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sábado, 10 de marzo de 2012

SOMOS MIRADA Y EL ESPEJO EL RESULTADO

El creacionista del día. Bernabé Alberto De Vinsenci




Ayer el paisaje estaba infatigable de oquedad, aun, mariposas oscuras ornamentaban la facción del día. La faz del cielo repudiaba al sol y las palomas olvidadas turbias, se refugiaban en las grietas inhóspitas saturadas de olvido, hambrientas de libertad. Algunos individuos se amenazaban asimismo bebiendo agua impura, mientras las plantas echaban raíces y se aferraban a la agria tierra. Los oídos gritaban y las voces callaban. Los pavimentos eran la incertidumbre, la desesperanza, el ensueño de la naturaleza. Una dimensión limitada. Las nubes parecían hablar, emitir un mensaje, salvar a la especie del ensueño, que ella misma había inventado y proliferaba cada instante más.


Las voces, el miedo, sucumbían en el fortalecimiento del alma de este ensueño, generando la alabanza de un dios intangible de vasto poder. Este mismo se había hecho tan inmenso que dominaba a la humanidad, sin que ella tuviera control alguno de su propia invención. ¿Qué es una consciencia esclarecida negada al rejunte del poderío humano? Alguien que percibe las formas distorsionadas, consumidas por un penetrante dolor, busca emergerse en una liberación utópica y encuentra a está en el suicidio.


Ese callejón se atribuía a las necesidades de él, el silencio, la incomprensión de aquellas palabras desgastadas y caídas en nadie, era un demente absorbido en su propio ser, atrapado en si mismo. Esporádicamente rearmaba en su cabeza la beatitud de una imagen en campos de ausencia, la analizaba y cuando el sufrimiento procesaba su presente la esfumaba. Las paredes eran su área, el cemento su difusión pesimista, encadenada por la realidad. Se levantó, aturdido en un éxtasis de disturbio.

-¿Hay alguien?-Preguntó, aferrándose a las rejas.

El eco se esparció estrepitoso sin llamar la atención a nadie, incluso el mismo viento se había resignado, el aullido cayó quedando contemplativo, comprendiendo las acciones cíclicas de vaivenes en vanos. Vio pasar sombras anónimas, con melodías de extremos agudos e instantes de extremos graves sin comunicación, sin fines de interpretación. De pronto oyó una sombra que lo nombraba.

-Soy tú…la metáfora ilusoria del espejismo-

Azorado retrocedió y cayó al suelo. De inmediato distinguió a quien tenía enfrente, de una manera más lógica se distinguió asimismo. En su caída sufrió un golpe que amenazaba su razonamiento. En una catarsis de negación grito, fatigando su aparato fonador, por lo que había empezado a sentir ardor cada vez más intenso. Los nervios cegaron su visión y todo se expandía sin definición de un mismo matiz, solamente oscuro. Permaneció inmóvil, sentado tomando su rostro esperó a la aurora. La consumición del ensueño eterno del cual él había quedado atrapado.

                                El único encierro es creado por quién se 
      
                          encierra…