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jueves, 29 de marzo de 2012

EL SOL Y LOS PÁJAROS

El creacionista del día. Bernabé Alberto De Vinsenci







Había amanecido tan temprano que los pájaros fueron sorprendidos sobre las ramas disueltas en figuras orgánicas. Ciertas melodías programadas previamente en el alba se habían ahuyentado y la aurora encandilaba vehementemente sus ojos de otoño. El sol parecía un cíclope admirable con un potencial radiante  omnipotente. La luna del otro lado aun amenazaba con volver y adormecer los pájaros que habían sido molestamente despiertos. 


La cueva estaba invadida por multitudes de picos cerrados y hojas crudas de verde. El sol proseguía cada vez ascendiendo con más rapidez. De a poco las zonas frías entraron  en contacto con los rayos y las escarchas en las aguas se diluyeron como el humo de un cigarrillo deprendido por las narices. El sol autónomo actuaba sin retrasos abandonando la otra parte del hemisferio ahora  ocupado por la luna.


Fue entonces, cuando el astro se poso en el lugar adecuado y correspondiente de siempre. Sin detallar a las palomas recónditas.

 En su llegada no las había observado por la entrante visión de la faz que lo estimulaba. Mientras amenazaba cautelosamente a todos los individuos con su manta diurna detalló un ángulo llamativo, de lo contrario no lo hubiese hecho, el prestar su atención en él. Perplejo virgen de este estado le pidió a la luna cambiar nuevamente sus puestos. Ese bulto indescriptible lo había azorado hasta las partes más desconocidas de él. Por lo pronto aquella abstracción eran los mismos ojos de los pájaros que se reflejaban con su propia  luz. Esa había sido la primera vez que el sol había querido cometer un avivamiento y no pudo, porque los astros también respetan a la naturaleza.