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jueves, 25 de octubre de 2012

LA SOMBRA DEL CUERVO


El creacionista del día.  LUNA KORIKI




 No le temo a nada, por lo tanto podré verme a mí mismo. 



Carlos Castaneda



Desde niña percibía seres que nadie más podía ver; sombras ondulantes que salían de cualquier parte: detrás de las cortinas, en el humo de las velas, entre las ramas de los árboles. También solía escuchar sonidos y voces que salían de un refresco, al abrir una puerta, al regar una planta. Al principio me daban miedo pero después me fui acostumbrando a todo eso que me parecía excitante. Un día me surgió la idea de volverme chamán. Alguien me dijo que si soñabas que veías tus manos y las podías mover es porque tenías posibilidades de serlo. Esa misma noche soñé mis manos moviéndose hasta que se convertían en alas negras que levantaban el vuelo. Enseguida me puse a investigar cómo entrar en contacto con ellos y de casualidad me enteré que iba a ver un encuentro de chamanes en Tepoztlán, me inscribí y me organicé para poder asistir. Eso fue el año pasado, pero el día del evento sucedió algo que me trastornó y no pude asistir. Este año por nada del mundo me lo quiero perder, deseo consultar con ellos esas experiencias extrañas. 




Investigué que hay varias clases de chamanismo; los que buscan el conocimiento, los que desean curar a otros y los que quieren despertar sus poderes psíquicos, también llamados brujos. A esos quiero pertenecer. Leí los libros de Castaneda y otros autores sobre el tema, lo relacionado con plantas sagradas y ceremonias especiales, pero no quería hacer nada sin la dirección de alguien con conocimiento y experiencia.




Este año tiene que ser el efectivo, mañana a estás horas estaré con ellos. Sin poder dormir doy vueltas en la cama. Enciendo el radio pero en las canciones escucho otras voces como si fueran mensajes subliminales, que tratasen de avisarme algo. Pienso que es mejor apagarlo.




Recuerdo el año pasado, la víspera de asistir al encuentro mis amigas me hicieron una fiesta de despedida. En juego me dijeron que para iniciarme debía ir vestida de bruja. Nos dedicamos a contar historias de aparecidos mientras nos preparamos una bebida mezclando botellas de distintos licores. Todo hubiera estado perfecto de no ser por lo terrible que sucedió después… no me quiero acordar de eso, prefiero dormir.




Las horas se me van sin conciliar el sueño, esta época de muertos el viento helado se filtra por las rendijas. No me quiero parar para ver si esta cerrada la ventila. De pronto una sombra en forma de pájaro revolotea por el techo de mi habitación y choca con todo. A pesar de que no es la primera vez, no puedo evitar sentir escalofríos, me tapo con las cobijas. Parece un cuervo por ese graznido agudo que parece taladrarme. Lo escucho cada vez más fuerte, más, me tapo los oídos. Algo truena. Me asomo temerosa entre mis sábanas y veo claramente un pájaro grotesco parado sobre mi espejo. No lo soporto, sin pensarlo salgo a toda prisa del cuarto, cierro la puerta y la atranco con una escoba. Después me rio de mi misma. Como aprendiz de bruja no debía tener miedo de nada, pero ese animal, ese pájaro fue el mismo que el año pasado me impidió asistir. No quiero sugestionarme. Mis latidos están a mil hora, estoy sudando frío, no quisiera confesarlo, pero es verdad. Tengo miedo. Trataré de dormir en este sillón. Como siempre las sombras se irán con la luz.




Suena el despertador, no he podido dormir, pero es hora de marchar, debo darme prisa. Me armo de valor y quito la escoba, la uso para empujar la puerta; si ese pájaro es real y sigue ahí, saldrá volando. Espero un poco y entro. Enciendo la luz, todavía está oscuro. Pego un grito de película, mi espejo está roto y mi tocador cubierto de plumas negras. Algo se mueve entre mis sábanas, golpeó con fuerza toda mi cama. No hay nada. Debajo tampoco. Abro el closet y le pegó a mi ropa entre los ganchos, me vuelvo a reír de mi misma. He vuelto a sentir el viento frío; suspiro, la ventila está abierta. El pajarraco debe haberse ido.




Entro a darme una ducha, me quito el camisón y descorro la cortina para abrir la llave, el agua tarda en calentarse. Otra vez grito, lo siento volar sobre mi cara, lo aviento de un manotazo y trato de correr pero me resbalo, al caer todos mis huesos truenan. Asustada volteó a ver donde quedó, está ahí, a medio metro de mí. Ahora lo veo claramente es el mismo del año pasado. Ese horrible cuervo con ojos de tizón encendido, su plumaje está erizado. Despliega sus alas y abre el pico se acerca de nuevo a mí como para atacarme. Le aviento mi camisón, todo me da vueltas… Me desmayo.




Cuando vuelvo en mí, recuerdo poco a poco lo que sucedió, no se cuanto tiempo ha pasado, sigo sin poder moverme por el dolor, lo peor es que no siento mis piernas. Mi camisón está tirado junto a mí, el cuervo ha desaparecido. Trato de arrastrarme para alcanzar el teléfono. No puede ser, mi espejo ya no está roto, ni hay ninguna pluma. Me preguntó si ha sido una pesadilla y se me eriza la piel. Tal vez solo otra sombra. El dolor es insoportable.




Mi mente regresa a lo sucedido el año anterior, al momento en que salí de la casa de mis amigas todavía estaba oscuro, tenía el tiempo exacto para llegar a mi casa por el equipaje y cambiarme. Me sentía mareada por lo que tomamos, recuerdo que arranqué mi coche y aceleré; a esas horas no había tráfico, de pronto vi mis manos cubiertas de plumas negras, perdí el control y atropellé a una persona sin saber de dónde salió. Nadie me había visto y no quise detenerme por el terror de pensar que lo hubiera matado, además con aliento alcohólico y vestida de bruja me sentí perdida. Fue entonces cuando apareció ese mismo cuervo sobre mi auto con su mirada diabólica como acusándome. Volví acelerar y sentí que el pájaro me iba siguiendo, pero por el camino lo perdí de vista. Llegué a lavar mi coche, empecé a vomitar y me sentía tan mal que ya no quise viajar. Al día siguiente leí en el periódico la noticia. “Hombre atropellado en la esquina de la calle trece, la madrugada de ayer, queda paralítico y espera que la justicia divina haga pagar al culpable”




Con lágrimas en los ojos busco al verdadero culpable, ese maldito cuervo, mi mirada recorre la habitación hasta que llego a la ventila abierta. Entonces escapo volando, otra vez mis brazos se han cubierto de su oscuro plumaje.