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jueves, 29 de enero de 2015

Liberación



El creacionista del día. Gerardo González Vázquez








Volaba con sus brazos extendidos a pesar de estar cayendo hacia el suelo. Sentía que todo había terminado, cerro y abrió los ojos varias veces pensando que podría tratarse de un sueño pero en uno de esos intervalos unas palomas bajaron al techo que poco a poco se hacía más pequeño. En cuestión de segundos recordó la sucesión de eventos y sonrió antes de cerrar los ojos para siempre.

Cuando él comenzó a arremeter dentro de ella, ya estaba muerta.

Su alma ya se encontraba en parcial libertad, solamente esperando el momento de la dulce y completa liberación. Su cuerpo ya no sentía dolor, ni desolación. No había más arrepentimiento ni depresión. Sus dolores internos cesarían para siempre. La sangre entre sus piernas dejaría de emanar y aquellos gemidos inconscientes solo eran un acto reflejo, carente de sentido alguno.

Resiste.

Su cuerpo era como una muñeca de trapo. Aquél hombre lo estrujaba, lo movía, lo agitaba, lo colocaba de la manera que a él mejor le placiera.

Solo un poco más.

Finalmente su rostro estuvo contra la cama y sus manos estuvieron al alcance de la almohada. La cama se hundía en sus rodillas y la cadera comenzaba a lastimarle, sino fuera porque ya estaba muerta, aquello le hubiera dolido aún más.

Como fue durante tantos años.

Soltó un grito. Sabía que aquello le hacía perder más aún los estribos y que faltaría poco para que las manos de él se posaran sobre su cuello y, atrayendo fuertemente su cuerpo hacia el suyo, se preparara para su final.

La baba comenzaría a escurrirle por el cuello mientras sus manos grandes, bofas y desconsideradas le presionarían sus pechos.

Trató de controlar pero aquello ya le comenzaba a doler.

Un poco más, ¿No acaso ya estoy muerta?

 Con otro grito ahogado aquel hombre le tomó por el cuello. Ahora.

Todo lo demás sucedió en cámara lenta, como si el tiempo se hubiese querido pausar pero solo pudiese llegar a disminuir la velocidad del pasar de los hechos. Sacó de por debajo de la almohada un pica hielos que por la tenue luz de la noche y la falta de iluminación en el cuarto no pudo ser visto hasta que fue demasiado tarde.

La espalda de ella se irguió y sintió la propia grasa de aquel hombre embarrársele. El sudor de él parecía querer entrar por la fuerza dentro de la piel de ella. Las manos de dedos gordos jalaron el cuerpo menudo hacía sí, dándole a su saliva y a su lengua el festín que tanto deseaban.

Pero un grito rompió la costumbre.

La cálida y roja sangre de si mismo brotó del ojo derecho. El estoque había resultado perfecto. Los músculos se tensaron y el movimiento paró. La boca permaneció abierta unos segundos y después de haber dado ese grito de asombro tortuoso, el cuerpo cedió completamente. Las manos quedaron rígidas pero sin la fuerza que tenían anteriormente. Ella dejó desvanecer su cuerpo y sintió como el peso de él caía sobre ella. Segundos después, sintió como era invadida pero no le importó, pues a pesar de que unos líquidos escurrían entre sus piernas, la calidez de la sangre sobre su espalda parecía limpiar todo aquel asqueroso y repugnante sudor. Pero obviamente la sangre no emanaba suficientemente bien.

Contorsionó su brazo lo mejor que pudo para retirar aquella llave a la libertad y comenzó a enterrarla una y otra vez, tratando de zurcir todo lo que aquél hombre había roto. Recordó cada una de las embestidas, cada uno de sus dedos alrededor de su cuello, cada gota de saliva sobre sus hombres. Cada gemido ronco dentro de sus orejas.

No supo cuánto tiempo había pasado, solamente se detuvo cuando se sintió limpia a través de la sangre de aquel hombre que tanto daño le había hecho. Reunió todas las fuerzas que le quedaban y clavó finalmente su arma de la manera más humillante que pudo.

Abrió la ventana, subió al balcón y extendió los brazos una vez que estuvo en el barandal. 

Después brinco.

Si no fuera por el reporte del cuerpo en medio de la calle, al subir al cuarto los oficiales hubieran pensado que el asesino había escapado por la ventana. Los peritos ya se encontraban en ambas escenas, las sábanas ya cubrían a ambos cuerpos y no había mucho que hacer.

―¿Qué cree que estaba pensando? ―preguntó para sí mismo el oficial, a pesar de haberlo hecho en voz alta.

El perito miró por la ventana y vio un par de palomas emprender vuelo desde el tejado de enfrente. ―No lo sé ―dijo mintiéndose a sí mismo y al oficial, contestando una pregunta que no era para él y como si aquellas palomas no hubiesen dicho nada.
 


jueves, 22 de enero de 2015

REBAJAS DE ENERO



 El creacionista del día. Fabiola Morales Gasca

  




¿Quién dijo que Enero es mes difícil? Yo lo ignoro por completo.

Hay ofertas por todas partes,

uno puede hallar corazones a mitad de precio,

claro, un poco maltratados pero igual y es cosa de no fijarse

¿Quién tiene un corazón perfecto? Yo no.

No, no se escandalice ¿Usted se ha visto recién en el espejo?



Quien diga que no compra ofertas de enero, rotundo miente.

Es un mes excelso.

Uno puede hallar, si se busca con paciencia:



Sueños rotos fáciles de componer,

promesas incumplidas que se pueden renovar,

recuerdos perdidos imposibles de tirar del año anterior,

imágenes austeras con facilidades de ampliar,

toda gama de lagrimas derramadas color cielo-mar.

Bufandas tejidas de suspiros,

sonrisas a medias que bien dispuestas se pueden moldear.

kilos de sueños desechados por ruidosos,

madrugadas de desvelos al dos por uno,

libros de agua y fuego botados a medias lecturas,

amores platónicos sin usar,

días de cumpleaños nuevos e ignorados,

guantes de reciclados olvidos,

zapatos de esperanzas seminuevos.

Y si se tiene una gran suerte

salados besos de cine en miércoles de matiné en tibia humedad

o mensajes de amor que nunca llegaron en WhatsApp.



¿Ve como no hay crisis, ni cuesta de Enero? Es el mes perfecto;

la gama es muy amplia y usted puede,

sin complicaciones, negociar baratas.



Ande, no sea tímido;

anímese a comprar todo lo que el año anterior no adquirió.

Yo, por ejemplo, acabo de rentar un corazón nuevo de papel

sobre el cual dibujaré

bajo la más estricta luz de luna de plata

todos los maullidos melancólicos de gatos…



martes, 13 de enero de 2015

La Armonía de los elementos

El creacionista del día. Abel Cuenca Sánchez





Sinuosas caen las melodías
como venas de mañanas,
se destraban como pequeños
sueños en amaneceres 
atardeciendo,
crisálidas de crisantemos.

Columnas románicas
se desbastan en cada
reflejo frente a mí,
me abrazan nostálgicas
de aquellos tiempos en 
que dolían.

Nacen los sueños de aquellos
dolores silenciosos que
me silenciaban.

Melodías me rodean como
ríos hacia el cielo,
lágrimas al alma del tiempo.

Al alba despuntan
ahora
perezosas 
como niños jugando,
perdidas 
en risas 
en su mundo de magia,
batidas, batiendo alas,
en el sueño 
fértil
de la libélula
que vuela
siempre
libre.

jueves, 8 de enero de 2015

CREACIÓN A HORAS ABIERTAS








LOS MESES DE ENERO Y FEBRERO EN QUE LAS HORAS SE NOS HACEN ETERNAS Y LENTAS LES INVITAMOS A NO CERRAR SUS PLUMAS, AL CONTRARIO, ENTABLEMOS COMUNICACIÓN CON CUALQUIER FORMA DE CREATIVIDAD QUE SURJA DESDE ESOS LAPSOS DE TIEMPO CONGELADO. EN LOS QUE APARENTEMENTE EL MUNDO NO CAMBIA, PARA LOS ARTISTAS LA CREACIÓN SIEMPRE ESTA A LA VUELTA DE UN SUSPIRO. 

AQUÍ AGREGAMOS DE NUEVA A CUENTA EL CORREO DE SIEMPRE PARA COMPARTIR SUS PECULIARES COLABORACIONES: elcreacionista_@hotmail.com


MIL GRACIAS A TODOS LOS QUE SIGUEN CON LA PLUMA EN ALTO. ES EL PRIMER PASO EN EL CAMINO DE CREER UNO MISMO.

EL CREACIONISTA. ^_^


martes, 6 de enero de 2015

LOS TRES ASTRÓLOGOS




El Creacionista del día. Nicholas Gutiérrez Pulido


 




El dragón yacía en la nieve de Saint Bride. La estocada mortal de San Jorge, hizo que su sangre corriera bajo la puerta de unas tabernas, que mostraban ya una incipiente decoración con bayas rojas. Un regimiento de jóvenes, con ropa colorida, celebraba al son de tambores y gaitas, mientras que el campesino y el terrateniente departían en la posada.

A lo lejos, en Salisbury Court, un escribano se entregaba a la nocturna inspiración, teniendo como única compañía los sonidos que Londres arrojaba a su ventana. Y fue, cuando más concentrado estaba en sus razonamientos, que una moza subió a interrumpirlo. Le suplicó que atendiera a tres señores que habían llamado a la puerta. El embajador de Francia había partido con su familia y no había alguien que lo pudiera representar, por lo que el escribano tuvo que acceder a dicha petición.

Al asomarse a la puerta, vio tres hombres con la usanza árabe. Cada uno tenía ceñida una corona y portaba un cáliz. Sus ropas tenían rasgaduras y estaban negras de tanto uso. Uno tenía la piel oscura como los esclavos traídos de África. Por un momento pensó que eran turcos que habían desembarcado en Londres. Quizá nobles caídos en desgracia, buscando refugio.

Les habló en las lenguas que conocía y fue con el griego con la única que pudo entenderse. Le explicaron que una estrella los guiaba al lugar de nacimiento del divino redentor, a fin de ofrendarle sus presentes. Entonces el escribano comprendió que eran astrólogos, sin embargo, cuando uno de ellos se refirió a las estrellas como cuerpos girando sobre la tierra, se dio cuenta que seguían el modelo de Claudio Tolomeo.

El escribano retrocedió, y con una vara, trazó en la nieve dos círculos concéntricos. En el mayor de los círculos, señaló un punto para indicar que la tierra le daba la vuelta al sol. Después dibujó otro más grande, para señalar el centro. Desde esa posición, hizo una línea larga rebasando el perímetro. El universo era para él, infinito, y lo comparaba a un círculo cuyo centro estaba en ningún lado. Bajo ninguna forma era espacio cerrado. Cuando hubo terminado su exposición, vio que los forasteros se miraban entre sí, confundidos.

Solo acertaron a señalar el cielo. Al fijar su atención en la cortina estelar, el escribano distinguió un astro más brillante que todos. Dirigió su catalejo al extraño cuerpo a fin de observarlo con detalle, advirtiendo de que no se trataba de una estrella común. La lente revelaba un objeto alargado con dos apéndices que salían de en medio, a manera de ave. No pudo ocultar su sorpresa. Esa era la estrella que guiaba a los reyes astrólogos. Entonces le pidieron posada. Más se excusó de no dárselas, usando como pretexto la ausencia del embajador y la carencia de autoridad. Después de despedirse, partieron en dirección a Whitehall.

Perplejo, el escribano regresó a su cuarto para meditar. Recordó una cita del tomo II de Apócrifos: “Durante el viaje que duró trece días; los magos no tomaron descanso ni alimento; no sintieron necesidad de ello, y este periodo les pareció que no había durado más de un día. Cuando más se acercaban a Belén, más intenso era el brillo de la estrella; esta tenía la forma de un águila volando a través de los aires y agitando sus alas.” La escena se le hacía familiar. Aquel extraño cuerpo celeste que flotaba en el firmamento, debía ser algún ingenio producto de una civilización superior. Caro Lucrecio y Nicolás de Cusa enseñaron que en el universo había otros mundos habitados además del nuestro. Si un almirante genovés había logrado llegar a un nuevo continente, hasta entonces desconocido; no sería nada remoto que los habitantes de las estrellas construyeran carabelas y galeones que surcaran el cielo. Estos pensamientos lo estremecieron, teniendo ante sí una repentina iluminación. Entonces el escribano Giordano Bruno desechó el manuscrito en el que estaba trabajando; e inspirado, comenzó a redactar el tratado Del Infinito Universo y Los Mundos. Y a lo lejos, el ruido de los jóvenes londinenses era lentamente apagado por la luz del extraño astro.