El creacionista del día. Aleqs Garrigóz 
El hombre que amo tiene la cara como un sol 
de vez en cuando atravesado 
por la nube de un pensamiento: ¿Qué será de sí 
cuando no pueda agasajarlo con mis labios, 
con mi palabra tendida sobre su cuerpo como una red insalvable? 
  
No hay dos como él. Sus miembros, su torso 
son los de un espécimen ejemplar. 
Es fuerte como bien me gusta 
y me hace montarlo 
para correr con celeridad las horas inquietas de la noche, 
venciendo tormenta y oscuridad con nuestro fuego: 
mi heroico corcel hasta el amanecer. 
  
Huele a trabajo. Y a veces a ron: 
los días de fiesta en que nos amamos mejor 
y me emborracha su saliva 
entre risas que sólo paran para besar. 
  
El hombre que amo tiene ojos sinceros. 
En ellos siento caer más allá del amor 
y más adentro de su carne. 
Hasta la unidad. 
  
Su desnudez es regalo de dioses, 
manjar inagotable. ¿Qué será de mí 
cuando ya no pueda enamorarlo con mis versos?

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