Ese latir del tiempo tan real,
apenas lo siento ya, apenas.
Ese latir que te busca como
un viento huracanado y celoso
sobre mi alma de cedros y cipreses.
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En tierra dormida,
aquejada en sombras,
Tánatos e Hipnos me custodian,
y yo soy la jaula
donde no entra vida,
donde la poesía solo
es un aire de polvo enfermo
que sueña con mañanas.
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El tiempo de las heladas mató
las frutas que ahora pudren como jirones
de tierra marchita,
del tiempo, mi tiempo, tan febril
y tan invernal.
Días y noches que desgasto
en cuerpos distintos,
son dulces que se amargan
como frutas de temporada.
Coloreo el tiempo
en óleos disfrazados de silencio,
y es el silencio quien ahora
se hace fuego en mi pecho.
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Vuela sobre mí el destino,
se desbastan las hojas de papel
como hojas de árbol en mi otoño.
Vuela el destino en el cielo
como un capricho que no entiende de raíces,
que no atiende a esos
seres ajenos y herederos
de la arcilla y la lluvia.
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