levanta vomitando mentiras.
Miro mis manos, nadie tiene la razón,
miro mis manos, el frió de la decepción ha emergido,
transpirando razones incompletas,
humanidad con derechos invisibles;
miro mis manos y al final,
no tengo la razón,
las armas no la completan,
la marcha y sus llantos en busca de paz, no la sustentan,
al final todos, yo,
tenemos algo en común, el desacierto.
Miro de frente pero no hay nada,
arriba , abajo, derecha e izquierda, cielo e infierno,
aunque quede en silencio, soy tan responsable como ellos,
la conclusión queda colgada entre mis dedos,
solo hay sangre en mis manos.