Querida mía:
Podría comenzar
presentándome pero no le veo sentido alguno, podría decirte quien soy pero de
eso no trata esta carta. No señorita, no trata de mí sino de ti, querida mía.
Querida mía (disculpa
la insistencia de llamarte así) te escribo por carta no porque no me haya
atrevido a conseguir tu número telefónico o porque me de miedo presentarme ante
ti puesto que te he dado la carta personalmente (o al menos ese era el plan
mientras escribía estas letras), sino porque soy un amante del pasado y de los
detalles. Si, de los detalles.
Por esto mismo es
que puedo decirte que la primera vez que te vi traías unos aretes de caracolas
color verde, seguramente pintados por algún artesano de tierra caliente.
¿Cuernavaca, Guerrero o quizás Vallarta? Espero una sonrisa tuya si he acertado
con alguna locación.
Continuando con esto
también puedo decirte que la segunda vez que te vi, quedé prendado,
completamente a tu merced; traías un solo arete, una pluma larga con algunas
cuentas para extender su longitud. Aquella vez, tu cabello brillaba por el sol
de verano y además no llevabas maquillaje, ibas con tu propia belleza; quizás
por olvido o por prisa pero fuese lo que fuese no podías salir sin aretes.
Fue una fotografía
de verano que quedó grabada en mi mente, seguramente para siempre a pesar de
solo haberte visto mientras pasabas delante de mí.
¿Anticuado y
detallista, verdad? Quizás no es una combinación ganadora en estos días. No
tengo el físico ni el rostro que seguramente me darían más éxito (no lo digo
porque crea que te fijaras en eso pero no hay que engañar a nadie, visualmente
siempre se hace el primer contacto). Solo tengo las manos para escribirte y los
ojos para mirarte pero no pienses que soy un acosador, no lo soy señorita mía
(¿Menos agresivo que el querida, quizás?). No sé dónde vives, no sé a qué hora
te vas ni a qué hora llegas así que no te espantes. Quizás solo podría intentar
adivinar a la facultad a la que perteneces.
Podría ponerme a
escribir más detalles, como por ejemplo la sonrisa y los suspiros abruptos que
exclamo al verte pasar, al verte salir o al verte entrar pero recordemos que
esta carta es más de ti que de mí aunque, ahora que lo pienso, quizás tú sabrás
más de ti que lo que yo sé…
En fin, es todo lo
que puedo expresar para que no parezca tan abrumador puesto que no quiero darte
un nuevo testamento que quizás no terminarás de leer. Querida mía, estoy
prendado de tu belleza y, la verdad, espero quedar así por mucho tiempo.
Siempre tuyo (o al
menos por ahora), Jorge.
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