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jueves, 23 de octubre de 2014

La Bruja de las Pupilas Frías

El creacionista del día. Agatha Cervantes 








Gretta  era una estudiante de secundaria con pocas expectativas de ser alguien de sociedad, por su capacidad de ver mas allá de lo que la gente ordinaria quería ver, era normalmente rechazada.

Su complexión delgada no le ayudaba mucho, al igual que su tono de piel casi blanco evanescente, solo le hacia destacar su larga melena rojiza, esa brillante lava ondulante de rizos que el viento despeinaba atraía las miradas de sus compañeros, pero nunca una que no fuera abatida por los comentarios que circulaban sobre ella: viene de una tierra extraña, dicen que mató a sus padres para tener vida eterna, es una friki no es nada original, antisocial, dicen que el corazón no le palpita por lo tímida que es, hasta en la mirada se le nota, es una torpe distraída, si evita a los otros es porque todo lo que dicen es verdad, tiene el cuerpo cubierto de escamas. 

Éste último comentario era reforzado porqué Gretta siempre estaba cubierta también en los días calurosos.



Gretta jamás había besado labios de su edad. Una tarde de noviembre, Óscar, el prefecto de la biblioteca pensó que seria buena idea borrar los rumores que se cernían alrededor de su predilecta; él era el único que hablaba con Gretta y compartían gustos y labores de materias, incluso alguna vez habían quedado para comer en la cafetería. En el instante en que 
Óscar y Gretta unieron sus inexpertos labios, una especie de ardor les subió al rostro, a  las manos y  al pecho como un torbellino. Así,  en un acto desesperado por finalizar el encuentro que fue interrumpido por sonidos en el pasillo, quedaron más tarde para continuar el romántico ritual en casa de Gretta.  

Óscar dudó al entrar, el recibidor tanto como la sala eran cálidos,  sin embargo un olor a ropa gastada se paseaba en el ambiente,  a lo cual Óscar no hizo caso alguno a su sensación de extrañeza , la calentura le nublaba la mente;  tanto a ella como a él pronto les estorbó la ropa y conforme intercambiaban besos húmedos y  rápidas caricias, las prendas caían hilvanando una atmósfera hirviente, no lo notaron,  sólo siguieron hasta que se descubrió lo que se ocultaba detrás de la blusa de aquella niña tímida y callada. Óscar gritó aterrorizado al observar que por la espalda de Gretta le recorrían incrustados sobre la piel una serie de ojos, todos y cada uno ellos centraron su helada mirada en él.


Dos horas más tarde se le veía a Gretta desnuda y feliz  frente al  espejo del tocador, peinaba el enmarañado cabello escarlata, en tanto entonaba una canción de un idioma desconocido; por su espalda al filo del torso,  figuraba un nuevo hermoso ojo azul violáceo, que le miraba con atención el pequeño seno izquierdo;  ella se dio cuenta y le susurró amorosamente:

- ¿Te gusto tanto? Ahora podrás mirar 
de mi cuerpo tu parte favorita. Te miraré siempre y tu siempre me mirarás.


El cuerpo sin vida de 
Óscar descansaba sobre la cama de la habitación y conforme el frió del próximo invierno entraba lo iba desvaneciendo soplo a soplo. Gretta, con una sonrisita en los labios se tragó de un bocado el ojo derecho para calentar su corazón.