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jueves, 21 de julio de 2016

PASIONES

El creacionista del día. Gerardo González "Aikas"















Su mirada es fija y sus ojos son como armas. No son grandes cañones sino más bien discretas pistolas que tiene su mira sobre mí. El primer disparo fue aquél cuando me miraron, el segundo fue cuando mordió lentamente su labio y, el tercero, cuando me preguntó:



―¿Alguna vez has luchado contra tus pasiones?



De su cabello rubio recogido caen dos mechones discretos a los lados, cubriendo sus orejas. Aunque uno es más abundante que otro, ambos parecen producto de un improviso chongo de cabello.




La pregunta resuena en mi cabeza, la duda ofende.




¿Alguna vez has luchado contra tus pasiones?




Te apuñalan con saña y con fuerza. Te hacen disparos a quemarropa sin importar si estabas listo o no, si estabas preparado o no, si estabas armado o no. Un conflicto, una guerra como cualquier otra donde no hay ganadores ni perdedores, solo víctimas.


Avanzan a veces como aquellos ataques relámpago de los alemanes durante la segunda guerra mundial, Blietzkrieg. Es un engranaje perfecto, un ataque certero, un golpe al hígado, una puñalada traicionera que entra a través de tu espalda baja y llega a los pulmones, evitando así que puedas gritar alguna llamada de auxilio, ni siquiera, una plegaria antes de morir.


Otras veces, son guerras de desgaste. Una batalla como la de Stalingrado donde el sacrificio de millones de hombres, el inclemente clima y los francotiradores escondidos, definen la batalla hasta con la más mínima acción.


¿Alguna vez has luchado contra tus pasiones?


En la batalla estás herido, no hay nadie cerca y es más probable que te encuentre el enemigo. Estas acorralado pero aun así luchas, como un rata encerrada, como un león enjaulado. Luchas, peleas con uñas, dientes, codazos y patadas, usas las armas que tienes a la mano y, si no hay ninguna o se te acaba el parque, robas de los cadáveres cercanos, sin importar si son amigos o enemigos, sin importar el estado en el que se encuentran. Sufres por sobrevivir. Te hieren, te hieres, les hieres. No puedes salir inmune. 



¿Alguna vez has luchado contra tus pasiones?


Placeres, carne, pecado, sexo, besos, caricias o lo que sea. Pasiones, claro que he luchado contra las pasiones.


Una guerra interminable en contra de uno mismo donde el apoyo o el desabasto provienen de un lado ajeno, de alguien que nos puede extender la mano para salir o simplemente para apuñalarnos por la espalda.



Quizás haya algunas victorias, pero he perdido mil batallas y, a pesar de eso, aún no he perdido la guerra.



¿Lucho contra mis pasiones?, pienso nuevamente y hago mal trago de ese sabor amargo que solo quienes han estado en la guerra saben reconocerlo.



―En este momento lo estoy haciendo, ―le digo con fuerza, con coraje, con todas esas emociones que me están comenzando a invadir― lo estoy haciendo.



―¿Quién ganará? ―me dice mientras mantiene firmes y sin titubear aquellas armas que tiene por ojos.




―Eso, ―le contesto―  está por sentirse.







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