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miércoles, 18 de enero de 2012

UN DOMINGO SIN FÚTBOL

El creacionista del día.  PACO RUBÍN






La renta era el único sustantivo con género femenino que lo buscaba a la puerta. Y le tocaba para visitarlo, pero Pascual jamás le daba el gusto de pasar por su postigo.


Pascual tenía una deuda con Doña Flora.

Y la vida tenía una deuda con Pasual.

La vida y uno que otro día gris no le sonreían a la cara, el espejo del lavabo estaba estrellado, el piso andaba por los suelos, y la lluvia de esa tarde de mes era tan intensa, que hasta salía por los agujeros de la regadera por la que Pascual se daba la ducha buscando la dicha…

Con un ánimo incoloro, Pascual, esa tarde, ya tenía listas sobre la mesa del comedor todas las flores que había comprado a lo largo de veintinueve meses. Pensó que eran suficientes.

Era un domingo sin fútbol, así que la televisión del rincón no tenía qué contarle a Pascual y Pascual contaba el reloj esperando las seis de la tarde.

Tocaron a la puerta ese domingo, pero Pascual no esperaba la renta, ni esperaba ya nada de la vida, así que se quedó en la sala esperando únicamente las seis en el reloj sin esperanza.

Para quedarse con un buen sabor de boca, se preparó un café cargado con dos cucharadas de azúcar y media de olvido, son olvidarse antes de dejarle un hueso al perro, aquel que dicen es el mejor amigo del hombre. Pero no de Pascual.


En una servilleta y con letra temblorosa, Pascual escribió un verso de Neruda:

“sola, en la solitario de esta hora de muerte”


Y lo dejó flotando sobre la taza.

A Pascual lo había dejado la alegría…


Dieron las seis de la lluvia ese domingo de tarde, y sin miedo y con temor, Pascual tomó la corbata negra y la colocó sobre su cuello. Era lo único que le faltaba de prenda, para vestir completo el traje.


Pascual hizo el nudo de la corbata, apretándolo de tal manera, que parecería no le importó quedar colgado del perchero de la sala dejando viuda a su soledad y a la renta esperándolo atrás de la puerta.


Y aunque nadie buscaba a Pascual, él tenía la certeza que cuando la muerte lo encontrara, habría flores en su entierro.


La renta jamás volvió a encontrarlo.





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