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martes, 31 de enero de 2012

CASTILLOS EN EL AIRE

El creacionista del día. Marcela Patricia Vélez  Díaz.








El despertador sonó y Ana abrió los ojos, siempre sucede lo mismo, cuando estás a punto de resolver misterios. Detrás de la ventana la vida se escapaba, una ambulancia lloró a lo lejos. “No quiero ir a la escuela”, pensó, mientras la velocidad de los autos se sincronizaba al ritmo de su corazón…

El nombre secreto de Ana era Ala de Nube, su pasaporte para entrar al mundo de los sueños. Todo empezó el día en que el duermevela la llevó a un bosque, donde escuchó el canto del Uirapurú, entonces, ella pidió un deseo, volar y construir castillos en el aire, donde la vida fuera como el canto de aquella extraña ave …

Tic- tac, tic- tac, Ana deseaba tanto crecer, y al mismo tiempo tenía la sensación de que algo se le esfumaba en cada año de vida, tal vez aquella ave, o tal vez los castillos de sueños que alguien parecía robarle.

Ala de Nube llegó una tarde a lo más profundo del bosque donde el abismo le abrió las puertas del viento sagrado, pero el elfo guardián de la magia, la enredó entre las ramas de las duda… “volar” es algo imposible, una locura que te hará caer hasta ser nada.

¿Cuántas veces despertó Ana?, ¿Cuántos elfos? ¿Cuántas dudas? Cuántas voces le dijeron que ser escritor no es para cualquiera? Que no hay como pisar en tierra firme, con una carrera productiva. Así fue como terminó por ser contadora y contó muchos objetos que pesaban tanto y detenían su vuelo…

Ala de Nube chocó mil veces contra los icebergs de la realidad, entonces lloraba hasta derretirse, pero al día siguiente el sol la llevaba de vuelta a las alturas.

Un día al amanecer Ana estaba por cumplir tantos años que había perdido la cuenta, o tal vez, había olvidado la mala costumbre de aprisionar el tiempo, o las personas, o los objetos, así que tiró la última pieza de porcelana que tenía por la ventana y la dejó en libertad. Afuera una higuera parecía morirse con el frío del invierno, “Ya volverán los higos”, le dijo su sombra. Para entonces ya había probado el sabor del amor, de los hijos, de la muerte, todas esos misterios que para entenderlos hay que dejarlos caer por la ventana y esperar su retorno. Entonces deslizó su silla de ruedas hacia la mesa donde la esperaba el abismo que la había llamado desde siempre, el secreto que la mantenía viva , la locura donde había encontrado la felicidad.

Tomó una hoja de papel y de sus huesos salió un fino polvo blanco como la arena, con el que empezó a construir nuevos castillos y se lanzó a volar una vez más por la escritura, esa magia que sólo entienden los que han vislumbrado el Aleph de Borges en el hueco de una sílaba, donde no existe otro reloj que la libertad de dejarse conducir por el viento como Ala de Nube.







miércoles, 25 de enero de 2012

EL BRILLO DE UNA ESTRELLA

El creacionista del día. Itzul L. Vergara






A Julie Ferré




La mirada de Hugo se desvaneció a través de los techos de colores cobrizos. El día se iba escapando de a poco en poco, mientras la media luna empezaba a desfilar blanca en el cielo más y cada vez más oscuro. Se sentó y arrugó el seño, tenía tres horas allí, en espera de que algún vehículo llegara a cargar gasolina. Miró su traje verde bajito escarchado de vejez. Miró sus manos con las orillas negras. Una hormiga iba cercana a su pie cargando una pesada roca, sonrió y pensó que el día de hoy no era el único en tener problemas, le quitó la piedra y le ayudó a cargarla hasta su agujero, allí se la dejó, la hormiga feliz dio vueltas a la roca y luego desapareció con ella en lo subterráneo y oscuro de su hogar.

Hugo tenía un profundo mirar como gota de lluvia, como silencio en un parque, como un automóvil vacío, la vida había hecho de él un hombre que se creía acostumbrado a las derrotas. La noche se acercaba nuevamente , y él no tenía nada, no tenía a nadie. Salió de la gasolinera como todos los días, pasada las nueve de la noche. Caminó por toda la avenida, mientras las luces de las farolas y los carros le rebotaban en el rostro. Se sentó un rato cerca de la plaza comercial para mirar como corrían los niños, hijos de parejas que se veían felices, y suspiraba. Escuchaba la risa de las jóvenes parejas que salían de la función del cine sonriendo a la vida. Olía la mezcla de perfumes y palomitas, y siempre le pareció que era el olor a felicidad. Todos los días se sentaba allí después del trabajo, llegaba a las doce, once, a su hogar, no porque caminara mucho, ni porque no pudiera tomar el bus. Llegaba siempre a esa hora, por que ¿para qué llegar más temprano? No lo quería.

Luego cercanas las once, si estaba cansado se adentraba a dormir; pero sino, subía a la azotea y se recostaba sobre el techo de cemento, y admiraba a las estrellas. Se quedaba dormido allí, hasta que el frío de la madrugada le despertaba y le obligaba a meterse a su casa.

Una noche en la que miraba a su estrella favorita, escuchó que le hablaba. En su azotea había llorado  más veces que en cualquier otro lado. Se levantó cuando escuchó el susurro espacial. Miró: se había quedado dormido. ¿Qué hora serían? ¿Las doce, la una? Se levantó con prisa, cuando el brillo de la estrella le deslumbró. ¿Qué pasaba allí?

-No estés triste- le dijo la estrella, mientras todo el cielo se abría ante sus pupilas, nunca antes había mirado algo más hermoso- Te veo llorar aquí todas las noches. No puedo resistirlo, por favor deja de llorar. La vida es hermosa. ¡Quiero enseñarte!

La estrella, la más hermosa, le subió en sus hombros, y juntos volaron toda la noche, mientras el mundo dormía, aquél que se creía el más desgraciado de los hombres podía volar, y sintió como la noche se iba más rápido que la estrella. A la mañana siguiente fue al trabajo con más alegría de lo usual, el barrendero lo notó. Supuso que por fin, algo de suerte le había pegado a ese desgraciado.

La estrella volvía por él cada tres noches, a veces cada dos. La estrella se enteró de su vida, supo como había tenido que abandonar los estudios para cuidar a su madre enferma y que su padre los había abandonado cuando era chiquito. Supo también que el sueño de su vida era tener una familia hermosa, una casa decente y un perro con el cual jueguen los hijos que le hubiera gustado tener, para la estrella era un hombre muy tierno, era también un hombre humilde, al cual la vida le había dado muy mala suerte.

El tiempo pasó, quizá fue un año, quizá menos, no lo sabemos con certeza, porque ni Hugo lo recuerda, la estrella se había vuelto su mejor amiga, hasta que un día la estrella redujo sus visitas. Hugo pasó una semana sin dormir esperando a que volviera, se sentó en la azotea y miró como todos los días el viento soplaba y tocaba su rostro, le lastimaba. No dormía.

Hasta que pasaron quince días volvió a ver a la estrella. Hugo estaba molesto, estaba triste, y sobre todo avejentado, a causa de la espera y del insomnio. Miró como la estrella estaba, más guapa, más hermosa. Miró como contrastaba con él, y ella le explicó disculpandose, que había conocido a una estrella fugaz, que le había dado su corazón. Se dio cuenta que él, nunca podría ser una estrella, ni darle la luz de nada. Ella le explicó, sin darse cuenta de lo roto que dejaba al pequeño Hugo, que no podría volar muy seguido con él, porque la estrella fugaz la llevaba a lugares, donde como estrella,  no puede llegar por volar lento. La estrella fugaz es la más rápida en el cielo, le explicaba la joven estrella, mientras suspiraba.

 La estrella volvía cada dos semanas, cada tres. Hugo empezaba a acostumbrarse, no le costaba mucho, estaba hecho de derrotas, les digo; cuando la estrella hizo su última visita, para decirle que no iba poder volver,  la causa fue porque se iba a mudar de galaxia ella y la estrella fugaz. Hugo y la estrella dieron un último vuelo que a Hugo se le hizo sabor a ceniza.

Pasó toda la noche llorando, toda la semana llorando, casi toda la vida que le restaba llorando, y como idiota miraba al cielo todos los días, no importaba que no fuera noche. ¿Cómo encontrar belleza ahora? Antes cuando se quedaba callado, escuchaba todo el silencio de las estrellas, el frío del espacio y el amor de las galaxias. Ahora cuando se quedaba callado escuchaba las platicas superficiales de los hombres saliendo del cine, escuchaba los autos y sus motores. Ya no había la belleza, ya no había lo que había creído que sería su vida, y es que se había imaginado viviendo con la estrella en alguna galaxia, no importaba cual. Esa noche subió a la azotea, estaba borracho, y comenzó a gritarle a la estrella, empezó a gritar con todas sus fuerzas, que la odiaba y que no quería volver a verla, porque le había abandonado.

La estrella bajó llorando, le explicó que nunca le había dejado, siempre le llevaba en su mente. Que no podía volver, porque ahora tenía hijos, pero que siempre estaría allí en el cielo, y si alzaba la cabeza podría mirarla.

Hugo le escuchó y se disculpó por su arrebato. La estrella le abrazó y nunca antes había sentido tanto calor en su cuerpo. Hugo estaba completamente enamorado.

A la mañana siguiente el cuerpo de Hugo: completamente rígido y colgando, como las hojas secas de otoño.  En su rostro tenía una sonrisa, y su piel ya era de un color azul profundo, similar al color del cielo.

miércoles, 18 de enero de 2012

UN DOMINGO SIN FÚTBOL

El creacionista del día.  PACO RUBÍN






La renta era el único sustantivo con género femenino que lo buscaba a la puerta. Y le tocaba para visitarlo, pero Pascual jamás le daba el gusto de pasar por su postigo.


Pascual tenía una deuda con Doña Flora.

Y la vida tenía una deuda con Pasual.

La vida y uno que otro día gris no le sonreían a la cara, el espejo del lavabo estaba estrellado, el piso andaba por los suelos, y la lluvia de esa tarde de mes era tan intensa, que hasta salía por los agujeros de la regadera por la que Pascual se daba la ducha buscando la dicha…

Con un ánimo incoloro, Pascual, esa tarde, ya tenía listas sobre la mesa del comedor todas las flores que había comprado a lo largo de veintinueve meses. Pensó que eran suficientes.

Era un domingo sin fútbol, así que la televisión del rincón no tenía qué contarle a Pascual y Pascual contaba el reloj esperando las seis de la tarde.

Tocaron a la puerta ese domingo, pero Pascual no esperaba la renta, ni esperaba ya nada de la vida, así que se quedó en la sala esperando únicamente las seis en el reloj sin esperanza.

Para quedarse con un buen sabor de boca, se preparó un café cargado con dos cucharadas de azúcar y media de olvido, son olvidarse antes de dejarle un hueso al perro, aquel que dicen es el mejor amigo del hombre. Pero no de Pascual.


En una servilleta y con letra temblorosa, Pascual escribió un verso de Neruda:

“sola, en la solitario de esta hora de muerte”


Y lo dejó flotando sobre la taza.

A Pascual lo había dejado la alegría…


Dieron las seis de la lluvia ese domingo de tarde, y sin miedo y con temor, Pascual tomó la corbata negra y la colocó sobre su cuello. Era lo único que le faltaba de prenda, para vestir completo el traje.


Pascual hizo el nudo de la corbata, apretándolo de tal manera, que parecería no le importó quedar colgado del perchero de la sala dejando viuda a su soledad y a la renta esperándolo atrás de la puerta.


Y aunque nadie buscaba a Pascual, él tenía la certeza que cuando la muerte lo encontrara, habría flores en su entierro.


La renta jamás volvió a encontrarlo.





martes, 10 de enero de 2012

ÁMAME CON TERNURA

El creacionista del díaLupita G. Fass







Tu funeral no es uno de esos en los que la gente llora, se abraza o se desmaya. No, en tu funeral hay un silencio sombrío e impersonal. Todos se comunican con miradas, de las que se asoman signos de interrogación… ¿Qué sucedió? ¿Por qué allá?

 Tu viuda y tus hijos se ven serenos, amables, con mucha fortaleza; no lloran, no hablan, tampoco se mueven; están sentados al lado de tu madre y hermanos, quienes también se atragantan con lágrimas saladas y azules. Azul tristeza; salada tu suerte.  

 Observo tu pálido rostro, rostro prohibido que por años acaricié. El alcohol te inflamó, pareces un cuerpo celeste, hinchado de borrachera, hinchado de dinero, hinchado de amor.  

― ¿Qué hacías en esa ciudad? ― ¿Cuántas noches vagaste entre el juego y el glamour?― 

Todos se preguntaban. 


Las máquinas tragamonedas irradiaban vivos colores, te llamaban con su tintineo, gritaban: "Apuéstame aquí, un dime, un quarter, un dólar". Los días se unían con las noches, igual que las noches se unían con los días y tú sin dormir. Apuestas en una, después en otra, vas a la ruleta, luego al bingo, te sientas al póker y aquí es donde te cae el millón. 

Todos te decían: ―trabajar es el secreto. Y tú: ―cállense, pendejos.  

Afuera es verano, treinta y nueve grados centígrados; aquí en tu capilla todos me perciben, nadie dice algo. Con mi frío mortuorio a todos envuelvo. Ninguno lo sabe, pero tú y yo sí. Estamos casados, ahora nadie nos separará. 

Escuché tus ruegos, esa misma noche después del triunfo, antes del desposo me encontraste hermosa, me invitaste a tu habitación; en la soledad nos abrazamos, besamos. Susurré a tu oído: baja al banco, deposítales el cheque. Ingeriste unas gotas, esas gotas mágicas que te llevarían hasta nuestro nido. Por fin te aproximaste, fundimos nuestros cuerpos y te hice feliz.  

Eugenio, amor mío, qué guapo te ves, tu traje de madera te sienta muy bien. Al fin lo logramos. Mira las caras de tus deudos; semblantes tristes, miradas de paz, vacías y , conformes con tu decisión, tranquilos de no volver a ver tu rostro envuelto de ansia.

 ¿Ansia de qué? 

domingo, 8 de enero de 2012

¡ CREACIONES CON MUSICALIDAD !







Este mes de Enero comenzamos el año con musicalidad en EL CREACIONISTA, la temática es está, pueden mandar, cualquier creación literaria (poesía, cuento, parte de alguna novela, ensayo etc.), inspirada con alguna canción preferida. Por favor poner el video de la canción sobre el cuerpo del mail y su texto a enviar a la dirección de correo que todos ya conocen:´


elcreacionista_@hotmail.com


Esperamos sus creaciones en tonos de do, re, mi ...



Gracias




El creacionista ^_^