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lunes, 23 de diciembre de 2013

ESPEJISMO: REFRACCIÓN DE GUERRA

El creacionista del día.  La musa negra  (Laura Leyva)






¿Crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos? 

Platón.





Canta la noche


Con voz de grillito

Su silencio,

Su oquedad.




Relámpago vibrante

El que pernocta

Y se ve, desde la caverna,

Adentro y a través

De las paredes…




Y asusta

Y cimbra todo.




Tuerca a tuerca

Erosiona la mente,

La locura,

Con sus larvas

Incuba

Su tendencia al aleteo




Aletarga

Aprisiona

Despedaza




Como afuera, internamente

El infierno está esperando.

Laberintos, altos muros

Con cuñas,

Rupestres,

R A S G U Ñ O

De engaño.

Fija bien la vista

Para un momento el paso

Y observa, ¡atento!

A L D I A B L O E N L A G R I E T A,

M U E C A D E P A R E D.











Renacuajos carmesí
Pedazos de rana parda,
Que soy yo
Entre tejidos, recuerdan
La soledad del óvulo
Infecundo en tu ausencia
Y un luminoso lazo

Que no nos ata.



jueves, 19 de diciembre de 2013

LA DOBLE

El creacionista del día. Georgina Mexía-Amador






Sola. Distante. Muda. Demetrio miraba a Julia en la cubierta del barco. Ella llevaba los aretes de cuentas rojas que él mismo había dejado para ella en un sobre en su buzón.

Demetrio había dejado a Natasha en Moscú. Cuando vio a Julia por primera vez, en la clase de gramática, creyó estar ante cada uno de los gestos de Natasha: el parpadeo lento, ausente, la sonrisa involuntaria, el fruncimiento de la nariz. Para Demetrio, la casi-niña que ocupaba el primer pupitre a la izquierda, junto a la ventana, era una versión de Natasha en sus años más jóvenes. Pocas veces la veía distraerse de la clase, pero cuando ella lo hacía, su ensimismamiento llegaba a ser inquietante y él aprovechaba esas ocasiones para contemplarla desde el fondo del salón: sí, era Natasha, la de manos pequeñas y largas pestañas arqueadas. La luz descendía suavemente sobre Julia en una diagonal que semejaba a la que trazaban las cortinas del sencillo apartamento en Moscú, cuando Natasha se sentaba en el sillón de raso verde y acariciaba a Boris, el gato. Ella se volvía hacia la ventana con Boris entre los brazos; la pálida luz que se filtraba por entre el follaje de los castaños iluminaba su rostro, y él sólo alcanzaba a ver las pestañas que asomaban por encima de los lóbulos. Natasha semejaba entonces una visión diáfana, inaprehensible. Demetrio la observaba y sabía en ese momento que no habría deseado estar en ningún otro lugar, hasta que Boris ronroneaba y huía, escabulléndose entre las patas de las sillas.



Demetrio acabó por proyectar la imagen de Natasha en Julia, y ante la imposibilidad de desasociarlas acabó por enamorarse de Julia. De Julia-Natasha.


Julia pronto se dio cuenta de las insistentes miradas del ruso. Era muy delgado y alto, con la cabeza coronada de rizos castaños largos y descuidados. A Julia siempre le pareció un héroe romántico, un Lord Byron, un Novalis. Hasta que un día Julia decidió permitirle a Demetrio que entrara a su vida para regodearse en el hecho de que él no podía dejar de mirarla. Pero él no quería otra cosa más que hablar y depositar en ella, en Julia-Natasha, el amor intenso y absurdo que era capaz de sentir por la mujer adorada y ausente.

Demetrio no olvidaría la primera vez que habló con Julia, en unos sillones dispuestos como sala de estar, a unos pasos de la cafetería. Hablaron de poesía inglesa, de los sonetos de John Donne, de las primeras canciones de DepecheMode. En un arrebato de emoción, tras su primer descubrimiento de las oquedades en el alma de Julia, Demetrio salió a recorrer las tiendas del centro de la ciudad en busca de un par de aretes que hicieran juego con la mascada que ella siempre llevaba al cuello. Si él hubiera sabido que Julia la usaba para esconder las marcas que le dejaban los dientes de Ángel, no le habría dado la menor importancia. Al hacerse de los aretes, Demetrio fue a la recepción del dormitorio a inquirir por el número de habitación de Julia y depositó en su buzón el sobre que los contenía. Un detalle mínimo, sutil, como la sensación del raso verde del sillón guardando el calor del cuerpo de Natasha.Transcurrieron varios días para que Demetrio descubriera el resultado de su atrevimiento: Julia abrió en la mañana la puerta del salón de clases (había llegado tarde como era su costumbre), llevando puestos los aretes de cuentas rojas. Demetrio sintió cómo el triunfo lo recorría en silencio, y no se sabe si lo torturó o alivio el no poder compartirlo con nadie.




Julia camina en la cubierta del barco, sola, lejos de Ángel. Demetrio la ve detenerse en la popa y mirar el mar. El sol famélico apenas suspendido sobre

la línea del horizonte es el indicio inequívoco de que las noches han vuelto a ser oscuras. Las noches blancas quedan poco a poco atrás. Demetrio aspira de su pipa y desecha el impulso por acercarse a Julia, aprovechando que está
sola. Prefiere mirarla desde lejos como lo ha venido haciendo desde la primera vez que la vio.

Demetrio la ve atravesar la cubierta, hacia la proa, donde está Ángel. Pero al tenerla junto a él, no se voltea a mirarla. Demetrio aspira de su pipa una vez más y desvía su mirada hacia otra parte: es evidente que el hombre al que Julia quiere no siente el menor interés en ella. Pero cuando bajan del barco y el autobús los regresa al hotel en medio de la espesura, Demetrio ve a Julia y a Ángel caminando juntos hacia su habitación. Sabe lo que eso significa. No quiere mortificarse. En lugar de volver a su cuarto sale a rondar por las calles del pueblo hasta que escucha música en la lejanía. Se propone seguir el rastro, anhelando apartar de su mente la imagen de Julia entregándosele a Ángel en la habitación del hotel. Julia-Natasha extendida en ese lecho como una efigie pura, inmaculada. Al llegar al lugar de donde proviene la música, Demetrio permanece afuera y se contenta con observar la fiesta: hay luces de colores en un jardín amplio y frondoso, rodeado por una cerca de madera. Además de la carne asada y del pan que aguarda en el horno se percibe el perfume del césped recién podado.

Demetrio no era más que un espectador de las vidas ajenas, hasta que una noche se atrevió a revelarle a Julia que él había depositado el sobre con los aretes en su buzón. Ella no dijo nada. Sabía que estaba equivocado. No era ella por quien se sentía atraído sino por el recuerdo que le incitaba aquella mujer que había dejado en Moscú, que quizá en ese momento acariciara a Boris, sentada en el sillón de raso verde junto a la ventana. Ese fue el error de Demetrio: confesar su amor por esa Julia-Natasha que sólo existía en su mente.






Ni aun al ver a Julia esa última noche en el escenario, Demetrio quiso abjurar del ídolo que había erigido. La esperó entre la multitud antes de que comenzara el espectáculo, pero sólo pudo verla desde lejos. No se atrevió a acercársele, ni siquiera hubiera podido hacerlo por la cantidad de cuerpos y rostros que se interponían entre ella y él. En un momento distinguió a Ángel: su figura enclenque y espigada sobresalía por encima de las demás cabezas. Demetrio deambuló por el vestíbulo hasta que vio aparecer a Julia. Al llegar, ella pareció ofuscada, como si se hubiera equivocado de fecha y de lugar, pero enseguida se repuso y caminó hacia los camerinos. Demetrio no la vio saludar a nadie ni mostrarse interesada en la presencia de los demás.

Un par de horas después sonarían en el escenario las notas de una música desconocida, y Julia bailaría al compás de ellas durante un minuto y cuarenta y dos segundos exactamente. Los aplausos serían los de costumbre: sin euforia, más bien por hábito. Demetrio pudo ver a Ángel uniéndose a los aplausos con la misma indiferencia que mostraba con todo aquello que tuviera que ver con Julia. Pero a pesar de la ovación fingida, Julia permanecería mirando al público como si intentara decir algo más y sólo se lo impidiera saber que estaba ante una pared tosca y sorda. Demetrio reconoció en ese gesto el ímpetu que siempre había tenido Natasha al no dejarse vencer por el régimen comunista ni las amenazas de arresto. Así se había puesto de pie Natasha cuando gritaba consignas de apoyo al derrumbe del muro de Berlín. Sí: ahí estaba Julia-Natasha, desafiando una fuerza en apariencia más grande que la suya. Y la amó, desesperadamente. Quiso asirla aunque eso significara profanar la distancia que siempre había guardado al mirarla desde lejos. Pero fue imposible. El espectáculo continuó y las sombras tras bambalinas engulleron a Julia.



Y esa fue la última vez que la vio.


lunes, 16 de diciembre de 2013

EL ENCUENTRO

El creacionista del día. Paty Contreras





Lo esperaba con impaciencia desde que empezó a imaginar estar con él , se humedeció los labios despacio, entreabrió las piernas y lentamente llevó sus dedos a la abertura de su intimidad…la vela aromática que iluminaba la habitación despedía una fragancia agradable, una luz muy tenue la envolvía; empezó a deslizar sus dedos mas adentro, impaciente.. de repente timbró el teléfono rompiendo el hechizo a la que estaba por sucumbir.. era el encargado de la recepción que preguntaba si dejaba pasar al caballero que preguntaba por ella, con una voz temblorosa contestó que si. Se miró al espejo, arregló su cabello, paso ambas manos sobre la diminuta vestimenta que se habia puesto, especialmente para él, pasó sus manos por las piernas para jalar bie sus medias de encaje transparente; en eso, escuchó un leve toque en la puerta, su corazón se detuvo por un segundo y abrió, lo miró, y él a ella..fué solo un segundo...  jamás olvidaría eso...  le sonrió,  esperando que no se notara el nerviosismo que recorria todo su cuerpo "qué guapo" le dijo. Él, sin decir nada entró como un ladrón que está dispuesto a llevarse algo muy preciado;  la arrinconó contra la pared,  la besó y con urgencia la apretó hacia sí mismo, esos minutos en que parecía que el tiempo se detenía , bastaron para encender la hoguera , sus manos la recorrían toda,  espalda,  senos, llevó una de sus manos hacia abajo de ella, y con delicadeza, separó con sus dedos sus labios inferiores, comprobando así que ella estaba húmeda…metío 2 dedos, los llevó a su boca, para probar su sabor…ese gesto, ese sólo gesto a ella le provocó un éxtasis que pocas veces había sentido. Ambos jadeaban, sedientos desde hace mucho tiempo, de beberse uno al otro de esa agua que sólo los amantes  han bebido…


jueves, 12 de diciembre de 2013

LA ESPERA DEL AMOR

El creacionista del día. Aleqs Garrigóz







Un adolescente desgarra un vestido de novia
en un recinto iluminado por enérgicos reflectores.
En su cara escurre el sanguíneo sudor del mártir,
su frente se inclina por el peso del más puro dolor.
Y un coro demencial repite y repite
y repite la misma canción:
“Llora, resígnate sumiso a las disposiciones,
como cabeza en el nudo de la horca,
como niño que cae en un pozo de aguas pestilentes sin saber nadar,
como hierba que arranca de raíz un poderoso viento,
quiébrate como un escuálido lápiz;
pero no alargues mas tu mano
a la mesa donde no has de comer.
Entrégate como rama a la ráfaga atroz de la tormenta;
cae de rodillas, que el dueño de la bufanda que has tejido
no vendrá jamás.”


(Es la transmisión del pensamiento
de una baja frecuencia de seres que se alimentan del miedo.)


Un adolescente se estrella contra un vidrio que no cede,
y patalea y eleva su cara implorando
y empieza su actuación estelar:
se arranca los cabellos, se golpea con puños tensos
y grita y grita entablando los diálogos de un guión extraño
donde no hay coherencia, sólo obscenas palabras de amor
gritadas a nadie, hasta desmayarse
y dar su mejilla al beso frío de la baldosa.


- Un adolescente desgarra un vestido de novia.-


Y el recinto
y los reflectores
y el espejo
no son sino la sala de estudios
de un cruel hospital psiquiátrico.




martes, 10 de diciembre de 2013

Cambio de cuerpo


El creacionista del día.  Gerardo González ...  Aikas







Se quedó pensando detenidamente viendo el horizonte a través de la ventana del comedor. Parecía tener la mirada ida, como si no pensara o todo lo contrario, pensara demasiado. Hasta que sonó su teléfono 
celular y tomó la llamada. Número desconocido.

‘¿Señor González?’ preguntó la voz por el teléfono. Se escuchaba bastante apresurada.

‘Si, soy yo’ hizo una pausa, ‘¿Quién habla?’. 

‘Le hablamos del área de emergencias del Hospital Los Serafines’, una pausa como para tomar aire, o valor, ‘su esposa ha sido internada debido a un accidente automovilístico, requerimos de su autorización para proceder con la intervención médica’. Un breve silencio que le pareció infinito. ¿Accidente?, ¿Intervención? 

‘Señor, la intervención es de alto riesgo pero es la única opción de salvarle la vida’.

Tras trastabillar un poco, hizo la pregunta. ‘¿Qué clase de operación se le tiene que hacer?’

‘Tenemos que hacerle un trasplante de cuerpo. Pasaremos su cerebro a otro cuerpo puesto que el daño corporal es irreparable, pero el cerebro aún se encuentra en condiciones’

- ‘¿Pero que diabl…?’ No podía creer lo que estaba escuchando - bajó la mirada para ver su reloj. 11.50pm. La fecha se veía borrosa. ‘Solo tenemos un inconveniente…’ dejo unas palabras al aire la persona al otro lado del auricular. ¿Acaso un cambio de cuerpo no es de por sí ya un inconveniente, qué otro inconveniente podía existir además de un trasplante de cuerpo?

‘¿Cuál es ese inconveniente?’ preguntó dubitativo.

‘Sólo tenemos cuerpos de hombres’ sentenciaron por teléfono al otro lado de la línea.

¿Pero qué diablos?, se dijo así mismo. ¿Accidente?, ¿Trasplante de cuerpo?, ¿Cuerpo de hombre? La cabeza le empezó a zumbar, no sabía que decir. No sabía ni en que pensar. Todo parecía una locura, totalmente salido de alguna mente alocada. La cabeza comenzó a darle vueltas.

Amaba a su esposa, claro que la amaba sino no se hubiera casado con ella, pero la amaba a ella, a ella completa, a ella a final de cuentas, no a un posible él. Pero no la podía dejar morir, no podría hacer tal cosa. Y sino tomaba una decisión pronta y rápida podría dejarla morir sin siquiera haber luchado.


Cerró los ojos para tranquilizarse pero los abrió cuando de pronto escuchó la voz de su esposa. 

‘Entonces amor, ¿Si me aceptarías si me trasplantaran al cuerpo de un hombre?’ le decía su esposa con su dulce voz. La cocina lucía igual, miró su reloj y marcaba la misma hora. Una alucinación había sido en definitiva una alucinación, solía viajarse con aquellas extrañas suposiciones que le encantaban hacer a su esposa. Suspiró aliviado, miró a su mujer y le dio un beso en la frente.

‘Técnicamente estarías muerta, al menos por unos instantes, así que nuestro contrato terminaría’ contestó con una sonrisa en los labios, ‘Hasta que la muerte nos separe, ¿O no, amor?’.









miércoles, 4 de diciembre de 2013

"LITERATURA SIN RESTRICCIONES"





Este mes de Diciembre El Creacionista abre sus puertas a la creación y a vencer el miedo de la pagina en blanco. Se les invita a todos los Creacionistas  a compartir sus formas de pensar e inquietudes por medio de la palabra escrita, lo compartiremos con gusto. Los dejamos en total libre albedrío crear, soñar   en letras y en alma palpitante. Animense !!!!!!  ^_^

A quienes quieran compartirnos su escritura del genero que mas os apetezca mandarlo al correo que ya conocen : elcreacionista_@hotmail.com. Y sus colaboraciones saldrán en nuestra edición de Decembrina.

"Porque es mejor escribir y respirar de largo aliento con libertad, que entre cortar a estornudos de vergüenza lo que uno piensa. Dejar hablar al alma es lo mejor para que respire en continuidad con el latir de cada palabra"

Atte:

El Creacionista .