El creacionista del día. Gerardo González ... Aikas
Se quedó pensando detenidamente viendo el horizonte a través de la ventana del comedor. Parecía tener la mirada ida, como si no pensara o todo lo contrario, pensara demasiado. Hasta que sonó su teléfono
celular y tomó la llamada. Número desconocido.
‘¿Señor González?’ preguntó la voz por el teléfono. Se escuchaba bastante apresurada.
‘Si, soy yo’ hizo una pausa, ‘¿Quién habla?’.
‘¿Señor González?’ preguntó la voz por el teléfono. Se escuchaba bastante apresurada.
‘Si, soy yo’ hizo una pausa, ‘¿Quién habla?’.
‘Le hablamos del área de emergencias del Hospital Los Serafines’, una pausa como para tomar aire, o valor, ‘su esposa ha sido internada debido a un accidente automovilístico, requerimos de su autorización para proceder con la intervención médica’. Un breve silencio que le pareció infinito. ¿Accidente?, ¿Intervención?
‘Señor, la intervención es de alto riesgo pero es la única opción de salvarle la vida’.
Tras trastabillar un poco, hizo la pregunta. ‘¿Qué clase de operación se le tiene que hacer?’
‘Tenemos que hacerle un trasplante de cuerpo. Pasaremos su cerebro a otro cuerpo puesto que el daño corporal es irreparable, pero el cerebro aún se encuentra en condiciones’
- ‘¿Pero que diabl…?’ No podía creer lo que estaba escuchando - bajó la mirada para ver su reloj. 11.50pm. La fecha se veía borrosa. ‘Solo tenemos un inconveniente…’ dejo unas palabras al aire la persona al otro lado del auricular. ¿Acaso un cambio de cuerpo no es de por sí ya un inconveniente, qué otro inconveniente podía existir además de un trasplante de cuerpo?
‘¿Cuál es ese inconveniente?’ preguntó dubitativo.
‘Sólo tenemos cuerpos de hombres’ sentenciaron por teléfono al otro lado de la línea.
¿Pero qué diablos?, se dijo así mismo. ¿Accidente?, ¿Trasplante de cuerpo?, ¿Cuerpo de hombre? La cabeza le empezó a zumbar, no sabía que decir. No sabía ni en que pensar. Todo parecía una locura, totalmente salido de alguna mente alocada. La cabeza comenzó a darle vueltas.
Amaba a su esposa, claro que la amaba sino no se hubiera casado con ella, pero la amaba a ella, a ella completa, a ella a final de cuentas, no a un posible él. Pero no la podía dejar morir, no podría hacer tal cosa. Y sino tomaba una decisión pronta y rápida podría dejarla morir sin siquiera haber luchado.
Cerró los ojos para tranquilizarse pero los abrió cuando de pronto escuchó la voz de su esposa.
‘Entonces amor, ¿Si me aceptarías si me trasplantaran al cuerpo de un hombre?’ le decía su esposa con su dulce voz. La cocina lucía igual, miró su reloj y marcaba la misma hora. Una alucinación había sido en definitiva una alucinación, solía viajarse con aquellas extrañas suposiciones que le encantaban hacer a su esposa. Suspiró aliviado, miró a su mujer y le dio un beso en la frente.
‘Técnicamente estarías muerta, al menos por unos instantes, así que nuestro contrato terminaría’ contestó con una sonrisa en los labios, ‘Hasta que la muerte nos separe, ¿O no, amor?’.
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