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jueves, 9 de mayo de 2019

EL BECARIO

El creacionista del día. Ricardo Durán





Nos conocimos en aquella oficina gris en donde ambos trabajábamos. El mismo gris del edificio era el color de todos los mediocres a los que contrataban. Sin aspiraciones, sin sueños, sin deseos ni ganas de crecer. Yo era peor que todos ellos, porque yo no cobraba ni un puto centavo. Era el becario del lugar. Me dedicaba a ir por los mandados u otra cosas que se ocuparan en la oficina. Sin embargo, me conformaba y me gustaba ver llegar todos los días a las cinco de la tarde a la maestra de arte a impartir su taller de artes plásticas para niños. La profesora Zúñiga era sumamente puntual y muy mamona. No hablaba con nadie, al menos que no fuese de trabajo. Era delgada, estatura media y fea, sin embargo, usaba un piercing en la nariz que le daba un sexy toque a su figura. Tenía la suerte de hablar con ella de vez en vez, porque regularmente me mandaba a comprar algún tipo de material para su clase a la papelería y repentinamente me regaló un par de sonrisas.


 Todos en la sección salían a comer de lunes a viernes de 3 de la tarde a 4:30pm. Me gustaba cuando se iban y me quedaba completamente solo. Comía algún sándwich que traía de casa y bebía vino barato con jugo de naranja que metía en algún termo de café. El subdirector de esa área sabía que lo hacía, pero no decía nada porque más de una vez lo encontré cogiendo en su oficina con la secretaria de la directora. Siempre me ponía a fisgonear en las computadoras y sin que ellos lo “notaran” les ayudaba con la edición de algunas capsulas informativas. Un viernes me encontraba fisgoneando en la computadora de Paquito, un editor de gran experiencia. La abrí y en su disco duro había un vídeo porno de él y su novia. Su novia estaba muy buena y me enganché viendo el vídeo. Sabía que no habría problema porque todos regresaban dentro de una hora y media a la oficina. Mientras en el vídeo Paquito se cogía a su novia, comencé a sobarme el pene sobre mi pantalón. Comenzó a ponerse dura y no pude más y me la saqué. Le puse pausa al vídeo cuando la novia de Paquito comenzó a mamársela. Se miraba que disfrutaba tenerla en su boca y que sabía hacerlo bastante bien. Comencé a movérmela de arriba abajo. Se sentía bien hacerlo en un lugar prohibido. Ahora sabía lo que sentía el hijo de puta del subdirector. 

Sin hacer ruido, llegó la profesora Zúñiga. Se paro delante de mi y vio lo caliente que estaba. Intente guardarla inmediatamente pero ella se acercó. 

—¿Qué estás haciendo, cabrón? — Deja te la chupo o te reporto para que te corran en este instante. 

Se agachó y se la llevó a su boca. Cerré los ojos y disfruté mientras me acordaba de la novia de Paquito. La profesora Zúñiga seguía chupándomela toda. 

A lo lejos escuche voces. La aparte unos segundos y me estiré para asomarme. La profesora se hincó de nuevo y siguió chupándomela más rápido. Los chicos de la sección se les había ocurrido llegar temprano esa tarde y estaban por llegar a la sala de edición. No pude contenerme más y me vine. Terminé en la boca de la profesora. Me salí y salpiqué de esperma el teclado de Paquito. 

Paquito y Gerardo entraron a la sala y me vieron con la profesora. Todas las computadoras estaban apagadas. La profesora me ensañaba a pegar alguna parte de una marioneta. Paquito llegó a su lugar y vio algún liquido blanco en su lugar y me miro molesto. 


—Pinche becario, si vas a aprender a pegar tus mamadas, que no sea en la sala de edición.


 Agarré el teclado y lo desconecté del CPU. Le puse windex y comencé a limpiarlo.


 La profesora Zúñiga agarró su marioneta y salió riéndose discretamente. 


Regresé con el teclado limpio y lo conecté. 


Paquito encendió su computadora y se puso a trabajar.