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miércoles, 17 de diciembre de 2014

AROMA PARA LA IMAGINACIÓN




El creacionista del día. Gerardo González - Aikas




 


Aquel olor que atravesó mi nariz y perfumo todo mi ser me tenía embelesado. No podía dejar de pensar en aquél dulce olor desde que había subido al camión, me acerqué lo más posible y traté de ahogarme en él. Dejé que todas mis penas y mis molestias, que todas mis inconsistencias y mis fracasos se zambulleran en el mar de su tan icónico perfume.
¿Sería acaso algún perfume en especial o acaso la combinación de varias fragancias?
La verdad es que no lo sé, lo único que sé es que el olor que aquella joven desprendía era algo que me hacía olvidar todos mis compromisos, tristezas y amores.


Me acercaría y le miraría con detenimiento. Ojos castaño claros, piel clara como leche y rizos castaños. Una tímida nariz y unos finos labios; cuerpo delgado pero sin perder la silueta femenina. Vestía de pantalón ajustado negro y saco color marfil.
En un frenado de aquellos que el transporte público suele hacer, chocaría su cuerpo contra el mío. De lado. Sentiría sus caderas y sus piernas; su cabello acariciaría mi rostro y su olor inundaría aún más mis pulmones. Seguramente comenzaría a transpirar ya su olor, de tan impregnado que en mi cuerpo estaría.


Me miraría.
 

Le miraría.
 

Me sonreiría y posiblemente soltaría una pequeña risita. Yo me sonrojaría y me reiría; en acto reflejo rascaría mi cabeza, una expresión que hago siempre que estoy nervioso, y entonces al arrancar el camión tendría que sujetarme fuertemente con mi otra mano. Esto nos tomaría por sorpresa y se acercarían más aún nuestros cuerpos. Respiraría su aliento y ella respiraría el mío. Sin más ni menos, nuestros labios se acercarían y comenzarían a acariciarse tenuemente. Un suave toque, un pequeño roce y después un beso. Con timidez, tal cual se tratase de nuestro primer beso, nuestras lenguas se entrelazarían delicadamente, conociéndose, explorándose.
 

Le tomaría por la cintura. Olvidaría lo que tengo y lo que no, los compromisos, la hora, el trabajo, la situación alrededor. Bajaríamos en la siguiente esquina y tomaríamos un taxi que nos llevara a un destino de cinco letras. Los besos tímidos se volverían apasionados. El apenas roce de nuestros cuerpos, sería un salvaje encuentro donde lucharíamos por ir apartando nuestras barreras físicas; la ropa quedaría en el suelo pero tomando un respiro unos segundos, colocaría su saco sobre la silla. Después ella comenzaría a perfumar mi sexo; yo degustaría el suyo. Entraríamos en nuestros cuerpos y comenzaríamos la danza de los amantes, sin parar, sin dejar de experimentar; sin dejar de liberar nuestras más profundas fantasías.
 

Acostados sobre la cama con sus delicados rizos sobre mi pecho, ella se inventaría un nombre. Yo no le pediría su teléfono. Ella me diría que jamás me olvidaría, yo jamás lo haría. Nos daríamos una ducha y en la regadera, bajo el marcado ruido del agua, volveríamos a entregarnos. Antes de irnos, le recostaría en la cama y la olería toda. Impregnaría mi ser completamente de ella. Sí. Así sería.
 

Me acercó a su lado y respiro profundamente, ahogado en su delicioso aroma; aroma que borra todos los olores del tráfico, del trabajo y de los problemas de casa.
Sí. Así sería.