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viernes, 31 de julio de 2015

TRANSFUSIÓN

El creacionista del día. Agatha Cervantes









A dos centímetros de una mirada, ella, la errante, derrama gotas insulsas de recuerdos consanguíneos; más temprano presiente que la muerte la beberá. 

Desterrada, sin familia y extraditada al oscuro Edén del olvido, continua su travesía, a una ciudad en donde los ángeles no tienen rostro. 

A cada paso, vierte sangre y mas sangre sobre la alameda de su aflicción, son lagrimas de sangre, aunque parezcan grises, estas no lo son. 

Una sonrisa, un apretón de manos, un libro y el viento le salvan de morir desangrada. 

El hombre que seria su marido le regalo una sonrisa envuelta en celofán transparente, confianza pura.

El apretón de manos, se lo dio otro hombre con quien conocería la piedad de un hogar.

El libro que tomo del estante, le profirió la primera frase que le salvaría de la propia locura que sigue circulando por sus venas.

El viento, todas las mañanas le recuerda que esta a salvo del fuego inclemente de su familia; pues la nieve que reside en la punta de un volcán lejano, le señala que estará a salvo bajo su manto.

Y así la errante sin saberlo, va paseando con el libro bajo el brazo, con la sonrisa del extraño colgando de la comisura de los labios, tanteando con más seguridad las calles a cada paso por el apretón de manos; mientras el aire de hálito congelado, besa su frente con la promesa de una familia que más que sangre, va formándose de las personas que sin conocerle van emprendiendo la tarea de un fino tejido, a base de la propia existencia , de lazos que solo pueden generarse en lo desconocido de cada individuo . 




viernes, 17 de julio de 2015

A – MEN?


El creacionista del día. Alma Carbajal G.










¿Cielo o Infierno? Estos mundos paralelos siempre han estado entre la realidad de este mundo y los sueños del hombre. Después de la llamada Guerra Blanca, provocada esta vez por el Altísimo (Dios) contra Lucifer; sucedió entonces algo sorprendente, como resultado de la batalla entre el bien y el mal – añadiendo que Satanás siempre había tenido un vínculo especial con respecto al racionalismo del hombre, sobre la igualdad en una patria celestial de la cual había sido expulsado – está vez, con algo más que simple suerte, y ante las lágrimas de los fieles creyentes, gano la batalla que mucho antes de los inicios de la creación hubo gestándose en idas y subidas de una balanza cósmica, esta única vez se hallaba a su favor. Dios no podía creer su derrota. Lucifer no quería demostrar ligereza, quería por sobre todas las cosas destruir a Dios, pero no fue justo, ni misericordioso; decretó que Dios se sumergiera diez siglos en la agonía de los profundos mares, hasta que cambiara su sentencia por otra aun peor. Dios sabía que podría contrarrestar esta sentencia destruyéndose a sí mismo, sin embargo el resultado de esta acción, comprendería la destrucción de todo lo creado, visible e invisible, acabando definitivamente con la raza humana. Dios aceptó la sentencia. Lucifer sabía de antemano que habría una condición para que su padre no tomara esa decisión en un intento desesperado, así que le impuso a la tercera parte de la humanidad que había quedado esta primera ley para dominarlos:



Todos vivirán con un digno representante, no será un Papa, ya que ellos en su mayoría han terminado por minar a la propia humanidad, pero, el Papa lo elegiré yo. Un niño será entregado cada mes para ser dominado por Legión. Si en el lapso de trece días no soporta el asedio de los demonios, no podrá ser digno de tener a su vez parte divina; pues en el alma humana debe habitar tanto el ansia del mal como del bien, sustentando en su cuerpo una aberración divina – demoníaca. En lo que respecta a los otros, todos los días sextos de cada mes he de llevarme 360 almas para mi ejército, esta segunda ley va designada para quienes vivan en los alrededores de la capital, ellos no tendrán ningún derecho, quedando minada la propia humanidad para los servicios de su amo y señor.



Así fue que todos acabaron habitando en lo que fueran anteriormente las regiones de Umbría y Abruzzo, formando un solo estado, y su capital, Citta Rossa. Pasaron muchos años para que naciera un niño entre los sobrevivientes que pudiera soportar semejante posesión diabólica. Más tarde que temprano nació un niño de ojos rojos, al que llamaron: Il Intoccabile. Ya que se creía que las relaciones entre demonios – ahora libres en propia carne – y humanos, tendría como resultado una nueva raza que terminara por socavar a los hijos de Adán. Pronto el niño fue llevado a las puertas de los seis abismos donde antes se encontraba la ciudad del Vaticano, fue ahí, donde ahora en la actualidad, se había convertido en el reino de las prostitutas y los hijos del diablo.

La prueba fue impuesta al niño, que luego de tres días de difícil transición logro soportar el tormento, saliendo airoso ante los ojos de Satanás. Los años pasaron y el imperante gobernador de Ciudad Roja, a pesar del inicial rechazo de los humanos gobernó con equidad y escasa pero estable paz, las regiones que quedaron habitables en la tierra.



Laileb, siendo este el nombre oficial del Papa Rojo, dirigente y juez de la humanidad, fue instruido por Astaroth, el cual siempre estuvo celoso y fascinado por el mundo del hombre, lleno de oportunidades divinas como terrenas – para él siempre resultó magnifica la definición de lo terrenal, por adjudicarse un derecho propio, sobre el significado absoluto de la palabra – terminó siendo el guía y hasta amigo de este hombre, que se decía, hablaba con facilidad tanto lenguaje angelical como la lengua de los infiernos.



Pasaron décadas, y Laileb seguía reinando con la eternidad de su lado. Pero los humanos “creyentes” que quedaban, quisieron rebelarse de alguna manera por la afrenta hecha a Dios; planeaban derrocar al falso gobernador, para después con la ayuda de los pocos ángeles que quedaban ir en busca del Todopoderoso y sacarlo del sopor obscuro de la profundidad de los mares. Lo más curioso de este plan es que estaba liderado por tres niños, de seis, nueve y doce años; ellos dudaban en continuar con el plan, trabado por otro niño un tanto mayor llamado: Mefisto, de tan solo trece.

Estaba cerca el día de la Gabela, muchas personas serian poseídas, muertas en la posesión y reclutadas en los ejércitos de Abdión, el nuevo imperio luciferino; pero entre las seis puertas de los seis abismos y la ciudad imperial, estaba el laberinto de la Ophidia; este complicado entramado de paredes a simple vista, no puede cruzarlo un insignificante mortal, tan solo precipitaría con mayor rapidez la entrada al limbo o al infierno; ahí, en el averno, en donde no parece la pesadilla de un crio de dos años y las llamas no se comparan a las de este mundo, que parecen pintadas en nuestra realidad, pero las de los infiernos, esas son una joya en el arte incendiario, esas no queman, calcinan el alma con tan solo mirarlas.



Cabe mencionar aquí, que Jesús no tuvo nada que ver en la batalla; entro en un coma cósmico y sirvió de inspiración para las generaciones futuras de que algún día, el Hijo de Dios, el hippie de hippies, pudiera salvarnos del aparente gobierno de un Satanás que comparado con los dirigentes del pasado del mundo, es más que justo y sincero con aquellos a los que siempre tuvo envidia de la buena.



El plan fue puesto en acción, de lo que no estaban seguros los niños era de que hacer para fingir una supuesta posesión, leyeron libros sobre exorcismo, vieron algunas cintas sobre exorcismos practicados por sacerdotes – aclaro que las posesiones si eran a puertas cerradas en uno de los amplios y grandísimos aposentos de Satán, lo que nos lleva a creer que todo lo demás, fueron simples pantomimas hechas por humanos para entretener y suscitar hechos sin validez de las autoridades infernales – la ficción no les ayudó mucho, los niños optaron por recabar experiencias de aquellos que habían visto alguna posesión; no pudieron obtener mucho ya que las personas de haber visto algo más allá de los tres segundos, no hubiesen quedado ciegas en el instante de ver a algún humano siendo poseído.



Con las pocas certezas de la representación de una posesión más irreal que factible, emprendieron el camino a las cercanías del laberinto, como se esperaba se perdieron a los 5 minutos de haber entrado. Lo que no sabía el grupo de Mefisto es que Laileb se dio por enterado, así que fue a buscarlos; para su sorpresa se encontró poseído por un anterior arcángel, Gabriel, quien había cambiado su nombre a Leigrab, después de haberse convertido a ángel caído; demandaba ser el único que tuviera algún derecho de sangre, para gobernar a la raza humana por parte de un Dios derrocado a un utilitarismo arcaico, que ya nadie parece querer – pues todos parecen estar más interesados por una eternidad agitada, con algo que hacer, a una existencia eterna y aburrida en un cielo en donde no se sabía a ciencia cierta si alguien podría morir de aburrimiento – Laileb, se encontraba ya supurando sangre por los ojos y la boca, mientras que a empujones de alma y corazón, el arcángel caído hacia hasta lo imposible por matarlo, al cabo de 33 minutos de lucha cedió ante tal embate de diablo.



Los niños al observar la implacable contienda, se les pusieron los ojos negros, a Mefisto, por otro lado, se le había evaporado el color del cabello, reposando sobre cada uno de sus volátiles cabellos, un blanco aterciopelado. Leigrab salió ileso del combate y llevando sobre el hombro a su presa, se dispuso volar hasta la corte de Lucifer para reclamar el puesto que recientemente se encontraba desocupado. Lucifer no estaba contento por lo acontecido, así que tomó al arcángel maldito de sus desgarbadas alas, y fue desollado poco a poco en tiras de piel muy delgadas, este castigo no acabaría asa de fácil, porque la piel de un ángel caído o no caído, se regenera en unas horas, el proceso tardaría una eternidad.



Lucifer no tuvo otro remedio que buscar al testigo que no quedo ciego ante la posesión del Papa Rojo, para nombrarlo el nuevo gobernador. Mefisto huyo de inmediato cuando se enteró de tal nombramiento; jamás fue vuelto a ver en esta tierra, ni en otro círculo o llanura del infierno.



Con demasiado mundo Lucifer ya no supo que hacer. Se dice que al contemplar el mar, cuando el sol se oculta y cambia de lugar con la luna – la cual quedo cornuda para siempre, y con un halo dorado alrededor – ahí, en aquella franja dorada reposan las lágrimas de Dios, que pone como recordatorio en la tierra: que la libertad es una luz demasiado cegadora para poder contener siquiera su verdadero significado.