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martes, 2 de octubre de 2012

TEQUILA EN 3 ACTOS Por: Alma Carbajal Guzmán, Agatha Cervantes, Nicola Capponi.

El creacionista del día. Alma Angelina C. Carbajal Guzmán.


3ER ACTO.



Son las 6 :45 de la mañana y la noticia con la que despertó la ciudad de México este 16 de Septiembre, es la liberación del multiasesino Mateo Ávila, que en Octubre del año 2001, fue descubierto en su apartamento el cuerpo de Alexis de la Cruz;  un travestí que se dice mantenía una relación sentimental con el acusado ahora puesto en libertad, después de doce años en una celda de máxima seguridad, afirman que este hombre quizá pudo matar alrededor de 30 personas en años anteriores a su detención,  su libertad condicional ha sido lograda gracias a la astucia , porque no puede llamársele de otra manera, de su abogado Felipe Rivas, un ex militar que ejerce desde algunos años su oficio de abogado, después de retirarse de la vida militar por razones personales. Lo que a continuación se presenta es un fragmento de una entrevista que se le hizo cuando lo detuvieron, y en ella nos describe entre otras cosas que es  the room of the lost.

The room of the lost, no es otra cosa más que la habitación donde todos merecían morir, el único pecado de los involucrados era la de tener una identidad falsa; no es algo que me competa, pero desde el punto de vista selectivo, no todas las identificaciones fueron de las personas que asesine, jamás hubiera podido llenar las paredes, algunas las hice inventando los nombres tomando fotografías de otras personas en el parque, de celebridades, en fin solo algunas de esas insulsas y perdidas personas eran calificadas para estar en mi muro personal. Un sacerdote, una prostituta, un metrosexual, no mataba a ninguno que no me contara su historia personal, la narración de su crimen, entre lo que escuche, hubo hechos desde: violación, pederastia, suicidio colectivo, satanismo, filmación tipo gore y lo más loco que he escuchado y pensé que nunca encontraría fue: necrofilia. Estudie la carrera de psicología y tengo un doctorado en psiquiatría; esas personas, ninguna entre ellas tenía remedio, yo mismo no lo tengo, eso fue la epifanía mas grande cuando descubrí que la torcida mente humana, no tiene cura, no es como ponerle la tuerca que falta o que se soltó, es  mucho más simple que eso, es apagar el interruptor que le da electricidad a las aberraciones que se cuecen en nuestro cerebro. Cuando me descubrieron, jamás pensé que fuera Raúl el que me delatara, el era mi campo de trabajo, mi hermano, ahora solo es el residuo de alguien que vio terminada mi habitación personal, me sentía como en casa cada vez que miraba todo ese bello tapiz de identidades vacías, me sentaba largas horas y buscaba la persona precisa para completar ese marco de perdidos.  Alexis, la pieza final de mi cuarto de cuatro por cuatro, le gustaba que le metiera la mano por encima del pecho, jamás pude constatar que había entre sus piernas, hasta esa noche de de burla, me habían burlado a mí, el más grande analizador de metástasis mentales  ( ríe) ahí me di cuenta que él era el punto final de todo lo que inicie, la animadversión a este tipo de gente, disfrazada de anzuelo. Idiotas, idiotas de pared a pared, quedaron plasmados para la posteridad de mi memoria, que mejor que estar en el muro de mi inconsciente, de un genio de la inconsciencia (ríe).

Mateo es un hombre de 32 años;  con actitud solitaria ojea una revista de ciencia mientras toma un expreso cortado en el café Rambaud, sin darse cuenta frente a su mesa se sienta Cecilia de 29 años, esta lleva una falda color maple y zapatillas rojas, complementando el atuendo con un suéter negro; se sacude involuntariamente el cabello cortísimo, Mateo la nota, la vislumbra con curiosidad, pero ella no se fija que esta conducta provoca miradas al azar. La pesadez de una mirada siempre pone incomodo a quien está siendo observado; a Cecilia no le quedaba duda de este sinuoso peso que le recorría la nuca y pronto cayó en la cuenta de que algo le molestaba, acto seguido, encendió un cigarrillo para espantarse la sensación, sin percatarse de que Mateo le ha clavado la mirada más intensamente; este deja la mesa y se dirige a la de Cecilia. Un par de pupilas se encuentran, unas miel, las otras marrón intercambian en pestañeos un “hola” mental que no se desagrada al calibrar miradas.

Hay unos cuantos comentarios de presentación flotando en torno a ellos y la invitación a tomar asiento se deja entre ver como una posibilidad a algo de jugueteo;  Mateo se moja los labios al verle las piernas a Cecilia, sale de su erección cuando esta le pregunta ―¿Has escuchado lo que te he contado?― el , titubeante  responde ― si… desde luego, sigues enamorada de ese hombre, que tiene casa en Cholula, y te quejas porque por mas alcohol que bebas no logras olvidarle;  al contrario pareciera que intensificaras su recuerdo poniéndote hasta atrás con unos cuantos tragos de tequila ― Mateo al ver que a pesar de que su soporífera imaginación le jugaba una mala pasada, aun tenia buena retención de memoria y al mismo tiempo ejercer el ejercicio de la percepción y  contención de palabras a corto alcance;  no dejaba de pensar en Cecilia puesta en cuatro, acariciándole las piernas y penetrándole de la misma oscilante, manera, que le inspiro el péndulo del reloj antiguo que se hallaba en el viejo cafecito .

Cecilia que veía poca televisión jamás se dio cuenta que hablaba con una eminencia del asesinato, Mateo se había ganado este sobrenombre ya que en muchos de sus diarios describió más de 200 maneras de asesinar, eso sin contar desde los métodos antiguos hasta los ya conocidos, se dice que recibió cartas de la mafia rusa, los yakuza y de algunos sicarios felicitándolo por tan magnífico trabajo enciclopédico , los asesinos le aplaudían a  alguien que les pudiera enseñar o darles otra vía de “educación” por así decirlo; el llegar a efectuar alguno de estos procesos era todo un arte, ya que el asesino actúa por instrucción o por instinto, cada uno tiene un manual personal, pero de vez en cuando no está mal amplificar tu experiencia y conocimiento y que mejor forma que alguien de la misma calaña y de tan alto rango, que en materia psiquiátrica se refiere, haga una compilación de todos los modos de quitarle la vida sean dignos o no a alguno de nuestros congéneres.



Sin pensarlo dos veces Cecilia pidió a la
camarera que le trajera un par de tequilas, riendo le dijo a Mateo – ni creas que voy a dejar escapar una oportunidad como esta, me  has caído tan bien, que hoy voy a celebrar el haberte conocido – Mateo le sonrió, mientras miraba como Cecilia reía y festejaba su descubrimiento mutuo, llegado el momento de brindar chocaron los caballitos derramando un poco de licor en la mesa y lo bebieron de golpe – Wow esta buenísimo, ¿pedimos otro? – dijo Cecilia acomodándose las medias que le quedaban a medio muslo ;  esta acción incito rápidamente  la mente de Mateo , haciéndole agua la boca, hace muchos años que no hacía el amor con una mujer y propiamente llamarle así para él y no simple sexo , era porque la manera en que miraba a Cecilia no era como fijar la vista en cualquier mujer solo por verle las nalgas o el pecho, inclusive verle de frente era el primer acto de selección,   conociendo el rostro , y si es agradable a la vista es la segunda instancia para iniciar el acercamiento, lo demás pura añadidura; toda su figura tenia encantado a Mateo. La segunda ronda se presento, Cecilia apresuro el trago pero Mateo la detuvo, tomándole de la mano, a su vez sumergió las yemas de los dedos en el tequila y como si este fuese una fragancia le impregno la muñeca a Cecilia, en seguida  le lamió con la punta de la lengua, a Cecilia le temblaron las piernas al escucharle decir a Mateo muy tenue en su oído ― Con tequila o sin él voy hacerte olvidar que estas enamorada, yo … voy a mostrarte lo que esa palabra de verdad significa― ambos se miraron y cuando estaban próximos a un toque de labios, Mateo corto la inspiración pidiendo la cuenta, él más que nadie sabía que el amor iba disfrazado de falda, con aroma a agave y la seducción en la palma de la mano.