3ER ACTO.
Son las 6 :45 de la mañana y la noticia con la que despertó
la ciudad de México este 16 de Septiembre, es la liberación del multiasesino Mateo
Ávila, que en Octubre del año 2001, fue descubierto en su apartamento el cuerpo
de Alexis de la Cruz; un travestí que se
dice mantenía una relación sentimental con el acusado ahora puesto en libertad,
después de doce años en una celda de máxima seguridad, afirman que este hombre
quizá pudo matar alrededor de 30 personas en años anteriores a su detención, su libertad condicional ha sido lograda
gracias a la astucia , porque no puede llamársele de otra manera, de su abogado
Felipe Rivas, un ex militar que ejerce desde algunos años su oficio de abogado,
después de retirarse de la vida militar por razones personales. Lo que a
continuación se presenta es un fragmento de una entrevista que se le hizo
cuando lo detuvieron, y en ella nos describe entre otras cosas que es the room
of the lost.
The room of the lost, no es otra cosa más que la habitación
donde todos merecían morir, el único pecado de los involucrados era la de tener
una identidad falsa; no es algo que me competa, pero desde el punto de vista
selectivo, no todas las identificaciones fueron de las personas que asesine,
jamás hubiera podido llenar las paredes, algunas las hice inventando los
nombres tomando fotografías de otras personas en el parque, de celebridades, en
fin solo algunas de esas insulsas y perdidas personas eran calificadas para
estar en mi muro personal. Un sacerdote, una prostituta, un metrosexual, no
mataba a ninguno que no me contara su historia personal, la narración de su
crimen, entre lo que escuche, hubo hechos desde: violación, pederastia,
suicidio colectivo, satanismo, filmación tipo gore y lo más loco que he
escuchado y pensé que nunca encontraría fue: necrofilia. Estudie la carrera de
psicología y tengo un doctorado en psiquiatría; esas personas, ninguna entre
ellas tenía remedio, yo mismo no lo tengo, eso fue la epifanía mas grande
cuando descubrí que la torcida mente humana, no tiene cura, no es como ponerle
la tuerca que falta o que se soltó, es mucho más simple que eso, es apagar el
interruptor que le da electricidad a las aberraciones que se cuecen en nuestro
cerebro. Cuando me descubrieron, jamás pensé que fuera Raúl el que me delatara,
el era mi campo de trabajo, mi hermano, ahora solo es el residuo de alguien que
vio terminada mi habitación personal, me sentía como en casa cada vez que
miraba todo ese bello tapiz de identidades vacías, me sentaba largas horas y
buscaba la persona precisa para completar ese marco de perdidos. Alexis, la pieza final de mi cuarto de cuatro
por cuatro, le gustaba que le metiera la mano por encima del pecho, jamás pude
constatar que había entre sus piernas, hasta esa noche de de burla, me habían
burlado a mí, el más grande analizador de metástasis mentales ( ríe) ahí me di cuenta que él era el punto
final de todo lo que inicie, la animadversión a este tipo de gente, disfrazada
de anzuelo. Idiotas, idiotas de pared a pared, quedaron plasmados para la
posteridad de mi memoria, que mejor que estar en el muro de mi inconsciente, de
un genio de la inconsciencia (ríe).
Mateo es un hombre de 32 años; con actitud solitaria ojea una revista de
ciencia mientras toma un expreso cortado en el café Rambaud, sin darse cuenta
frente a su mesa se sienta Cecilia de 29 años, esta lleva una falda color maple
y zapatillas rojas, complementando el atuendo con un suéter negro; se sacude involuntariamente
el cabello cortísimo, Mateo la nota, la vislumbra con curiosidad, pero ella no
se fija que esta conducta provoca miradas al azar. La pesadez de una mirada
siempre pone incomodo a quien está siendo observado; a Cecilia no le quedaba
duda de este sinuoso peso que le recorría la nuca y pronto cayó en la cuenta de
que algo le molestaba, acto seguido, encendió un cigarrillo para espantarse la
sensación, sin percatarse de que Mateo le ha clavado la mirada más intensamente;
este deja la mesa y se dirige a la de Cecilia. Un par de pupilas se encuentran,
unas miel, las otras marrón intercambian en pestañeos un “hola” mental que no
se desagrada al calibrar miradas.
Hay unos cuantos comentarios de presentación flotando en
torno a ellos y la invitación a tomar asiento se deja entre ver como una
posibilidad a algo de jugueteo; Mateo se
moja los labios al verle las piernas a Cecilia, sale de su erección cuando esta
le pregunta ―¿Has escuchado lo que te he contado?― el , titubeante responde ― si… desde luego, sigues enamorada
de ese hombre, que tiene casa en Cholula, y te quejas porque por mas alcohol
que bebas no logras olvidarle; al contrario
pareciera que intensificaras su recuerdo poniéndote hasta atrás con unos
cuantos tragos de tequila ― Mateo al ver que a pesar de que su soporífera
imaginación le jugaba una mala pasada, aun tenia buena retención de memoria y al
mismo tiempo ejercer el ejercicio de la percepción y contención de palabras a corto alcance; no dejaba de pensar en Cecilia puesta en
cuatro, acariciándole las piernas y penetrándole de la misma oscilante, manera,
que le inspiro el péndulo del reloj antiguo que se hallaba en el viejo cafecito
.
Cecilia que veía poca televisión jamás se dio cuenta que
hablaba con una eminencia del asesinato, Mateo se había ganado este sobrenombre
ya que en muchos de sus diarios describió más de 200 maneras de asesinar, eso
sin contar desde los métodos antiguos hasta los ya conocidos, se dice que recibió
cartas de la mafia rusa, los yakuza y de algunos sicarios felicitándolo por tan
magnífico trabajo enciclopédico , los asesinos le aplaudían a alguien que les pudiera enseñar o darles otra
vía de “educación” por así decirlo; el llegar a efectuar alguno de estos
procesos era todo un arte, ya que el asesino actúa por instrucción o por instinto,
cada uno tiene un manual personal, pero de vez en cuando no está mal amplificar
tu experiencia y conocimiento y que mejor forma que alguien de la misma calaña
y de tan alto rango, que en materia psiquiátrica se refiere, haga una
compilación de todos los modos de quitarle la vida sean dignos o no a alguno de
nuestros congéneres.
Sin pensarlo dos veces Cecilia pidió a la
camarera que le trajera
un par de tequilas, riendo le dijo a Mateo – ni creas que voy a dejar escapar
una oportunidad como esta, me has caído
tan bien, que hoy voy a celebrar el
haberte conocido – Mateo le sonrió, mientras miraba como Cecilia reía y
festejaba su descubrimiento mutuo, llegado el momento de brindar chocaron los
caballitos derramando un poco de licor en la mesa y lo bebieron de golpe – Wow
esta buenísimo, ¿pedimos otro? – dijo Cecilia acomodándose las medias que le
quedaban a medio muslo ; esta acción incito
rápidamente la mente de Mateo ,
haciéndole agua la boca, hace muchos años que no hacía el amor con una mujer y
propiamente llamarle así para él y no simple sexo , era porque la manera en que
miraba a Cecilia no era como fijar la vista en cualquier mujer solo por verle
las nalgas o el pecho, inclusive verle de frente era el primer acto de selección,
conociendo el rostro , y si es agradable a la
vista es la segunda instancia para iniciar el acercamiento, lo demás pura añadidura;
toda su figura tenia encantado a Mateo. La segunda ronda se presento, Cecilia
apresuro el trago pero Mateo la detuvo, tomándole de la mano, a su vez sumergió
las yemas de los dedos en el tequila y como si este fuese una fragancia le
impregno la muñeca a Cecilia, en seguida le lamió con la punta de la lengua, a Cecilia
le temblaron las piernas al escucharle decir a Mateo muy tenue en su oído ― Con
tequila o sin él voy hacerte olvidar que estas enamorada, yo … voy a mostrarte
lo que esa palabra de verdad significa― ambos se miraron y cuando estaban
próximos a un toque de labios, Mateo corto la inspiración pidiendo la cuenta, él
más que nadie sabía que el amor iba disfrazado de falda, con aroma a agave y la
seducción en la palma de la mano.
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