"MPL– ¿Cómo es ahora tu perspectiva
de la poesía mexicana y en
especial de la yucateca, luego de tu estadía en el extranjero?
(…) En Yucatán no está pasando nada que
me llame la atención,
está igual que cuando lo dejé en 2013, hace no mucho. (…)
está igual que cuando lo dejé en 2013, hace no mucho. (…)
MPL– Entiendo. ¿Entonces cómo concibes
ahora el futuro de la escena literaria yucateca?
Me parece que por el momento seguirá
igual: la generación de los ochenta ya hizo lo suyo en Yucatán y ya están dados
los nombres de los que están trabajando constantemente, que son los que
aparecen en la antología Casi una isla,
que se publicó el año pasado (2015). Estos autores, sin embargo, muy poco
pudieron hacer por Yucatán (o acaso sea mejor decir: quisieron hacer). Muy
poco, porque, a pesar de que el resto de la República conoce el nombre de uno o
dos poetas yucatecos, no se interesa y desconoce realmente el panorama
estatal."
De
una entrevista a Marco Antonio Murillo (nacido en Mérida, Yuc. 1986).
¿Qué nos ha dejado la lectura de estos 12 autores nacidos en el sureste de este ombligo de la luna entre 1975 y 1996? Esperanza, libertad, diversidad, pluralidad. Un espacio para el reconocimiento de compartir las existencias. Reconocer al otro en el texto creativo. Porque es en la expresión escrita en donde la palabra dejará pasar el tiempo. Y es el tiempo el que al final pondrá en su lugar a todos los autores.
En este documento hemos agrupado a 12 autores situados en estas regiones kársticas. Los paisajes, las esperanzas, las melancolías de sus espacios vitales. Voces frescas y llenas de novedad en las que pueden, queridos lectores, ir descubriendo qué cosa es Yucatán, cómo se mira Campeche, cómo se descubre Quintana Roo. Porque en estos autores, cuyas edades fluctúan de los 41 hasta los 20 años, se miran los espacios de comunicación en que pueden descubrir sus necesidades de comunicación que nos ayuden a descubrir ¿para qué están escribiendo?
El escritor necesita recrearse en su entorno, alimentarse de él, y conocer el pasado mediante sus lecturas. Esta dualidad experiencial es la que le impulsa a escribir, para llenar aquellos espacios de la literatura que le gusta abrevar. Para los autores nacidos en la década de los 80, encontramos la voz de cinco mujeres, cada una con sus búsquedas propias de voz y realidades. Para las mujeres nacidas en la década de los ochenta, Ángel Nimbé es la más joven. Nace en Campeche, y actualmente radica en Cancún, Quintana Roo, como una clara muestra de la continua movilidad existente en la península de Yucatán, y desde ese recorrer kilómetros de selva define su palabra poética: " Yo, Dios y soy gusano, tecla y tinta de otro dios más fuerte". En una antología apenas accedemos a un fragmento de la obra de un escritor. Justo es que los antologadores y los autores vayan poniéndose de acuerdo con qué fragmento podría ser representativo de su obra, porque el trabajo literario de los escritores evoluciona con el paso del tiempo, y las lecturas. Abrevan en la vida cotidiana, como en los libros que comparten, esa búsqueda de la felicidad como derecho inalienable en el cual parpadean los instantes de sus lecturas. En el fragmento que expone Ángel Nimbé se observa el trazo de posibilidades artísticas con los que se mira a la sociedad y la percibe. El sentir el abandono y la búsqueda interior que no termina de fracasar. El desahuciado hablante lírico de Nimbé no logra salir de la depresión que el mundo le impone: la niñez, la familia, los amigos, los otros, la vida toda: "Este recinto blanco me sofoca. Debe tener el sabor del abandono. Con esta esclavitud deben vivir los muertos." La fallida esperanza que narra en sus poemas Nimbé, huele a derrota, a miseria, al abandono en el que uno se nutre cuando quiere llegar a lo más hondo de la tristeza. Uno percibe esa presencia marina, ese olor oceánico que rodea a la península. El espíritu de mar en el que la autora ha crecido, mar y religión como un viaje que se complementa en la actualidad de su mirada: "Vengo a ti como el rey de los ejércitos, para enfermarte como enfermé estas olas, provocar un nuevo amanecer aún más oscuro. Hay otro mar allá, tras esas sombras. Hay otro mar allá, cae en picada sobre la arista del cuadrado mundo."
Habrá que evidenciar que la literatura no tiene genitalidad. El género del autor no debe seguir siendo una validación para la creación literaria. Toda vez que la literatura tiene como primer objetivo la comunicación de ideas; con base en la estética, que cada quien determinará por su habilidad lectora y su experiencia como creador, asimilando las estructuras que mejor impulsen sus creaciones. Lo cierto es que, el género es una creación social determinada con base en las significaciones de cada persona sobre los infantes. El desarrollo de la literatura actual, contempla la validación de dichos pulsos sociales, y no es sino la capacidad de asumir esa postura, como cada autor se nutre de su entorno, y puede desarrollar su actividad creativa y creadora.
Lo importante en este ejercicio antologador que hoy tiene usted entre las manos, es el mostrar el trabajo de estos 12 poetas, afincados en la península de Yucatán. Las diferentes posturas que cada uno recrea mediante su intelecto, su capacidad para asumir sus lecturas, y la asimilación del trabajo creativo en el que logra plasmar su pensamiento. La antología Karst, solo aspira a reunirlos, a entregar parte de su obra ante los ojos censores de amantes de la literatura. No tiene mayores pretensiones que validar a los autores como escritores actuales de esta sociedad que hoy convive en la conjunción de tres entidades federativas diferentes. Autores que se conocen entre sí, y que caminan un tiempo y que por medio de este trabajo ha sido posible retratar.
Abrimos con la excelente muestra poética de Daniel Medina, autor de capacidades claras para la metáfora y la construcción del significante en cada verso. Daniel Medina marcha atento sobre su voluntad creativa, diferenciando en el oficio de escritor el momento justo para la lectura pausada, y para la escritura como reflejo de la reflexión. Enseguida Ariel López nos narra la contemporaneidad con esa soltura con que todo joven platica hoy sobre las drogas, la muerte, la violencia como un juego de niños. Y así mismo presenta en sus poemas esa fresca voz juvenil que tiene mucho de grito, y esperanza a través de saber resistir y levantar la voz cuando hay que hacerlo: "Voltéate periodista de arena, / La playa se tiñe del calor de la tarde / y eres el ojo carnoso cuya pupila absorbe". Melbin Cervantes es el poeta que canta, el poeta que cuenta, el poeta que continúa su búsqueda por un lenguaje como persiguiendo al dios que hay dentro de las palabras, con la finalidad de encontrarlo y ser así mismo dios. Con la fatalidad asombrosa de matar al dios para ocupar su lugar como creador. La batalla que Melbin ha comenzado se puede paladear en sus textos: " Sobre ríos que no cesan / viaja el lenguaje." El autor sigue sobre ese río, no navega en él, se deja arrastrar e incluso nada entre esas aguas buscando las orillas, buscando asentar el pie firme en la ribera. Ese perseguir el silencio que todo autor requiere, esa búsqueda que jamás cesa: "Apagada lámpara, / en el olvido de la noche, / es la esperanza".
Pasamos la hoja, y llegamos a la poesía de Ángel Fuentes Balam. Con dos obras en su haber, Fuentes Balam ha demostrado que la poesía es material para la fuerza del espíritu. Si alguien pretendiera decir que la poesía no sirve para nada, Fuentes Balam le escupiría al rostro porque para eso igual sirve el poema. Para escupirlo, para gritarlo, para golpear en la cabeza. Los poemas de Ángel Fuentes Balam nacen de la certeza de tener los pies claramente asentados en el suelo. Fuera los disfraces, fuera los trajes de corbata, hay que sangrarse los músculos, lastimarse los nudillos en la construcción del verso, así, con esa rabia: "Entre sombras / intento asir el volumen de una garganta que siembra / un antiguo horror entre los hombres con su grito / de impiedad y lumbre."
La otra cara de la moneda poética la leemos en la obra de Ángel Augusto. Si Fuentes Balam es el fuego que todo lo consume, Ángel Augusto es la flama que sabe moldear el acero. Los poemas de Ángel Augusto son cantos y melodía, la mano que abre la bruma para dejar que la luz llegue a los jardines. Sus poemas son la naturaleza, la primavera que derrite las nieves e invita a la reflexión. Uno puede ver al poeta caminando en los jardines, junto a los riachuelos, con el pincel en la mano, dando color a toda la oscuridad que pudiera presentarse en el camino. El hablante lírico que Augusto construye, no solo porta la luz, es la luz que hace vivir a la rosa, la que hace brotar el agua de la roca. Y hasta de las tinieblas de la tradición y el erotismo, el autor enmarca la claridad de su espíritu: "Mi sexo soporta el peso abrumador de tus caderas / Como el peso del mundo / Como el peso de todo lo obsceno / Como el peso del gozo"
Damos vuelta a la hoja para entrar al mundo poético de Alejandra Sustersick. El trabajo de Sustersick planea entre el amor, el desamor, el erotismo, y la amistad inquebrantable. Las preocupaciones literarias de la poeta se perciben en la autoconstrucción del Yo. Cada parpadeo-poema es un espacio físico y lírico para que la imagen sea una parte del cuerpo. Su anatomía se encuentra desperdigada entre los versos de su obra, haciendo de cada poema una estructura corporal independiente en el que la autora enhila sus espacios vitales. La casa, la ciudad, el espacio abierto, el paisaje, los elementos de la naturaleza: fauna, flora, aire, agua, la energía se percibe en el trabajo que Sustersick nos presenta.
Manuel Crespo nos recuerda la voz poética de Fuentes Balam, al menos en la energía con la que se construye el discurso. En el poema de Crespo vemos otro espacio mental creativo. Como escondiera la mano izquierda mientras escribe el poema con la mano derecha, dejando la izquierda para nuevas oportunidades literarias de sacar el aullido. Crespo es un autor empeñado en que la literatura sea balsa para sortear el río de la vida. Leer a Crespo es abrir el refrigerador, tomarse una cerveza, y leer con calma. Luego tirarse sobre la pareja y llenarla de besos y mordidas al por mayor.
Para entrar al trabajo de Daniela Eugenia debemos permitirnos la ensoñación. Desde su primer texto titulado 'Matices' la autora hace de la imagen su herramienta que invita a mirar con los ojos de la poesía el caminar del hablante lírico a través de la ciudad. Daniela podría situar su verso entre la poética de Ángel Augusto y Melbin Cervantes. La suavidad y la cadencia del verso se palpan y en ese vaivén prosódico se construye el sentimiento que termina por derramarse en la lectura.
La generación de nacidos en los ochenta cierra con el trabajo de Anel May y de María Jesús Méndez. Los temas de actualidad se presentan en ambas autoras. Los textos intimistas y confesionales de Anel, brincan en la crudeza de la sociedad que se retrata. ¿Qué somos los humanos sino los parásitos y la ruina de las demás especies? Aquello que no queremos ver terminamos por espantarlo de nuestro camino. Y desde ese espanto es de donde se convoca la realidad de la mirada de la autora. María Jesús Méndez en cambio intenta conciliar su individualidad con una sociedad en la que se sabe centrada. Busca dentro de su verso esquivar el encono social para caminar con la cabeza en alto sobre el discurso de su voluntad: "Por momentos, ingenua / me visto de sobreviviente."
Esta reunión termina con el trabajo de Roberto Cardozo un autor que usa el texto poético de manera más coloquial. Aunado a sus influencias literarias, se ocupa de la actualidad, de los problemas y dramas cotidianos: "La noche te despedaza / te va desmembrando poco a poco."
La constante en este grupo de autores acá reunidos es la libertad, la multiplicidad de pensamientos y la diversidad de ideas. La flama que no se extingue en la renuncia a lo establecido, a las autoridades. En Karst se deja constancia de esa muerte de dios, que es la muerte de todo aquello que pretende ser norma causadora de culpas, y se rompe con eso que busca doblegar a los espíritus. Los autores antologados, parecen renunciar a ser víctimas y a ser participes de odios. Se muestran resueltos a vivir y dejar vivir, a leer y dejar leer. No intentan establecer fricciones insanas de valores arquetípicos, sino que soslayan la imprecación del tiempo, sobre los pasados errores y se ríen de todo aquello que intente limitarlos. Tal cual lo ha apuntado Mario Pinda en su poema 'Discurso de un ciudadano más': "Camaradas / hermanos de huella / las calles nos pertenecen / Sangre quién sangre / (…) Basta de resistir / es momento de avanzar a la victoria de pasos interminables / No vamos a respetar los semáforos que impusieron los invasores / patadas al rojo hasta que sea verde / verde de nosotros // Camaradas / Descalzos y valientes / aplastemos las banquetas de los invasores / el asfalto es de nosotros / Recibamos el sol de la mañana caminando / ni un paso atrás / Sangre quién sangre." El espíritu combativo es el que permea en las hojas de esta antología, ese mismo espíritu que se narra en la aulas, que se dibuja en el consumo de libros, obras de arte, filmes. Y sangre quien sangre, hay que seguir caminando, sin más temores a la noche y a la oscuridad. Los autores convocados en esta antología lo han ido descubriendo. Llevan el parásito de la literatura metido entre los ojos, contaminando su sangre. Y solo el empeño podrá decir a dónde habrán de llegar con este impulso que ahora se les brinda al reunirlos y sacarlos a la luz de otros lectores. Porque en Yucatán las antologías no han sido pocas. Las más recientes se pueden nombrar a partir de La voz ante el espejo, para continuar con Nuevas voces en el laberinto, y llegar hasta el trabajo de Casi una isla, para ceder paso a la que hoy tenemos ante nuestras manos.
La literatura en la península de Yucatán es de alta calidad y tiene exponentes tenaces y de gran constancia. Por ello podemos establecer que la década de los nacidos en los sesenta está representada en la poesía por Jorge Lara, José Díaz Cervera y Álvaro Chanona Yza. En la narrativa por Carolina Luna y Carlos Martín Briceño. La década de los setenta en poesía está representada por Lourdes Rangel y Ena Evia, y en narrativa por Will Rodríguez y Roberto Azcorra. Los nacidos en los ochenta están representados en poesía por Manuel Iris e Ileana Garma. Autores cuya obra poco a poco irá formando parte del corpus de la literatura yucateca. Y hay muchos más nombres a los que usted puede acceder con calma, y que nombrar nos llevaría algunas cuartillas.
Alzan la mirada, y frente a ellos se vislumbra el camino de una carrera literaria que tiene que ser recorrida. Ser escritor no es cosa fácil. Ser escritor no es un disfraz para agradarle a un selecto grupo de personas. Ser escritor es tener conciencia de la creación de personajes, historias que formarán un mundo diferente, a donde viajarán aquellos lectores que habrán de consumir un trabajo, en busca de hallarse a sí mismos. Ser escritor es una gran responsabilidad que tiene miles de recompensas diarias, en el conocimiento y la experiencia que implica la calma observación del mundo que nos rodea. Ser escritor es, incluso, una gran carga que pocas veces deja descansar. ¿Estás preparado para serlo? ¡Que el tiempo ponga en su lugar a los poetas!
Poetas
de la Planicie Kárstica: Escritores de la Península Yucateca en 2016 /
Antología Reunida por: Adán Echeverría y
Mario Pineda / 12 autores nacidos entre 1975 y 1996
1. Daniel
Medina. Mérida, Yucatán, 1996.
2. Ariel
López. Guatemala. 1992.
3. Melbin
Cervantes. Cancún, Quintana Roo, 1991.
4. Ángel
Fuentes Balam, Mérida, Yucatán, 1988
5. Ángel
Nimbé. San Francisco de Campeche, 1988.
6. Ángel
Augusto Uicab. Mérida, Yucatán; 1988.
7. Alejandra
Sustersick. Mérida, Yucatán. 1985.
8. Jesús
Manuel Crespo Escalante. Temax, Yucatán. 1984.
9. Daniela
Eugenia. Mérida, Yucatán. 1980.
10. Anel
May Salazar. Mérida, Yucatán. 1980.
11. María
Jesús Méndez. Mérida, Yucatán. 1980.
12. Roberto
Cardozo. Yucatán, México. 1975.
Daniel
Medina. Mérida, Yucatán, 1996. Cursa estudios de licenciatura en Literatura
Latinoamericana por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). Ha publicado Mímesis para Gusanos (LCE, 2015). Premio
Nacional de Poesía Joven Jorge Lara 2014 por Templo de la fiebre; Mención de Honor en Premio Internacional
Caribe-Isla Mujeres de Poesía 2015 por Casa
de las flores (publicado en colectivo junto a José Landa, Françoise Roy y
Raciel Manríquez). Mantiene el blog: ensayoprimitivo.blogspot.com
Breve
estudio sobre un poema dañado
y vemos que todo lo ya visto
no era nada.
Miguel González Gerth
a)
Dejo
caer
este
poema
entre
los pies
de los
que ya no vuelven.
Lo
dejo correr
como
agua picada en la lengua
de los
muertos: lo libero.
Olvido
su nombre
y
relación con la materia.
Él no
busca la luz
ni la
floristería;
prefiere
a los parásitos.
Teme
regresar
a la
misma orilla en que
lo
hallé mendigando,
teme
los bautizos y las siembras.
Este
poema
–potro
desbocado,
gota
de tumba,
tierra
en embriaguez–
no
sabe de vocablos.
Dice
nunca haber oído sobre dioses,
mucho
menos de pájaros.
Dice
no conocer a los poetas.
b)
La luz
no cae sobre este poema.
Hace
mucho
que no
llueven gotas de maná
por
los rumbos:
árboles
secos,
tesitura
de ángeles
y
rocas.
Una
música de tundra
agita
los pinos entumecidos.
La
primera
raíz
del verso
es
herencia de un barco roto;
Barco
débil que es montaña y desnudez,
barco
que es una mujer dentro de otra.
c)
interrupción
Este
poema
toma
muchas libertades:
ha
drenado la médula
de
esta página
–la
preñez del verbo–,
ha
incinerado la columna vertebral
de
estos apuntes.
La
idea inicial de este poema
ya no
es clara.
Por
tanto
debo destruirlo.
Ariel López.
Guatemala, 1992. Licenciatura en Biología por la Universidad Autónoma de
Yucatán. Con Violeta Azcona y Fernando Vázquez fundó el taller literario Espías de la interzona.
Un trazo de muerte:
Allá viene
lucifer,
cayendo con
toda su orquesta iracunda.
Allá viene la
carcajada repleta de dientes,
herido de guerra apunta
en el delirio,
anciana
derrumbando muros con un mazo
desnuda al fin sobre penumbras.
Allá viene la
corrupción con su mano erecta
rosando las
cuerdas que nos sostienen.
Gritaron todos el coro de la caída,
una lengua de
fuego nos aplasta.
El Arquero
Sus manos se
tensan en
posición
caligráfica,
sostiene el arco una vida
intermitente
en el
horizonte.
Al destrabar
el cerrojo
de llaves
fugaces
la voluntad
dispara
de los
músculos un rayo.
Eriza el
celeste en
ardiente
silencio,
escapan los
últimos
alientos de
sus
jaulas rotas.
Calor
derramado
en que descansa
la pluma,
su tintero de
corazones atravesados.
El sacrificio
para
Mateo Peraza
Voltéate
periodista de arena,
la playa se
tiñe del calor de la tarde
y eres el ojo
carnoso cuya pupila absorbe.
El que nota
las marcas de grilletes en el cielo.
Voltéate
periodista que se desmorona en la claridad teñida,
porque seguir
esa mancha rojiza es seguir una senda hacia el vacío.
Allá solo un
tráfico fantasma de ficciones,
palabras
malditas moviendo las olas y la espuma.
Es tu voz
periodista de los miedos
la que fuerza
el mecanismo del silencio,
amarre de los
pueblos a su tumba despicada.
Voltéate y devuélvenos
la sonrisa,
porque las
miradas son tendones amarrados a barrotes.
Tus puños son
de saliva y no de huesos molidos.
Abandona la
caldera donde cocinan el destino de los hombres.
Allá dentro
no hay horizonte sino muros de hierro y plomo.
No son de
arena los gritos que hierven a fuego lento,
ni las
carcajadas que machacan institutos y prisiones.
Son plumas
que sobrevuelan el papel en blanco,
tinta roja, libre
de la agonizante mezcla: agua salada.
Voltéate
periodista de arena.
Más allá del
sol abierto como costra, aureola de las almas en pena,
hay un
cuchillo dentando sobre tu cuello.
Esa playa de
huesos molidos es una mano empuñando tus alas.
Ellos me vieron a los ojos:
Ese chico de
allá vive a unas cuadras, vende chicharra.
Habla de los
días perdidos en el pozo del tedio,
de abandonar
el tiempo para dar más espacio a la luna,
lámpara que
fisura los murmullos en el barrio.
Un deforme se
tira en la calle 60 todos los fines.
Hace tiempo
dejó de interesarse en el hambre.
Ahora su
mirada vuela hacia destellos,
piernas
bronceadas, faros anclados en manos sonámbulas.
Se dedica a
navegar el calor que fluye sobre la brisa,
aliento de
una ciudad que lo digiere.
Dos
vagabundos en una banca intercambian sonidos que
podrían ser
mero lenguaje.
Nosotros, los
pájaros sin alas,
retenemos sus
manos con la mirada.
Puede que no
estén ahí realmente y solo queden sombras.
En aquella
casa una santa bendice
el derrumbe
constante de peatones sin mapa.
Delante de
ella un templo gigante de barrotes y alabanza.
cuartel del
cielo que impide migrar el cansancio a su reino.
La santa
detrás de una reja, detrás de la noche.
Astillas,
lanzas de precisión asceta.
Estacas de
luz clavadas en la piel escamosa
del centro de
una ciudad.
Trozos de
vida mancillada que se mueven
en la marea
de sudor.
Jinetes
perdidos atravesando avalanchas
con el filo
de su semblante.
o.
Melbin Cervantes.
Cancún, Quintana Roo, 1991. Ha colaborado en revistas literarias digitales
como Sak-ha de la Escuela de Escritores de Yucatán, Bistró
Magazine, literatura y poesía y Válvula Magazine. En 2015 obtuvo mención
honorifica en el concurso de poesía Flores a Cozumel, y en 2016 segundo lugar
de Narrativa Memorias de Una Isla. Autor de Las huellas que dejó el silencio
(2016). Actualmente radica en Cozumel.
El lenguaje de la piedra
Sobre ríos que no cesan
viaja el lenguaje.
El castigo Agamenón es vestir de culpa.
Empapar nuestra frente de hiel
empujados por el frío de la noche
a un acantilado de pesadillas.
Comer el pan de la gangrena,
el beso árido
de la mortandad.
El jadear de los caballos es fuego latente.
Nos persiguen. Los jinetes y sus espadas.
¿Somos cobardes?
¿Habrá defensa para nuestras faltas?
El lenguaje de esta piedra que tenemos
por corazón: sólo sabe nombrar
vitupera lo sagrado.
El castigo Agamenón es ser nuestra propia ruina.
Sigo las huellas que dejó el silencio
atiendo en suspenso las voces de la playa
que llamean entre el fuego líquido del Caribe.
Leviatán desea jugar en estas aguas,
trayendo cantos y sollozos.
La gran serpiente baja sofocada de los muros
blanquecinos del cielo,
conmueve la marea; en su vientre,
nacen de espuma: golondrinas blancas.
Veo caras en la linfa agitada de los cangrejos de pardo flabelo,
devorados por la clara serpiente.
Soy tan solo un rostro de brillo que dura el instante
vientre azul vertido al mar.
Entre piedras y silencios, la oscura noche vuelve,
paseando su vestido de marismas y vientos,
la marea me regresa a los restos calcinados de la playa.
Puedo seguir buscando, el cuerpo del silencio.
Lo encuentro agitando, borrando, las huellas,
repartidas en la médula de la arena.
Primera nota
Un rayo para destellar el horizonte
enciende este poema
que está colgándose del cielo
Mira la redondez del mundo
entre la cálida cortina de la lluvia.
El mar está tranquilo, y te dice: «Detente».
Te detienes y me detengo.
La espuma brinca hacia nosotros
bañando nuestros muslos
presas de los pantalones color caqui
del trabajo nocturno en el centro comercial.
Queremos desnudarnos, pero no nos creemos tan libres.
Mis manos atrapan el canto de gaviotas,
lo guardan en tu templo de mármol
entre gritos que laten y golpean mis costados,
donde caen sobre la cama acuática
sin chapotear.
Hay algo demasiado confuso,
niebla,
en el vaivén de los botes,
está dentro de mí
y no deja iluminarme.
Me miras y me tomas de la mano
: «Algún día te compraré
un candelabro más hermoso
que la luna y las estrellas».
Hoy ya no estás más junto a mí.
En mi casa hay una zanja cavada
para enterrar al mundo.
Para protegerlo de sí mismo.
Las pupilas no pueden mirar
más allá del abandono.
Solo se retuercen mirando
a la luna blanca sabotear
el baile de las estrellas.
Adelanto unos pasos con miedo
y trato de tomar al mundo
pero es imposible moverlo,
de su trono de muerte
y de su sueño de guerra y profecías.
En mi casa hay una zanja cavada
llena de lágrimas.
Ángel Fuentes Balam.
Mérida, Yucatán. 1988. Director de teatro, escritor y actor. Egresado de la
Licenciatura en Teatro de la Escuela Superior de Artes de Yucatán. Autor de los
poemarios: Melodía tu engranaje quieto, y Cruóris o la rabia que fuimos. Ha
publicado en las antologías “Pyramid”
U.S. Poets in México, NYC., “Small Claim of Bones” Cindy Williams, University
of Southern Maine, “Cuéntanos tu locura” Ediciones Arriba del Pegaso, “La
memoria de los días” Ediciones O, “Dramaturgia Express I” SEGEY. Ha sido
colaborador de cuento, dramaturgia y poesía en revistas como “delatripa”,
“JUS”, “Almiar”, “Sinfín”, “El mollete literario”, “Círculo de poesía”, “Río
Arriba”, “Ariadna-rc”, “Morbífica”, entre otras. Ha trabajado como maestro en
artes en escuelas privadas y públicas, así mismo como profesor de teatro y
creación literaria en el CEAMA Yucatán.
LA NOCHE NO TIENE BRAZOS, solamente espuma
que arrastra las últimas vacilaciones de mi
cuerpo;
soy ola que golpea el gran peñasco de la
soledad,
erosionando su piel, su angustiosa capa de
caídos
dientes que recogió de mis soñares hoscos.
La noche no tiene brazos que sujeten mis
hombros ni mi nombre,
carece de manos que acaloren mi pelambre.
Entre sombras
intento asir el volumen de una garganta que
siembra
un antiguo horror entre los hombres con su
grito
de impiedad y lumbre.
La noche no tiene brazos que sostengan el
mundo,
ni dedos para hacer la cruz.
La noche no rodea, materna, mi espalda rota.
Los perros aúllan plegarias para extinguir la
luna.
Entre amasijo de uñas y arena conservo las
caricias de la noche.
Nadie rasga los vidrios de mi habitación o mi
opaca faz.
Yo recuerdo cuando le amputé los brazos:
quiso amarme.
PESTILENCIA
Álgida penitencia tendrán los amorosos,
caracoles en cuyo laberinto sufre hambre
los niños del sueño,
cuando el aliento del diablo reconstruya la
arboleda muerta,
desde sus sangrientas raíces hasta el fruto
del saber.
Las estrías de la tierra son canales donde
violenta pasa el agua,
arrastra pueblos y héroes, canciones
fundacionales y encíclicas,
animales domesticados, huertos, corazones que
anochecen…
Y en esa inexorable furia los cuerpos
luchan para no decirse
adiós.
¡Malditos los que se funden en secreto!
En vano intentarán resistir la tormentosa
vejez.
Esta vida ruge como perra pariendo camadas de
alfileres,
debería arrebatarlos en un torbellino de
vergüenza y sal,
caracoles en cuyo laberinto sufren hambre
los niños del tiempo.
Entre serpientes y lenguas nuestra piel
madura,
sólo para cubrirnos de la miserable llama
que nos habría convertido en dios.
ARIADNE OCEÁNICA
A mi hija, Luz Ariadne Fuentes Leyva.
Caí en el mar con las alas chamuscadas por el
sol,
y profundo laberinto de ojos, me hizo hombre.
Una estampida de blancos elefantes
se extendía arriba del océano, surcando las
montañas;
allende brillaba la ciudad fantasma que yo
era,
vibrando hasta el infierno con sinfonía
furiosa
que ninguna oreja oyó.
Y podía tocar las bestias de vapor, soplar la
niebla
que se surge del aliento en los amantes
rotos,
subiendo a la estratósfera e infectando el mundo;
amasar la campesina tierra cual si fuese
barro simple,
curar la verde herida
de la madre, destrozar al antojo cada reino
en este valle
sin eco.
Todo fue minúsculo. Fui aquel dios que juega
a matar sus criaturas y reír al acto
para no llorar de soledad.
Navegando las constelaciones de la sangre,
de la ira y el amor, fruto de silencio
vuelto carne adusta que en el vientre se
revela,
naciste con la muerte del invierno:
el frio has erradicado,
colocándote en lugar del astro rey.
Será entonces que podrán sobrevivir mis alas,
ya que tu calor
anima;
vierte en la naturaleza un hálito de magia
desde las microficciones de las mariposas
hasta
la gran cumbre del Vesubio que extraña a su
Pompeya.
Sé que mi corazón es un volcán
al que tus olas apagan dulcemente;
bastaría una gota de tus ojos
para extinguir mi sed, hasta que muera.
Respiras…
respiro…
Tu madre emocionada nos escucha.
Sabe que inhalamos el goce perpetuo de la
lluvia,
que exhalamos nuestra pena para distender la
piel;
ella y yo
somos manecillas de un reloj divino
cuya última hora
serás tú.
Endeble Atlas, cargo el mundo:
los árboles me susurran en la nuca
canciones que entonaré para que duermas;
los ríos escurren por mi espalda
y se evaporan al contacto
con las ardientes alas que me regalaste
luego de caer.
Me ofreciste un esqueleto nuevo y tibio,
músculos resistentes a las dentelladas de la
vida
y este par de alas de fuego.
En ti convergen estrellas meridionales y
boreales,
la energía de los polos, hielo eterno y magma
puro;
además en tu saliva nadan las ballenas,
los gigantes calamares
que se tragaron mil antiguos barcos,
las tortugas de caparacho diamantino,
algunas sirenas del tamaño de mis dientes,
que, dentro de un nautilus,
edificaron un castillo en espiral.
Eres el centro de los centros ceremoniales,
el núcleo que regula el giro del planeta
–eres el agua en el cuerpo de sus
pobladores–,
y la inmensa luz que hoy lo recubre.
Acaricio el lomo de aquellos blancos elefantes,
participo de tu grande estancia, de tu
primacía;
me conviertes en dueño de la nueva creación:
este sublime sostener el universo
con mis dedos de niño atribulado
y –felizmente– en lacrimoso acto
alzar el vuelo, rebasar el laberinto,
fundirme, hija, en tus radiantes olas,
besar tu frente y con dolor paterno
hacerme, en la caída sin fin: hombre.
Ángel Nimbé. San
Francisco de Campeche. 1988. Poeta, periodista y promotora cultural. Estudió
Literatura en la Universidad Autónoma de Campeche. Actualmente cursa la
maestría en Creación y Apreciación Literaria en el Instituto de Estudios
Universitarios. Becaria Pecda en su emisión 2012. Autora de Las danzas de la
serpiente, premio estatal de poesía 2015.
Leptomar (las bitácoras del desahuciado)
Día
Primero. El dolor y la luz
Me interno en un recinto blanco parecido al insomnio. Hay brújulas que apuntan a mis venas. Me entierro en una leche espesa, papilla que mis tías, con rostro informe y gris, servían de alimento.
Tengo el cuello rígido, congelado en un gesto hacia las nubes. A qué sabrá la luz sobre lo blanco. Al tocarla con la lengua me derrite.
Tengo fija la mirada en las paredes y no consigo ver afuera de mí mismo. Con esta luz deben vivir los condenados.
Recuerdo a medias, un relato de mi infancia, sobre monstruos que poblaban los abismos, pero en éste solo habitan los espejos, ninguna cara entre esas sombras reconozco.
Este recinto blanco me sofoca. Debe tener el sabor del abandono. Con esta esclavitud deben vivir los muertos.
Antes de aquél entierro era octubre. Recordaba a mis muertos con las velas que otros me enseñaron a encender. Estaban ahí los diablos a los que me encomendó la abuela ─con sus colgajos rojos─ desde antes de mi concepción.
Me pregunto si soy el único maldito de mi estirpe.
Día
tercero
Salta el pez de la fiebre en los canales de las arterias. Debería ser un celacanto, monstruo de épocas extintas atorado en los capilares, rompiéndolos de uno en uno.
Mi cráneo ya no soporta su contenido. Más de un siglo de antibióticos me duelen.
He decidido acabar conmigo. Me arrojaré en el siguiente risco al estómago del mar. Busco ahora un precipicio entre las sombras. Tal vez el pez interior, rabioso por la sangre, anhela la inquietud del agua.
Suero.
Reposan un instante las arterias, antes que un nuevo latido las sacuda.
Debí hallar el mar hace mucho y destruirlo. Intentar beberlo o vaciarlo en otra parte, como tratamos de exorcizar los miedos de la infancia, el terror que nuestra casa se destruya y nos devore el fuego uno a uno, o que acaso nos invadan otros rostros.
Así cómo intentamos vaciar esos miedos en los años para que los olvidemos, aunque sepamos que siempre tememos la finitud, perder lo amado, aunque tenga ya otro nombre.
Sueño.
Alguna vez mi madre dijo que debí matarla en su vientre. Que fui como esos niños casi engendros de monstruos que aparecían en el insomnio.
Nunca creyó, hasta no verlo, que devorara las cabezas de las aves, cuyas alas aún se agitaban en mi boca.
Mi mejor amigo tenía el cuerpo diminuto y delgado. Era un niño blanco como solían ser las princesas de los cuentos. Tal vez cuando crezca halle un hada y se case. Tal vez se acuerde de mí, que solía devorar los corazones de los lobos.
Mi mejor amigo de la infancia se desmayaba a ratos. Mucho tiempo bajo el sol le hacía desvanecerse. Solía cargarlo y correr hasta ponerlo a salvo de las patadas de los otros que hacían leña del caído. Aunque su cuerpo era extrañamente resistente.
Mi amigo solía saltar de los techos de las casas y siempre caía de pie. Cobraba por el show lo que un paquete de galletas o un juguito.
Estoy seguro que de haberlo yo intentado algo en mi interior se hubiera perdido. El pez de mis arterias no está hecho para soportar el duro embate del asfalto.
Cómo arde.
Duele abrir los ojos, contemplar en un instante todo el cauce de la vida, como dicen los creyentes que miran a los desahuciados.
En alguno de esos viajes veo las paredes de mi infancia, los troncos rotos de árboles donde solía enterrar a los conejos.
Trato de repasar mi vida en un intento de convencerme que no siempre fui un monstruo. Que alguna vez olí una flor para apreciar más sus contornos, no para rellenar la piel de aquellos seres que se pudrían en el patio.
Creo que mis intentos de felicidad ya fracasaron, murieron desde la primera vez que abrí los ojos.
Cuentos
de hadas desgraciados
I
Mamá me dijo que
el hombre de arena no es real,
que no morderá mis
juguetes,
ni jalará mis pies
si resbalo
cuando juegue en
el columpio a medianoche.
No me arrastrará a
su reino de morfinas
debajo de la cama
ni me convertiré
en una de esas niñas
a las que a veces
se les caen los ojos
que los rincones
devoran.
Mamá me contaba
cuentos
pero nunca creí en
ellos demasiado
ni alcancé a oír
uno con verdadero final.
Pero en mi sueño
los caballeros morían
y otras batallas
quebraban a las princesas.
Por la noche me
despierto y pregunto por mamá.
Y no la encuentro.
La bruja gana,
indefinidamente.
II
Ella había dicho
que no temiera al rayo
ni a la oscuridad,
que no vendrían
soldados a
incendiar la casa,
ni los entes
deformes
saldrían de los
charcos de agua sucia.
Ella mentía.
III
Mamá me dijo que
un día a todos nos llegaría la muerte.
Que un día ella,
papá y el gato cerrarían los ojos.
me habló del
último destino,
pero nunca
mencionó el abandono.
Ángel Augusto
Uicab. Mérida, Yucatán; 1988. Fue incluido en la antología #ESCRIVIVE-PLAYA
(GRECA, 2016). Ha publicado en revistas como: REVARENA, FACTUM, Monolito,
Cirrosis, Bitácora de Vuelos, Cirrosis. Desde marzo de 2016 participa en revista
delatripa: narrativa y algo más con su columna Koo´ten Xook (Ven a leer).
Plenilunio
Sentado
en la cornisa
del tiempo
miro la flor
plateada
que se abre
en la noche.
En
defensa propia
Aclaro que maté a
la rosa
no por sus espinas
sino por bella
Tanta belleza
no cabe en las
manos
ni en los ojos
Tanta belleza
a veces duele
Duele en los
pétalos
en las manos
en las pupilas
Por eso
la estrujé entre
mis dedos
con toda la fuerza
con todo el amor
que puedo dar
Lloré
lo juro
y en el llanto
brotaron pétalos
espinas
hojas
el sentimiento de
alivio
que solo la muerte
de algo que amas
y duele
y se duele
puede provocar.
X-Tabay
Al caer la noche
la cigarra canta
un fuego baila
lento
una botella de
licor
X-Tabay, mujer
hermosa
tu piel de lirio
tu pelo como la
noche acaricia tus pies
tus pechos cerros
voluptuosos
Siento el deseo
ilícito de tomar tu carne
siento tus manos
descubriéndome
siento tu olor a
x´tabentún que me embriaga
Los tecolotes que
tienes por ojos se reflejan en mis ojos
Mi sexo soporta el
peso abrumador de tus caderas
como el peso del
mundo
como el peso de
todo lo obsceno
como el peso del
gozo
Tus cabellos,
látigos que surcan mi espalda
tus uñas, espinas
que se clavan en mis hombros
tus dientes,
pencas de henequén atraviesan mis labios
La noche me
aplasta
deja caer su
obscuridad sobre mí
Por la mañana
por la mañana el
rocío de la ceiba
hormigas rojas
brotan de mis llagas.
Cuando
se acepta amar, se acepta sufrir
El amor:
son tus lágrimas
pétalos de rosa atardecer
que llenan el cuenco
que forman mis manos.
Libélulas
Alguien viene de
noche
y reemplaza mis
ojos
por un par de
libélulas
Las libélulas
mis ojos
mis oji-bélulas
besan el reflejo
de la luna
en los espejos de
agua
Y los cuencos
donde pertenecen
mientras tanto
quedan vacíos
Mis oji-bélulas
no regresan
hasta que el frío
matutino
casi congela sus
alas
Cuando retornan
se posan pétreas
entre mis párpados
como si nada
pasara.
Alejandra
Sustersick. Mérida, Yucatán. 1985. Licenciada en Comunicación.
Agonizando
En la uniformidad de mis recuerdos
en parámetros superpuestos híper-puestos
de mi ser consciente de sí mismo
de sus extremidades reflejas
del jugo de tu sexo y tus dedos en mi boca
estallando
de mi luz tu luz tu miedo
con las manos húmedas de frio turbulento
el temblor nocturno nos sostuvo
Una secuela entona llanto en violines
deslizándose suavemente
por la eternidad de las cobijas mojadas
apretando el puño el grito mudo y el desglose
del sentido se alarga
He de gritarte desde el centro de todo
para sobrevivir nos
—recoge mis restos en tiritas dispersas se
han volado
pronto dejaremos de temblar—
¿Y si mis pensamientos son tintineantes
acordes de piano en pentatónica?
¿Y si temo perderte espuma rosa flor de loto
atisbada por el tiempo?
porque al perderte
me ahorro el
capítulo del desagrado
II
La consecuencia de mirar hacia atrás ha sido
placentera
los círculos de luz que emanan de la puerta
del cuarto
expanden
luminosidad al viento
Cierro los ojos
la cabeza es antena de neuronas
torcidas entre su propia nitidez de
luciérnaga explosiva noche
así el flash back
así la neurona palomita de maíz
¡pop!¡Pop! ¡POP!
Te vi manosear mis piernas
mientras mi vagina temblaba
tartamudeante estrella en firmamento placentera
la verdad es que nunca había llegado tan
lejos
la verdad es he nací flotando en universo
paralelo
la verdad es que no hay verdad ni mentira
oídos sordos
sordo momento cuando sonaron las botellas en
el suelo
otra vez silencio cuando tus ojos
cuando tu mano en todo hueco mi lengua en todo hueco
penetraste agonizando vimos que se fragmentase el cielo
mis caderas en escurridizas vibraciones
destellos siderales
abro los ojos
continuamos desnudos
las sábanas aun mojadas
se refracta por la ventana
el cielo
la observo y de cabeza
bocarriba
se refractan cargadas de grises
las nubes
se refractan cuando pasan
las aves
¿A dónde irán?
III
Cantan cuando caen
las gotas de lluvia en el tejado
el chorro de agua salpicando el suelo
mojando el pavimento
mi
rostro
ensangrentado se deshace como gota submarina
en pecera de asfalto
A veces la analogía de la verdad no es
agradable
ninguna metáfora haría que se viera más bella
¿a dónde la vida de locos? ¿a dónde el soñador?
en el escusado se sentó a llorar escondido
tras una ciudad de roedores
que ególatras despellejan todo alrededor
¿a dónde la tumba del pasado los traidores y
los desolados?
¿a dónde la vida sin compasión sin alma?
Los intestinos de la tierra se deslizan
en nuestros pasos bajo mi cuerpo mordaza
sufro la precipitada muerte mientras grita de
dolor pero nadie se da cuenta
caminan demasiado rápido para percatarse como
de a poco se queda sin vida
Sus latidos se alejan
de su propia superficie
mis latidos se acercan al vacío
¿Qué ocurre con la desgracia?
¿Qué ocurre con uno mismo?
Maldición ¿qué le ocurre a éste mundo que
perdido se va hacia la nada?
¿Qué se ha hecho a sí mismo el hombre que ha
quedado hueco?
¿Qué se derrumba qué muere qué dispara?
Todo podría tener sentido
Todo podría ser un engaño
Una silueta temblorosa desvanece en mi
memoria ríe mientras se aleja
se convierte en insecto moribundo petrifica a
sus presas
Se las come
¿Qué pasa
qué ha sucedido?
electrones que forman fuego queman
mañana la incertidumbre
el pasado turbio enloquecerá a la luna
a los que caminan a media noche bajo su
agonía
Es abrir a la noche por las patas y perdernos
en su orificio
evaporar sentidos en olores ambiguos
es como regresar a abrir los ojos
recordar ensimismar gritar con rayos y luces
de sabores
es desconocer temer reír desquiciar y turbar
masacrar
perseguir
amar
perder
seguir
olvidar
traspasar
Agonizando en los tobillos
pensando grieta
piedra lobo
aullido
Se vuelcan astros
De espaldas boca abajo la vía acuosa del
recuerdo
ensordecido viento acicala un trozo de
alucinación
Se Parece a Ti
cuerpo del cuerpo voz de voz
corrosión de fluidos y voltaje
roen desde el sitio desconocido
herirpenetraresconder
caerá desnuda la tarde celeste de un cuadro
en un balcón
una escena de dos cuerpos translúcidos
colores adentrados
colores en la piel del planeta que grita
insoportablemente tiembla
en la profundidad del cuarto
en el espejo
donde ya no reconozco mi rostro
donde ya no me hace sombra tu cuerpo
en el sofá donde te esperé diez años
un florero roído por el viento
lleno de cenizas
Paisaje negro azul
la boca repleta
del viento que atardece
a lo
lejos un muelle con luces
(verdes y rojas)
¿Quién estará gritando al otro lado?
¿Quién permanece desnudo sobre el
muelle? -quién-
¿Qué deviene la materia del sol y de la
aurora?
Se encajan los zumbidos de mil hombres
enroscándose en el agua
el aroma del azar
la nostálgica llamada
ensangrentada
luna que revienta
cayendo sus pedazos en el agua
Estoy perdida en mi propia mente
en mis paisajes
En
lo
oculto
Estoy trotando en el viento y lluevo
y me deshago
y los hombres
y las mujeres
son igual de grandiosos
se encapullan y se besan
se despiertan entre ellos
No callan pertenecen a un gemido perpetuo
un grito melódico
una sinfonía letal
un susurro de los dioses
un canto una alabanza
una imagen
La corteza del mundo
flotando
cortándose en el aire.
Jesús Manuel Crespo Escalante. Temax, Yucatán. 1984. Colegio de Bachilleres Xoclan (Cursó dos años en la Licenciatura Literatura Latinoamericana en la Universidad Autónoma de Yucatán) Ha publicado en revista electrónica sinfín y delatripa: narrativa y algo más.
ANAMORAMIENTO
DÍA LUNES
Hace un buen de mal
que no me escribe
ni yo le hablo
pero hace más de un buen de bien
que callo muchas cosas
que me las guardo
aquí en el corazón
en el hígado
aquí en los pulmones
y que no se escapa para nada
ni quiere paraqué
sólo hace un buen de mal
que no la miro
que no la espero
que no la olvido.
DÍA MIERCOLES
Esta soledad no es mía
ni esta tristeza tampoco
ni esta nostalgia, abrazadora; puta, coqueta.
Ni estos versos a lado mío
ni esta mujer desnuda
que me empierna la vida con su cuerpo,
con su risa sonrisa, sus labios,
con sus besos y mis besos.
Esta mujer nunca será mía
ni queriendo, ni soñando,
nunca será mía, sólo mía, siempre, jamás.
Pero, obvio que sí,
yo siempre seré suyo, siempre,
y en casos generales que me olvido,
triste y borracho,
en algún recuerdo como éste.
DÍA JUEVES
Si bien, esta noche es una sola noche
pareciera que al cerrar los ojos
fueran muchas noches en un sólo sueño.
Pareciera más allá de aquí
que todo fuera una sola tristeza
para muchas nostalgias
hasta un sólo recuerdo el que me jode
con su existencia y su insistencia.
Pero no, amor que duermes y sueñas sin mí,
nada es una sola cosa, ni tu ausencia,
ni la noche, ni mi insomnio.
DÍA DOMINGO
Qué triste es estar solo
refugiado en los brazos del frío
haciéndole el amor al tiempo
fumando la ausencia
bebiendo gota a gota el silencio
el espantoso silencio que amena la llegada del olvido.
Qué triste es
estar solo.
Saberse solo,
sentirse solo, mirarse solo.
Caminar por los pasillos
mirando el reloj
(como si se esperara algo)
muriendo de nada,
soñando contigo.
Qué triste es
estar solo
refugiado en los
brazos del frio
buscándote a mi
lado, esperando tu cuerpo desnudo.
Pero es aun más
triste darse cuenta
despertar al otro
día y lo mismo.
Daniela Eugenia.
Mérida, 1980. Profesora de literatura a nivel bachillerato. Columnista en el
portal de noticias Encuentro Digital. Practicante de yoga, y aprendiz de
fotógrafa, escritora y editora. Ha publicado narraciones y poemas en portales y
revistas electrónicas delatripa: narrativa y algo más; en la revista Arché
(Colima); Diario del Sureste (Mérida, Yucatán), Blanco Móvil y Xilote (Ciudad
de México), Agitadoras y Almiar (de España).
Matices
Un
edifico alto, vigoroso
asoma
a la distancia
y
los matices de la ciudad me abruman
Tanto
sufrimiento, tanta miseria
me
pregunto ¿seré parte de ello?
¿alguien
me mirará con pena?
En
cada esquina las flores se marchitan
el
niño con la caja de chicles y cigarros
ese
anciano que todas las mañanas
me
pide una moneda
la
mujer del bastón mastica un pan
y
lo ciegos agitan sus canastas.
Todas
las mañanas los mismos caminos
la
pobreza desprendiéndose
y
el ruido de mis tacones
hacen
eco a cada paso.
Es viernes
las
gotas de lluvia golpean la ventana
la
humedad danza entre mis piernas
como
tus dedos lo hicieron alguna vez
¿Recuerdas?
días
de agua interminables
de
aquella mujer limpiando la azotea
y
tus manos trémulas recorriendo
los
espacios de mi cuerpo.
Es viernes y llueve,
Recuerdo…
nuestra
existencia se unía en el sofá
y
el ruido de las goteras
se
perdían con los suspiros,
aquella
casa sus filtraciones
y
los libros a salvo sobre la mesa.
Esta
mañana gris
tú no comprendes la tristeza de mi alma
que
se dibuja con cada gota que cae
no
es martes, ni jueves…
y
mi multiplicado amor evoca tus sentidos
cerraré
los ojos y pensaré…
Es
viernes y sólo llueve.
Tocarte es lo que se necesita
Podría
dejarte morir al declinar el día
Olvidarte
sobre una banca en una noche de abril.
tan
frío y tan lejano como te siento ahora
¡qué
importa¡
Tocarte
es lo que se necesita
fumarnos
un cigarrillo a las diez de la noche
o
mirar dilatadas tus pupilas cada mañana
Tocarte
es lo que se necesita
sentir
en mis manos el bullir de tu sangre
y
preparar el café de las siete
Son
las nueve y me río de mí
me
fumo el cigarro y me bebo el café
podría
dejarte morir
pero
te envuelvo con el calor
de
mis piernas
y
el dolor de las horas caídas
de
ausencia.
La
caricia a la ausencia
Yo
lo sé
eso
de no sentir nada, tener en vez de un corazón,
sombras,
rumores
olvidar
el beso de despedida
qué
más da.
No
tiene sentido prolongar la caricia
la
mañana empieza a clarear y las sabanas
son frías
Yo
lo sé
algo
en la noche nos miente
nos
hace pensar en un vago sentimiento olvidado
pero
nuestras espaldas lo dicen todo
tan
cerca y un abismo entre ellas
Yo
lo se
cuando
todo es metódico, sombrío
y
se besa la caricia sin sentir nada
Una
noche quédate en la soledad de mi océano
seamos
uno,
uno
con la caricia, con el beso, actuemos,
y
después, al despertar, vivamos desde el abismo del olvido
vivamos
sin saber el uno del otro
así,
tan lejanos,
que
si sabemos más morimos
que
si leo en tus ojos un poco de luz, me pierdo.
Yo
lo se
es
aun noche, mi ombligo cobija tus dedos complacido
hagamos,
hagamos
como que somos uno
como
que es lo cotidiano mi cuello sobre tu brazo
mi
pelo haciéndote cosquillas en la nariz.
Ahora
lo se
lo
siento, el palpitar de un corazón gris
perdido
sobre unos pasos que hacen eco
en
una calle vacía
de
una mañana como todas.
Anel May Salazar.
Mérida, Yucatán. 1980. Licenciatura en Inglés y Maestría en Español de la
Normal Superior de Yucatán. Doctora en Investigación Educativa por la
Universidad Juárez COPESEC de Campeche.
Juramento
Juro
por Dios, por mi vida
Y por
todo lo que soy,
Que
haré oídos sordos a tus palabras,
Que
haré inmune mi cuerpo a tus caricias...
que
mis labios renieguen de tus besos...
que
mis ojos ya no busquen más tu imagen...
Que
haré lo posible, por sacarte de mi alma,
y
hasta lo imposible, por dejar de amarte.
Rincón
de luna se llaman tus besos,
que encienden la luz de mi
alma,
triste y sombría y
derrama lágrimas de plata a
la noche.
Rincón de luna le llamo a tu
cuerpo
que habla el mismo idioma
que el mío
y siempre responde a su
llamado.
Rincón de luna llamo a tus
notas
que inundan mis oídos
me transportan a mundos del
peyote
me hablan de tus tiempos...
del mar la vida el silencio.
Y extasiada por la luz de la
luna
bailo alrededor de ti
ataviada del color de los
sueños
emprendo la carrera a tu
mirada
al compás del firmamento
convirtiéndonos en huracán
tornado,
nos confundimos y nos
deshojamos...
Cuando la calma llega
me quedo dormida en un
rincón de la luna
soñando de nuevo con tu
cuerpo...
Serpentina
de asfalto
Te miro serpenteante y
caliente
mientras las ruedas del
vehículo
atraviesan tus entrañas.
El viento me golpea el
rostro
más no mitiga el calor
-bochorno-
El vapor que tú despides
ante el sol del mediodía.
mientras avanzo y te miro
Otro conductor me rebasa
y pienso ¿será que te
observa?
¿que te siente? ¿será que a
él también
le haces fiestas?
Mientras te observo
parece que me retas
tu poder me invade
y quiero dominarte
dominar la velocidad
del silencio
El acelerador se hunde bajo
el peso
de mi pierna hasta el fondo.
Quiero vencerte
para que me admires
y no sentirme menos
a tu lado.
Y comprendo
que eres noble y bondadosa,
similar a ese destino...
tendré que atravesarte
divago conduciendo.....
María Jesús Méndez.
Mérida, Yucatán. 1980. Ingeniero en electrónica por el Instituto Tecnológico de
Mérida (ITM).
No.
No, si las risas
estruendosas son maullido de mi gato.
No, si soy quien olvida ¿de
verdad pasó? la que inventa sensaciones
de noches pasadas.
No, si tengo que insistir en
limpiar paredes impregnadas de últimos abrazos.
No, si quiero esconderme y
apagar el sonido de las horas.
No, si quiero gritar:
¡el sol quema demasiado, el
mar escupe, el viento sólo es brisa!
No, si digo adiós y camino pisando mis
huellas,
retorno continuo.
Redes
Este cerebro mío,
masacre con desvelos
recurrentes.
Neuronas sin lágrimas miran
el sepelio,
mis piernas no se mueven,
mi mente en otra sintonía.
Telarañas se pegan a mi
piel,
lo ignoro porque no es
tendencia.
Aguardo una posición del
GPS, que el otro responda,
que su corazón lleno de
sangre, escupa humanidad.
Por momentos, ingenua
me visto de sobreviviente.
Es inútil, ingresó
“Enter”,
el telón abre de nuevo a 32
pulgadas.
Realidad
Frente a mí, un closet,
a la izquierda, un pedazo de
cielo.
Las casas de interés social
arrasaron el canto del gallo,
aun las lágrimas por el
cambio de pañal,
no topan un minuto de mi
reflexión.
¿Soltar las sábanas?
¿Por agua caliente, por días
libres?
No
mejor funcional como ayer,
nada de maquillaje,
antitranspirante en las
axilas,
uniforme,
clotch,
y acelera.
Pasadas las nueve
los niños ya no desfilan al
colegio,
y mi trabajo sigue siendo
un contrato de ocho horas.
Roberto Cardozo.
Yucatán, México. 1975. Es profesor de matemáticas. Ha publicado la plaquette de
poesía En los ojos la noche (El drenaje, 2011). En revistas de poesía como Rojo
Siena (2014) y se le puede leer brevemente en la antología de Microrelats Negres
del Centro Cultural La Bòbila (Barcelona, 2012). Participa en el Consejo
Editorial de la revista delatripa: narrativa
y algo más. Incursiona en el cine como realizador y guionista con el
cortometraje Espejo Retrovisor (2014)
y en el marco del FICMY 2016, como el Festival de Cannes, estrenó el
cortometraje En Venta, que marca su
debut como director de fotografía.
DECIR ADIÓS
Cuando agitas las
manos para decir adiós, estás borrando los recuerdos.
EL FRÍO MUERDE
a veces más allá de la piel
y yo me refugio en la calidez de tu boca.
YO ASESINÉ AL DIABLO
y me amarré su cola en la cintura
para espantar a las buenas conciencias.
UNA NUBE
al sur de la ciudad
relampaguea incesante
malhumorada
solitaria
y no quiere anunciar la lluvia.
INÚTIL.
"Escribir poemas es tan inútil como la vida misma"
Marco Fonz
Y yo escribo para el día
inútil también
en que la muerte y yo compartamos la taza de café
cuando de mí quede una fotografía triste
que no puede huir de la veladora.
En esta vida en la que todo es en vano.
DEJÉ DE SONREÍR
a los que me visitan
y no me conmueve
una lágrima
y una flor
depositada
sobre mi cabeza
de piedra.
SALA DE ESPERA
Esta es una sala de espera
es una herida abierta que los doctores no detectaron
dicen que estoy enfermo de algo
el medicamento no funciona
cierro los ojos
duermo
finjo que duermo
camino por el jardín de cerezos que un día me dijiste
me pregunto qué pasaría si estas personas
se dieran cuenta que mueren
cada vez que se alejan
y me quedo con el frío
y con mis muebles incómodos
Esta es una sala de espera
los verdaderos enfermos llegarán a la hora de visita.
TRAICIÓN.
Comenzaron a brotar flores en mi cabeza
carnívoras
dolorosas hormigas marchando sin prisa
cada una con mil historias
que me he negado a escribir.
Ahora devoran mi cuerpo
desbordan mi piel sobre ríos de lava
me reclaman
me enjuician y declaran culpable
me castigan explotando por los poros
como dolorosos partos epidérmicos
Son las palabras
y las he traicionado.
GÉNESIS
Cuando la rabia desborda
salpica sangre mierda semen
y esas cosas que ustedes llaman lágrimas
cuando la rabia comienza salpicar tinta
desgarra la hoja en blanco
en la herida se abre la boca
el dolor fecunda el espacio vacío
de las cicatrices nacen libros.