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jueves, 9 de enero de 2014

SOLILOQUIO DE UN POETA ROMÁNTICO

El creacionista del día. Aleqs Garrigóz









Porque desde el principio cargamos un destino como lápida,
la ficción se nos mezcla en la sustancia, tiñéndonos las hebras
con el color de la sangre enfermiza.
Nuestros días en la historia son como una ligera llovizna,
como cuando la brisa arriba a la estepa desolada.

Somos amigos del girasol y del crepúsculo.
Caminamos inermes a la hora de los tardíos placeres.
Bebemos solos. Y la melancolía de ser es en nuestras venas
honda y permanente como los congelados mares.

Rosas, cortinas, palomas, ventanas, sepulcros,
horizontes donde la lividez vierte sus encantos,
jardines gloriosos donde los pájaros mueren,
fuentes, salones que son vacíos como la vida,
nos circulan lo mismo que carruseles en la mente.

Conocemos el encanto en la distancia,
el sabor de las lágrimas,
la textura de las cartas antiguas,
el olor de las habitaciones viejas.
Amamos la tibieza del hogar,
la magia de los otoños cayentes,
la somnolencia de la nieve.
Y somos tanto cómplices de los amantes feraces
y de su entrega indócil y plena
como de la belleza que muere.

Tiene el fruto de nuestros sobrios esfuerzos
un encanto innegable, ligeramente amargo,
que recuerda los vino seductores y transitorios.
(¿Compañero, como responderé a tu asentada certeza
de que es el miedo a la vida lo que nos mantiene tan vivos?)
Más que el teatro de nuestras subsistencias,
deberá ser la obra
nuestra acotación ante el hombre.

En algunos, el ímpetu arde como un sol cercano;
la fiesta los sonsaca con su olor a licor y sexo mezclados:
su paso en la existencia es igual que una orgía sin término.
Otros -los que lloramos aparentemente por nada,
los enamorados de la lluvia en la ventana-
andamos caminos poco fecundos
y, prensados en la mano de la nostalgia,
terminamos aprendiendo el suicidio.

Pues -se sabe- en nuestro pequeño círculo,
de algún modo o de otro,
se muere joven.



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