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miércoles, 30 de abril de 2014

Por las esquinas

El creacionista del día.  María Luisa Deles







El cuerpo de Inés descansa en mitad de la sala. Lo han tendido en el suelo sobre una alfombra de tierra extraída de su propio jardín.

La luz de los cirios ilumina un rostro surcado por innumerables arrugas. Así, bajo el siniestro reflejo del fuego, pareciera que unas han parido a las otras en un ridículo intento por darles proporción. Una mascada de seda azul rodea el óvalo de su cara para sostener la mandíbula. El largo cabello negro se reduce a unos cuantos mechones sin tono que caen en desorden sobre su frente. Los ojos cerrados seguramente han quedado vacíos sin el color ambarino de sus tardes al sol.

Vestida de luto es hermosa hasta lo imposible. Las piernas lánguidas, el torso en descanso y la piel de marfil. Los labios carnosos de su juventud están secos, y ahora, entreabiertos en una mueca sin sentido, se asemejan a dos gajos de mandarina olvidados en un plato. Alguien le colocó las manos en ademán de rezo para que sus dedos inertes puedan aprisionar el rosario de pétalos prensados de la Mamá Josefina, heredado de generación en generación.

Su breve cintura se pierde dentro de la camisa que le han comprado y los pies pequeños, que no pudieron acomodarse dentro de los zapatos viejos, se han quedado desnudos y rígidos emulando las manecillas de un reloj. Las voces vagan por las esquinas para esconderse y el silencio se impregna en las puertas abiertas. No hay una luz artificial que se prenda a una mirada o a un suspiro.

La gata escapa del sillón en que dormitaba para meterse bajo la cama del cuarto desocupado. Desde su escondite atisba el frenesí de abandono en que se han convertido la mitad de las vidas que dan vuelta en el salón. La música de afuera es apenas un sonsonete que no logra atrapar a nadie. El llanto pesa, las horas se pierden en un ir y venir en círculos que no tiene para cuando acabar. 



3 comentarios:

  1. Me recordaste a mi hermana recién fallecida. No son ni ocho días de su desaparición. La miro en mis sueños, se manifiesta al amanecer. Mis ojos aún me recuerdan... Ella expirando mientras le cantaba "a la rrorro nena, a la rrorro ya, duérmase mi nena, duérmaseme ya... ".

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    1. Un comentario real, tan real como la muerte. Que nos guiña cada día y nosotros aún con vida. Salimos triunfantes

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  2. Wow el relato es tan vívido que hasta la presencia de la muerte penetra los sentidos

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