El creacionista del día. Carla Brunni
No pude haberme mirado así,
el antifaz que mordía mis miedos
y me retraía cada día al despertar.
Mi vida a trozos,
despojada,
cundida en una feria de chicharos
quemando mi rostro.
Salpullido peregrinado
en fila india y con hachas
dispuestos a verme doler hasta las venas.
Una agonía impredecible,
sin azúcar,
y dos pesos de lágrimas de cristal.
Escamas de oro,
y en mis ojos el mar,
el espejo es mi enemigo
y todas las demás.
No hay eco que susurre como el viento
la cura de esta enfermedad,
que utopía degenerativa
que como arruga se disemina
hasta en polvo quedar.
Nada perdura,
el amor se va,
el tiempo se va
y yo me voy con el.
Corro el rimel barato
y el labial que en sangre confundí
los matices de mi reflejo
solo miran con desdén.
No pude haberme mirado así,
el antifaz que mordía mis miedos
y me retraía cada día al despertar.
Marzo15, 2015
C
jueves, 26 de marzo de 2015
jueves, 19 de marzo de 2015
La máscara del pez
El creacionista del dia. Georgina Mexía-Amador
A Emilio le gustaba ir
a pescar al lago quieto y gris que estaba cerca de la escuela. Me fascinaba
mirarlo desde lejos hasta que tuve el atrevimiento de cargar con mi caballete y
mis óleos y pintarlo a la orilla del lago. Cuando se dio cuenta no dijo nada.
Solo miró largamente el boceto y una sonrisa escapó de sus labios abultados.
[El agua turbia de mi sueño es el fango de mi inconsciente.]
Tardé tres semanas en
terminar el cuadro. Pinté el lago con la más amplia paleta de grises que pude
combinar. Emilio aparece de pie con su caña de pescar. Lleva una gabardina
amarilla y larga que le cubre hasta las rodillas. En lugar de su rostro, descansa
en sus hombros la cabeza escamosa de un pez anaranjado, con los ojos viscosos, abiertos,
desnudos.
Al
anochecer, los gansos que habitan alrededor del lago graznan horriblemente. Los
vigilantes nocturnos dicen que no son los gansos, sino la banshee. El cuadro tardó en secar más de lo normal y cuando por fin
secó, unos cuantos días después, se empezó a desprender la pintura. Incluso
hallé algunas gotas de agua al pie del caballete.
[No sé por qué ella pintó ese cuadro, pero me horrorizó descubrir que es
exactamente igual al sueño que tengo todas las noches: estoy de pie a la orilla
del lago, pescando, y no puedo soportar la vista de mi rostro sucio y maldito
en el agua turbia. Entonces saco con mi caña de pescar una enorme cabeza de pez
que coloco sobre mis hombros. Me convierto en una especie de Dios Pez y sólo
así logro esconder el lodazal de mis pensamientos cuando escribo.]
La pintura sigue
desprendiéndose del cuadro, y donde debiera aparecer la cabeza del pez hay una
mancha informe y negruzca. No sé qué pasa. He usado los materiales de siempre.
[Mi inconsciente quiere salir todo el tiempo y cuando me convierto en el
Dios Pez de mi sueño sólo logro que todas mis pulsiones oscuras y sucias se intensifiquen.
He intentado el retiro, la meditación, pero el lodo de mis profundidades no
hace sino empujar las puertas con que lo encierro para querer salir. Y ella, al
pintar ese maldito cuadro, no ha hecho más que adivinar mi pesadilla.]
La tela del cuadro que
hice de Emilio está oscureciéndose, y otra vez hay agua sucia alrededor del
caballete. Esta noche una tormenta azota la escuela y los sauces que hay
alrededor del lago se agitan como los cabellos de una bruja que agoniza en la
hoguera. Los gansos graznan horriblemente: dicen que anuncian la muerte.
[Las palabras me controlan cuando escribo, como si fuera su esclavo, y
me conducen a los sitios más oscuros de mí mismo. Busco entonces el trance, la
transformación, como los antiguos brujos y chamanes, y me visto con mi máscara
de Dios Pez para que todo lo que salga de mí emerja a la superficie sin culpa,
como un barco naufragado y limoso que ha estado sepultado durante siglos. Sólo
con la máscara soy libre y puedo dejar de horrorizarme de ser lo que soy.]
Llevamos tres días de
tormenta y ventarrones. No podemos salir de los dormitorios. El lago plomizo se
agita y tiembla, y los gansos graznan en la madrugada como una banshee hambrienta.
[No puedo seguir fingiendo. Ni siquiera sé quién controla mis
pensamientos. Las palabras no transmiten lo que dicta mi consciencia, sino que
escupen todo lo que guardan mis rincones más oscuros. El pez simboliza la
verdad profunda que se oculta, y finalmente descubrí que en mi interior habita
la locura, la entrega total a la muerte. Ella lo descubrió cuando pintó ese
cuadro, como si hubiera podido ver en mi interior. Es inútil esconderme de mí
mismo. El lago que arrojó mi reflejo en sus aguas turbias se agita con la
tormenta. Las ramas de los sauces braman con el viento. Los gansos disfrazan
los gritos de la banshee que clama mi sangre. No los haré esperar. La pintora
me descubrió.]
La tormenta cesó al
cuarto día, pero nos despertamos con una inquietante noticia: los vigilantes encontraron
en la madrugada el cuerpo de Emilio flotando en el lago. Y esa misma mañana encontré
lodo al pie del caballete, y vi que la cabeza del pez que yo había pintado sobre
los hombros de Emilio había desaparecido. En su lugar se dibujaba un cráneo negro
con las órbitas oculares grandes y profundas, cuyas mandíbulas estaban abiertas,
en un grito de horror infinito. Pero no fue eso lo que más me sacudió: el
cadáver de Emilio estaba cercenado a la altura del cuello y, cerca de él, en el
agua gris del lago flotaba la enorme cabeza de un pez
anaranjado.
jueves, 12 de marzo de 2015
Ansias de silencio
El creacionista del día. Agatha Cervantes
La primavera es la época en que más recuerdo como fue que busque mi soledad, aun en contra de mi humanidad.
Hace un año exactamente, que mi querida abuela murió. Le cuide por mucho, muchísimo tiempo, y a pesar de que no se movía tan solo para ir al baño, su presencia iba acrecentando mi enojo, eso y su gato Salazar. Pase una semana odiosa, mi abuela no dejaba de pelear con su mascota, la cual maullaba y maullaba sin cesar expresiones gatunas de fastidio, como si ambos se reprocharan cuanto habían envejecido.
Ya no podía soportarlo. Los minutos no aliviaban mis ansias de soledad, ni los baños calientes, el te de la tarde, los libros, la música, nada, todo era inútil. Los infernales maullidos anexados a los gritos de mi abuela, fueron tejiendo dentro de mi cabeza la mejor manera de poder acabar con mi suplicio. Sin embargo, mi humanidad recitaba frases que hacían que cesara en mi empeño de convertirme en un monstruo - aunque yo pensaba que no era suficiente para poder detenerme - aún así menguó un poco la furia que me corroía las entrañas.
Fue entonces que aquel día, ese sábado lluvioso, todo se torció dentro de mi. Salazar y mi abuela discutían como siempre. Mi tranquilidad se evaporó y resuelta a acabar con el sollozo de ambos, dirigí apaciguadamente mis pasos a la cocina tomé un cuchillo y degollé al gato, para luego meter a fuerza de presión su cabeza en la boca de mi abuela; ella trato de gritar , pero la sangre de su amado gato le revolvió tanto el estomago que se ahogo en su propio vomito, sin contar que un paro cardíaco acabo con mi desazón.
Por fin silencio.
Arrastré los cuerpos hasta el zaguán en donde estaba un aljibe vacío, el cual ya no se ocupaba desde hace ya varios años, ya que la casa se había construido sobre las bases de una vieja fabrica. Deposité los restos de mi aflicción y cerré con llave. Para que no hubiera sospechas mandé poner cemento sobre el piso, eso, y un lindo azulejo color obsidiana.
El cadáver de mi humanidad reposa junto a mi abuela, mi querida abuela, pero por sobre todas las cosas amo muchísimo más al silencio, tanto, que ahora por fin puedo escucharme a mi misma.
La primavera es la época en que más recuerdo como fue que busque mi soledad, aun en contra de mi humanidad.
Hace un año exactamente, que mi querida abuela murió. Le cuide por mucho, muchísimo tiempo, y a pesar de que no se movía tan solo para ir al baño, su presencia iba acrecentando mi enojo, eso y su gato Salazar. Pase una semana odiosa, mi abuela no dejaba de pelear con su mascota, la cual maullaba y maullaba sin cesar expresiones gatunas de fastidio, como si ambos se reprocharan cuanto habían envejecido.
Ya no podía soportarlo. Los minutos no aliviaban mis ansias de soledad, ni los baños calientes, el te de la tarde, los libros, la música, nada, todo era inútil. Los infernales maullidos anexados a los gritos de mi abuela, fueron tejiendo dentro de mi cabeza la mejor manera de poder acabar con mi suplicio. Sin embargo, mi humanidad recitaba frases que hacían que cesara en mi empeño de convertirme en un monstruo - aunque yo pensaba que no era suficiente para poder detenerme - aún así menguó un poco la furia que me corroía las entrañas.
Fue entonces que aquel día, ese sábado lluvioso, todo se torció dentro de mi. Salazar y mi abuela discutían como siempre. Mi tranquilidad se evaporó y resuelta a acabar con el sollozo de ambos, dirigí apaciguadamente mis pasos a la cocina tomé un cuchillo y degollé al gato, para luego meter a fuerza de presión su cabeza en la boca de mi abuela; ella trato de gritar , pero la sangre de su amado gato le revolvió tanto el estomago que se ahogo en su propio vomito, sin contar que un paro cardíaco acabo con mi desazón.
Por fin silencio.
Arrastré los cuerpos hasta el zaguán en donde estaba un aljibe vacío, el cual ya no se ocupaba desde hace ya varios años, ya que la casa se había construido sobre las bases de una vieja fabrica. Deposité los restos de mi aflicción y cerré con llave. Para que no hubiera sospechas mandé poner cemento sobre el piso, eso, y un lindo azulejo color obsidiana.
El cadáver de mi humanidad reposa junto a mi abuela, mi querida abuela, pero por sobre todas las cosas amo muchísimo más al silencio, tanto, que ahora por fin puedo escucharme a mi misma.
jueves, 5 de marzo de 2015
ATARDECER EN EL PARQUE
El creacionista del día. Nicholas Gutiérrez Pulido
Sentado en
esta banca de otoño
con
profunda ansia, aguardo tu llegada
cuando el
cielo extiende su sombrilla
de lluvia,
por encima del corazón
me grita
con la voz del relámpago
su rosa de
los vientos arrastra hojas
muertas que
tu fantasma ha desprendido.
Mi única
amistad, es esa mosca
que quiere
caminar por la oreja
para
acercar su trompa al tímpano
Y decirme:
Ella
viene
cierne
ya
Mi corazón
se vuelca de alegre
Mas la
tormenta escucha aquel insecto
Y replica
con brisa en mis oídos
Ella jamás vendrá. Su cuerpo siempre será el
cometa de ruta
[excéntrica
en torno al pudor. Su corazón tornará en hielo,
para siempre,
[tus rosas
Y su alma, ese único hálito que el tacto podrá
catar con
[toda
lógica
¡Imbécil! ¿Acaso no lo ves? Su destino nunca
besará tus
[mejillas
Melancolía
ingresa a mi mente
Esta mosca
se aleja con zumbido
Dejándome
una siembra de ecos
en la oreja
Ella,
senda
ruta
luz
Entonces
se abre una
enorme grieta al poniente
De la
oscura nube de tormenta
brota toda
la sangre del ocaso
Me levanto,
dirijo mis pasos
rumbo a esa
herida en el tiempo
Ya no
espero tu ausencia, la busco.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)