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jueves, 20 de febrero de 2014

NATASHA

El creacionista del día. Gerardo González Vázquez





Miro a la calle a través de la ventana. Miro mientras tomo un poco de agua de una de las botellas que en algún tiempo compré y ahora reciclo con agua del garrafón. Frente, hay un edificio viejo, la pintura está un poco descarapelada de la fachada, los marcos de las ventanas se ven un poco oxidados y en los pequeños balcones de cada uno de los departamentos se ven arrumbadas bolsas de basura, macetas y en alguno de ellos hay, inclusive, una bicicleta estática para hacer ejercicio; ya solo el viento es quien la pedalea.

Son las 5:18 de la tarde y la luz que se ve ahogando en el atardecer se asoma a través del techo. Dos antenas de televisión de paga compiten en una esquina por la recepción de la señal mientras que 4 viejas antenas aéreas se mantienen moribundas inclinándose centímetro a centímetro en una larga lucha por no terminar en el suelo, como parte de la tubería que cruza en desorden aquellas alturas.

Algunos coches cruzan la avenida que nos separa sin percatarse, aunque sea en lo más mínimo, de mi mirada acechadora que más por ocio que por acecho, se clava en cada uno de ellos.

El aire también se respira aflojerado. Sin lugar a dudas es por el fin de año, se acercan las fiestas. Ya nadie quiere ir a trabajar sino que el principal interés es preparar la casa con adornos chinos, en el mejor de los casos, y comenzar a guisar los platillos típicos de la temporada.

Se siente como si los últimos rayos de luz de la tarde fueran los suspiros dramáticos del sol que sabe que mañana volverá a levantarse temprano, para no fallar a su puntual cita de las seis de la mañana.

Doy otro trago a la botella.

Siento la garganta un poco seca, los labios de igual manera. La nariz me escosa un poco por la contaminación de la ciudad, de la ciudad que es y no de la que era, de esta ciudad con efecto invernadero, muchísimos coches y muchísima contaminación.

No pasa ni un minuto desde que tomé el agua y siento aún seca mi garganta.

Me termino la botella mientras una de las puertas que abre hacia los balcones del viejo edificio de enfrente, exactamente el primero de izquierda a derecha en el segundo piso, se abre bruscamente y una chica sale de ahí. Es una extranjera a la que he bautizado como Natasha, por sus rojos cabellos. Esta ya lleva dos semanas en el edificio, parece que tiene hambre de conocer mi tierra. Gina, quien aposté toda su estancia a que era norteamericana, se había ido hace tan solo 3 semanas, se había ocupado rápido el edificio en esta ocasión pero, a pesar de eso, este año había ido bien el desfile de extranjeras, aunque solo en una ocasión se vio opacada por un hombre. Rolando, un fumador de marihuana que solo estuvo un par de días. El chiste se cuenta solo.

Todas salen por ese balcón en algún momento. Podría armar un histórico de las actividades de las visitantes este año pero eso ya sería demasiado, prefiero no tener evidencia. Todo en mi cabeza.

Me gustaría acostarme con Natasha. Me gusta su pelo rojo, su rostro blanco como la nieve y las pequeñas pecas que tiene en su rostro. Esas las vi un lunes por la mañana cuando subimos al mismo camión con destino al metro, pude percatarme más de cerca de todos sus rasgos, ese fue el momento clave para darle tan emblemático nombre.

Por las tardes cuando sale al balcón no usa sostén, sus curvas se ven redondeadas por la blusa con la que seguramente se acuesta, no conmigo, sino con su cama. La cual no es suya sino rentada pero, ¿Para que preocuparse por esas pequeñeces? ¿Qué manía tengo con los detalles? Ninguna más que la simple manía de ser escritor. Pero regresemos a Natasha. Tiene la voz dulce, los rasgos delicados, como si terminara en finas puntas de cristal todo su cuerpo. A través de la delgada prenda que se pone por las tardes puedo ver sus pezones remarcándose en la playera, han de ser pequeños pero filosos. Como si fueran un par de aguijones ansiosos a traerte hacia ellos.

Suspiro.

Soñaré con ella esta noche, me armaré de valor al día siguiente y la invitaré a salir. Tomaremos unos tequilas, comeremos unos tacos, un poco de cerveza y después tendremos sexo. Ese sería mi plan perfecto. Ella ser iría a seguir recorriendo el mundo mientras que yo esperaría a la siguiente, ansioso de descubrir que nombre podría ponerle. Pero llegará el día siguiente y Natasha ya no estará. Se habrá ido. El apartamento nuevamente estará desocupado por la tarde y esto lo sabré porque Natasha no se asomará por el balcón mientras tomo agua y miro a través del frío cristal de mi ventana. No estará fumando tranquilamente, sus pezones no se endurecerán ni levantarán firmemente, aunque sean unos escasos centímetros, su blusa. Ni hoy, ni mañana ni el día siguiente, ni después de aquél día…al final, estaré triste y desmotivado y todo terminará con las imágenes guardadas en mi mente mientras cierro los ojos y el agua resbala durante la ducha.

Solo.

Por eso clavo mi mirada hoy. Veo con detenimiento cada uno de sus movimientos, grabo cada una de sus curvas, tallo en mi mente su recuerdo. Si mañana no sale, podre saltarme todo el plan e ir directamente a la ducha. Así un día tras otro mientras no haya nada que mirar desde mi ventana.



Amanece, una ducha fría para despertar. Tomo el dinero del primer cajón del escritorio, paso a la cocina por un vaso de leche y tomo un paquete de galletas. Bajo las escaleras de los apartamentos y salgo a la calle. Cierro la puerta y me giro para cruzar la calle y tomar el camión. Subo, pago, el camión se arranca y se vuelve a frenar. Me siento en el único par de lugares vacío y después de pagar, Natasha se sienta junto a mí.

Mi corazón se acelera.



‘Hola Natasha’, le digo con una sonrisa sincera y un bulto en el pantalón.



martes, 18 de febrero de 2014

SABRÁS DEL SUEÑO



El creacionista del día. César Romero








SABRÁS DEL SUEÑO mujer espejo,
lo sabrás porque eras dispuesta,
El mundo se llenaba de otra hora
y éramos de una casa perdida
la que tal vez perdura
sin nosotros.

Pero es lo posible.
En el sueño
nos íbamos a dormir
con sabor a ubérrima piel
en la lengua

Y de mar a mar
mi lengua barca.

Entonces la caída fue un parpadeo.

Lo sabrás
porque tengo esto apenas:
una habitación blanca,
un par de libros
acerca del mejor poeta alemán
y un cuadro con Dios
creando el mundo.

La ventana resplandece,
tu piel resplandece,
el siempre se abre y resplandece,
sin que estés del todo
afuera.




jueves, 13 de febrero de 2014

Leda Cat

El creacionista del día.  Noodle Kattepón Váiz






Conocí a Leda mientras yo pateaba una piedra rumbo a mi casa, entonces ella me solicitó ayuda, pues se había quedado atorada en la rama de un frondoso árbol.

Me gustó desde que lamió mi cachete izquierdo y por la restregada de su frente en uno de mis hombros. Yo no sabía qué hacer ante sus extraños movimientos, lo único que se me ocurrió fue alborotar su cabello, Leda volvió sus ojos a mí. Eran enormes. Y, me gustó desde entonces.

Después de cursar el último año de preparatoria, Leda y yo decidimos buscar suerte en la misma universidad. Ella estudiaría la carrera de psicología avanzaba para tratar a mascotas con trastornos mentales, no comprendía bien por qué deseaba aprender una profesión tan extraña, yo ni siquiera sabía si hallaría empleo, pero decidí apoyarla de todas maneras.

A mí me fue muy bien, logré aprobar el examen para la carrera que seleccioné como primera opción. Ante el hecho, mi abuelita mandó a hacer un imán que tenía grabado el número de mi matrícula para ponerlo sobre su refrigerador.

Yo estaba contento, mi vida tomaba rumbo y comenzaba al lado de una hermosa señorita, en una escuela de aulas bonitas y un departamento que pagábamos entre los dos. El único inconveniente de nuestro nido de amor temporal era que Leda había adornado más de la mitad con postes de madera que tenían un largo cordel que sostenía en la punta una bolita de estambre, no existía un sólo rincón que no tuviera un gato en bulto; de porcelana, barro o construidos con chatarra. Demasiados gatos en la casa.

Resultó que cierto día rentaron el departamento que estaba justo frente a nosotros, el casero se alegró de tener llenó todo el edificio, Leda estaba poco contenta, la noche anterior pudo escuchar a los hombres de la mudanza meter los muebles y quien sabe que más cosas, pero lo importante. Escuchó los fuertes y vivarachos ladridos de un perro.

―No puede haber un perro tan cerca de nosotros.

―¿Por qué no?. Mientras no moleste la planta que tenemos en el pasillo todo estará bien.

―Sí… mientras esté lejos. Supongo que no habrá problema.

La primera vez que Leda hizo la imitación de un gato, fue cuando un pajarillo azul se detuvo a cantar cerca de la ventana del baño, ella dejó de cepillar sus dientes para acercarse sigilosamente al lugar, el pajarillo bailó un par de veces al verla, pero, se asustó de inmediato cuando Leda se erizó toda al tiempo en que emitía un Geeeee. Cuando el ave se hubo marchado, mi adorable novia dijo ―Miau, miau ―con algo de tristeza. La verdad es que no quise iniciar una pelea, Leda era muy sensible y hacerle bromas acerca de su comportamiento la hubiera puesto seria todo el día. Así que ignoré el raro comportamiento. Esa misma noche me dijo algo de lo más extraño.

―Quisiera atrapar un ratón. Te lo ofrendaría de trofeo.

―¿Y cómo piensas atraparlo? ¿Con una trampa?

―Claro que no tontito. Lo agarraría entre mis dientes y le apretaría con fuerza su adorable cuellito. Buenas noches.

Lo siguiente fue de lo más vergonzoso, todas las mañanas desde que decidimos vivir juntos, Leda y yo íbamos al parque que quedaba a unas cuadras del edifico a practicar básquetbol, aquel día fuimos cuando el sol ya brillaba tenuemente por todo el lugar. Nos divertíamos, tranquilos, normal… hasta que apareció la mariposa roja.

Las pupilas de Leda volvieron a hacerse enormes, luego lamió sus manos y comenzó a juguetear con el animalejo que hacía lo posible para escapar de los zarpazos de Leda. Mi novia comenzaba a llamar la atención de los que iban a practicar ejercicios matinales, yo intenté detenerla pero se me escapó rápido; iba a la velocidad del aleteo de la mariposa. Grité aterrado al ver que casi la atropellaba un vocho amarillo.

―¡Leda, por dios!

Me parece que fue la primera vez que discutimos hasta el grado de no querer vernos en días, ella se marchó a su casa con ojos llorosos. A la quinta salida del sol Leda regresó, pero no me habló, fue a nuestra habitación y se cambió de ropa para irse a la escuela.

Los problemas de actitud felina de Leda aumentaron cuando conoció a Rufo, el perro carlino pug de los vecinos, era en verdad una mascota adorable, aunque un poco peligrosa, no sé por qué rayos le gustaba dormir junto a la maceta que teníamos a un lado de nuestra puerta, Rufo era tan negro que se confundía con la oscuridad del pasillo sin luz, también salía de su casa tan rápido como los ratones huyendo de algún depredador.

Leda tropezó cierta noche con él, prendió la luz para ver de qué se trataba, el perrito ladró a todo pulmón, tal vez no le gustó la forma en que ella lo vio, especialmente cuando pronunció uno de sus tradicionales Geeeee y luego comenzó a perseguirlo por el pasillo. Su dueña y yo salimos casi al mismo tiempo, tuvimos que separar a los dementes a la fuerza. La espantada vecina metió a Rufo a su casa y nos quedó viendo realmente feo, yo moría de pena mientras Leda me rodeaba, restregando su cabeza y diciendo ―Prurr, prurr, maraurrr ―no pude hacerla entrar en razón y toda la noche durmió al borde de la cama, hecha bolita. También roncó.

Las correteadas entre mi novia y Rufo se convirtieron en el espectáculo oficial del edificio, nunca había tenido problemas con los vecinos, por vez primera odié al perro y al extrañó comportamiento de Leda, ¡ya no me parecía gracioso!

―¡Esto se detiene ahora mismo! ―le grité a ella cuando la vi tendida en el suelo jugando con la pelotita de un afilador de garras felinas color morado.

―¿De qué hablas? ¡Esto es muy divertido! ―contestó sin dejar de jugar.

―Leda. Escúchame ―dije, levantándola del suelo―. Me parece que necesitas ayuda, no está bien que continúes portándote como un gato. Creas un alboroto a donde sea que vamos, sin olvidar las veces que te has lastimado. ¡Incluso de gravedad! Así que ¡Esto se detiene ahora!

Deseaba con todo el corazón que entendiera, pero…

Ella se me quedó viendo, estirada a lo largo del sillón, bostezó un par de veces antes de pronunciar:

―Tengo hambre ―entonces se levantó para ir a la cocina a comer una lata con atún en agua y un vaso de leche fría. Y, por supuesto, ignorando lo que le había dicho.

El siguiente fin de semana decidí hablar seriamente con su familia, así que no dudé ni un poco en aceptar la invitación de Leda para ir a su casa. Sin embargo mi seudo discurso de psicoanalista se fue por el caño debido a la fiesta que había en su domicilio.

Todos estaban contentos. Bebían, cantaban y bromeaban. Perdidos en el alcohol de las cervezas, en los trozos de carne frita al carbón y la música duranguense.

Nadie se dio cuenta hasta que escuchamos el tremendo golpe, Leda se había caído desde la azotea de su inmensa casa, su delirio gatuno la llevó arriba… perseguía un pajarillo azul. Logró atraparlo, aún lo tenía en la boca. ¿Qué habrá pensado la pobre? ¿Que también tenía siete vidas?, definitivamente olvidó que era humana.

Lo triste es que no logró estudiar hasta descubrir cómo controlar su problema de personalidad. Ella siempre me decía que trataría de ayudar a los felinos atrapados en cuerpos humanos. Nunca entendí a mi novia que se creía gato. Y eso le costó la vida.




martes, 11 de febrero de 2014

SUEÑO HÚMEDO

El creacionista del día. Aleqs Garrigóz






El agua. El agua que resbala por las caderas
no soporta la risa del amor cantando
el encuentro de la realidad con su propia fantasía.
Y cada melodía que duerme escurre melazas tibias
que llaman a la lubricación y al desborde,
porque en el roce de tu pelvis con la pelvis de la almohada
germinan palabras suculentas,
dádivas de luz, manglares penetrables
para el ritmo concéntrico de tu ansiedad.

Tu aliento gime,
hacia el anchuroso mar del deseo, su vaivén de dedos
y el glande henchido con las consonancias
propias del secreto y la convulsión.
Lo demás, ese rumor dilatado,
es la sal que espera ser expulsada al mundo.

No hay más que esponjosas respuestas sin pregunta,
un delirio apretado al palpitar de un éxtasis,
una explosión de magia,
abismo hacia adentro de la dicha.
Así de sublime es.

No esperes a que el día toque las ventanas de la ciudad.
Porque ya amanece así sobre tus sábanas.

Respira cada vez más rápido; más rápido,
y ya llega, ya está aquí: es el semen…
el semen. (Otra vez el semen.)

jueves, 6 de febrero de 2014

DREAM ONLY



http://www.youtube.com/watch?v=-rQujGuTfCc



Este mes de Febrero es de los soñadores es por eso que se les hace la cordial invitación, a todos los creacionistas de las distintas ramas del arte y la literatura. Recibiremos sus creaciones a cualquier hora y día para hacerlas gustosas al publico desde la nube numero 9. Así que anímense y denos el gusto de leerlos, de compartir su singular estilo. Compartan ese sueño o varios en letras.

Gracias.

El creacionista. ^_^