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jueves, 21 de enero de 2016

EPÍSTOLA

El creacionista del día. Aleqs Garrigóz








Padre:
quiero hablarte de mis veintidós años
que son como espuma arrebatada,
como viento que anda solitario y sin memoria:
hablarte de mí.

¿Recuerdas cuando yo era niño
y abrazabas mi timidez sobre un suelo de aserrines
y entre las olorosas maderas del taller casero
mordías suavemente mi oreja?
Tú tenías un calor que yo no sabía comprender,
el calor que ahora busco darle a mis entrañas.
Cuánto ha crecido mi talle desde entonces;
más no sé si creció también mi fortaleza.

Mírame en la fotografía, reconoce en mí
lo que no sabré darle al mundo:
el hijo de carne en que se alarga y permanece.
Pero sé escribir.
Y mi oficio es de cuidado.
Hay que luchar por él
como lucha un soldado por su patria.
Soy lo que da palabra a lo que quiere decir,
la boca por la que habla la piedra, el mar y hasta el éter.
En verdad.

Que si he tenido éxito… no lo sé definir.
Es tan complicado a veces… saber.
Las líneas de esto son invisibles;
y el espacio donde me he parado
se ha vuelto a la vez una zona infecciosa
que un portal dimensional.

¿Que por qué sufro? No lo sé.
Ando cabizbajo y aturdido
como el ave que no aprendió a volar, como gallo de corral
que intenta un torpe vuelo; ridículo, imposible.
A veces pienso que no aprendí a ser
y sólo soy a mi manera, como puedo.
Yo sé que entiendes.
Aquí todo sigue latiendo aún:
el ansia por elevarme a las cumbres luminosas,
el poema rojo consumiéndose en su propio fuego,
la juventud desatada que dice a todo sí,
-también a la desazón y a la falta de gravedad-;
el ritmo extraño que conduce mi sangre,
mi sangre que es la tuya y que no sé cómo honrar,
que no sé si es de verdad sólo mía y no de toda la gente,
de toda esta gente que me circunda y que amo
y que quiero abrazar aún sin conocer
y que al mismo tiempo odio por no saber entenderme.
Mi salud es un poco frágil.
Mi estado general no tanto de ruina
por tanto que aún hay oportunidad. Creo.

Te decía: mis veintidós años son como el viento o la espuma
o tal vez como el mar atrapado en su propio poder
o como un ciclón de ideas obscenas. No importa.
¡Tengo tantos disfraces en el armario!
En fin, quería saludarte
y enviarte mi libro como a un nieto,
para que pudieras reconocerte en él.

Mi madre te manda amistad.

Está lloviendo muy fuerte,
tanto que se ha desbordado el río
y derribó el puente que conducía al siguiente municipio.


Ya no hay hambruna en casa.
Pero los pájaros caen del cielo intoxicados
¡y circula gente deforme por la pestilente avenida!