No hay mano perfecta si en su andar no hay una piel donde dictar su geografía.
Estas manos son torpes en todo territorio
de tu piel morena.
Tan torpes, que en su paso siembran sólo caricias
que no suspenden trayectos;
tan imperfectas,
que sus dedos se internan en lo bellamente
clandestino de tu cuerpo,
en lo más condenado por el mundo,
en esa mina colmada de quimeras.
Estas manos son un ardid de caminos
que dirigen su ruta con la brújula
de tus suspiros. Tan torpes,
que no entienden de otras pieles ni entresijos;
tan lerdas, que olvidan lo durazno de tu piel,
que es el mismo paraíso donde dios anhelaría ser hombre
y soñar otros siete días e imaginar
una piel celeste como la tuya
que es vereda,
río de agua fresca,
nacimiento.
que dirigen su ruta con la brújula
de tus suspiros. Tan torpes,
que no entienden de otras pieles ni entresijos;
tan lerdas, que olvidan lo durazno de tu piel,
que es el mismo paraíso donde dios anhelaría ser hombre
y soñar otros siete días e imaginar
una piel celeste como la tuya
que es vereda,
río de agua fresca,
nacimiento.
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