El creacionista del día. Agatha Cervantes
A dos centímetros de una mirada, ella, la errante, derrama gotas insulsas de recuerdos consanguíneos; más temprano presiente que la muerte la beberá.
Desterrada, sin familia y extraditada al oscuro Edén del olvido, continua su travesía, a una ciudad en donde los ángeles no tienen rostro.
A cada paso, vierte sangre y mas sangre sobre la alameda de su aflicción, son lagrimas de sangre, aunque parezcan grises, estas no lo son.
Una sonrisa, un apretón de manos, un libro y el viento le salvan de morir desangrada.
El hombre que seria su marido le regalo una sonrisa envuelta en celofán transparente, confianza pura.
El apretón de manos, se lo dio otro hombre con quien conocería la piedad de un hogar.
El libro que tomo del estante, le profirió la primera frase que le salvaría de la propia locura que sigue circulando por sus venas.
El viento, todas las mañanas le recuerda que esta a salvo del fuego inclemente de su familia; pues la nieve que reside en la punta de un volcán lejano, le señala que estará a salvo bajo su manto.
Y así la errante sin saberlo, va paseando con el libro bajo el brazo, con la sonrisa del extraño colgando de la comisura de los labios, tanteando con más seguridad las calles a cada paso por el apretón de manos; mientras el aire de hálito congelado, besa su frente con la promesa de una familia que más que sangre, va formándose de las personas que sin conocerle van emprendiendo la tarea de un fino tejido, a base de la propia existencia , de lazos que solo pueden generarse en lo desconocido de cada individuo .
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